domingo, 30 de agosto de 2009

AGREGO LECTURAS AL REGISTRO


IVANHOE, de Sir Walter Scott (¡qué extraño queda el nombre de un escritor precedido del “Sir”!). Tengo que decir que es una linda historia. La conozco desde mi infancia, donde la encontré en una de esas versiones condensadas y de tapa dura donde muchos de nosotros/as comenzamos a leer. Le reconozco los valores literarios que se ve que tiene, pero creo que la disfruté más cuando yo era chico y la novela también.

EL REINO DE ESTE MUNDO, de Alejo Carpentier (a secas). Carpentier escribe neo barroco. Carpentier tiene unos cuentos tirando a nouvelles espectaculares: “El camino de Santiago" (historia de un romero que promete completar el tal camino de peregrinación y termina donde empezó, aunque siendo otro), “Los advertidos” (la historia de Amaliwak y su pueblo, la historia donde todos los diluvios míticos y sus personajes se encuentran), “Semejante a la noche” (el tema de la noche previa a la partida hacia una guerra), “Los fugitivos” (un esclavo y un perro que se escapan de una hacienda de esclavos). En El reino de este mundo nos encontramos con un prólogo célebre (el que pone en la conversación la cuestión de lo real maravilloso –realismo mágico- por primera vez) y una novela consumada. La historia de Ti Noel, un penoso esclavo haitiano amigo del brujo libertador Mckandal que deviene hombre libre y que vuelve a caer en la esclavitud en la época del rey negro Henri Christophe (muy liberador y todo este rey, cuando se dio cuenta de que no había quien trabajara, no dudó en volver a esclavizar a los propios negros que lo llevaron al poder). En el medio está el vudú luchando con el cristianismo, y no hay honestos. A Ti Noel uno puede comprenderlo, aunque no quererlo. Recomiendo mucho esta novela, que me confirma a Carpentier como mi latinoamericano favorito.

miércoles, 26 de agosto de 2009

DICCIONARIO DEL INÚTIL


Acomodado, adj. Que ha sido movido para estar más cómodo. En la mayoría de los países del mundo, que ha sido ascendido de puesto.
Adherente, n. Toalla higiénica femenina, llamada de esa forma debido a su característica pegajosa. En Uruguay el término se utiliza también para designar a los simpatizantes más pegajosos de una fuerza política. Por una suerte de compleja resemantización, a veces esta palabra deriva en “acomodado”.
Amigo, n. Persona que ha tenido la constancia de subir una montaña tan solo para encontrar un desengaño.
Asaltante, n. Individuo que pretende, empleando ciertos métodos violentos, que otro le entregue las pertenencias que ha ganado con el sudor de su frente. Es pertinente hacer la diferencia entre el asaltante común y el político. Los métodos de este último también son violentos, pero lo cobija la legislación sobre los fueros parlamentarios, que él mismo ha tenido la precaución de establecer.
Ataúd, n. Caja de madera donde se meten los envases vacíos de las almas.
Baal, mit. Principal divinidad de los babilonios, caldeos, fenicios y otros pueblos orientales, como el uruguayo, a quien solían sacrificársele terneros y bueyes. Tanto los babilonios como los fenicios y los caldeos dejaron estas prácticas en el transcurso de la historia. En Uruguay, para alegría del dios, se la realiza cada vez que aparece un brote de fiebre aftosa mediante el mecanismo del rifle sanitario.
Bagre, zool. Especie de pez muy frecuente en los ríos de América del Sur. Dícese también de aquella especie de mujer, muy frecuente también en los ríos del sur y que se parece al pez antes mencionado, sobre todo en el cuerpo y los bigotes.
Contragolpe, n. Efecto secundario producido por un golpe inicial. Forma deportiva de la que se valen todas las selecciones que juegan contra Uruguay para marcarle varios goles por partido. Nuestra selección, al parecer, desconoce su uso.
Coseno, n. Si bien este cronista no logra recordar con propiedad qué era eso del coseno, sí recuerda, cómo si fuera hoy, a su inseparable compañero denominado “seno”, y a las interminables bromas que tal asociación provocaba en sus tiempos de liceal adolescente. No debemos dejar de mencionar a la otra dupla, un tanto más aburrida, de tangente y cotangente.
Disputa, n. Nombre que se le da a la discusión que sucede entre dos hombres que han sido novios, a la misma vez, de cierta chica de costumbres libertinas. También: voz del spanglish que permite aludir a la señorita en cuestión mientras se la señala (this puta!!!).
Divorcio, n. Trámite legal que prosigue al del matrimonio de modo casi inevitable. Digamos que una cosa conduce a la otra, salvo honrosas excepciones. Dada esta definición, podríamos concluir que, para evitar los divorcios, haríamos bien en limitar los casamientos. Una forma menos radical y casi igualmente efectiva podría llegar a ser el habilitar el trámite del casamiento a parejas que vengan apadrinadas por sus hijos mayores de edad, quienes actuarían como testigos, siendo previamente sometidos a análisis de ADN.
Drama, n. Conflicto en el que nos tiene sumidos la vida real, donde todos somos actores, y la mayoría, al decir de Heine, actuamos bastante mal , y por ende cobramos muy poco.
Empirismo, n. fil. Doctrina filosófica que sostiene que todo el conocimiento humano deriva de la experiencia. La práctica y la rutina son las grandes protagonistas de esta tendencia filosófica. A tales efectos hemos de mencionar el caso del carpintero japonés Chow Ming tomado del libro de “Cuentos y Fábulas Orientales de hoy y siempre” de autor anónimo, que reproduciremos enseguida: “El sol relumbra en el horizonte y se oculta. Día tras día, los días pasan (en las fábulas japonesas abundan las redundancias).Uno de sus hijos va a ver a Chow Ming con preocupación. Padre, le dice, usted ha estado clavando clavos desde hace tres semanas, haciendo mucho ruido. Hoy nos hemos decidido a preguntarle por qué tanto afán. Es que quiero que esto quede bien, aunque sea lo único que haga en mi vida. Basta ya de hacer muebles, biombos y pagodas sin ton ni son y por el vulgar dinero. De ahora en más, lo único que haré es clavar clavos. Pero lo haré bien. Será perfecto, respondió el padre. Pero padre, interrumpió el hijo, todo el mundo sabe que la perfección no existe. Ni siquiera en eso de clavar clavos. Entonces, hijo mío, inventaré la perfección. La práctica y la rutina me ayudarán. La noticia de un carpintero dedicado a tales oficios pronto corrió por todo el imperio y rápidamente Chow Ming se hizo famoso. Su familia, a la que él seguía ajeno debido a su preocupación tan particular, decidió cobrar entrada a los turistas que venían a observar con admiración a este sen en el arte del martilleo, y de esa manera mantenerse en forma digna.” Todos fueron muy felices, menos el propio Chow Ming, que murió sin haber alcanzado nunca su tan ansiada perfección en el arte de clavar clavos, para el cual aplicaba un temprano empirismo. La moraleja que nos deja este cuento está fuera del alcance de comprensión de este humilde autor, o sea, queda a criterio de cada uno.
Fortuna, n. Deidad mitológica que repartía sin ton ni son los bienes y los males del mundo. La falta de profesionalismo y el consiguiente desgano demostrado por esta diosa son las explicaciones de por qué hoy en día unos tienen tanto y otros tan poco.
Fotón, n. fís. Esta palabra ostenta dos definiciones posibles: 1) partícula elemental de luz, sin carga eléctrica, que sale del átomo cuando este se desintegra, y 2) foto muy grande, o muy buena (¡Mirá que fotón, con la rambla de fondo!).
Gentío, n. Sinónimo de “China”.

sábado, 22 de agosto de 2009

FILOSOFÍA MENOS QUE BÁSICA...


DOBLE DISCURSO SOBRE EL PLACER

(otra vez de la columna en el Primera Hora)



BREVE MARCO TEÓRICO. La dualidad cartesiana mente-cuerpo, o, como la llamaría Vaz Ferreira, la falsa oposición mente-cuerpo, tuvo mucha importancia en la conformación de nuestra relación con el placer. Sólo quiero remitirme a aquella lejana concepción del mundo material (el mundo de los vivos) como un valle de lágrimas en el que se sufre con la esperanza de una eternidad mejor. Este pensamiento tuvo una raigambre muy fuerte en la Edad Media europea, donde los clérigos y las distintas castas sacerdotales promovieron comportamientos ascéticos y miserables entre sus fieles sin ser capaces ellos mismos de sustraerse al lujo del oro y la buena mesa con que adornaban sus templos y sus vientres. Y dejo aparte otros placeres de la carne que también solían frecuentar. Hablar del clero puede resultar, claro, una generalización injusta, como todas las generalizaciones. En la historia de la Iglesia, así como es probado que ha habido seres crueles y avarientos, también ha habido faros que alumbran desde la pobreza, como San Francisco o, saltando varios siglos, los teólogos de la liberación.
Pero lo cierto es que el ser humano tiende a considerar el placer como una carga en vez de como un goce. Hay cierto complejo de culpa en aquel que disfruta de los placeres carnales cuando en cada instancia de enseñanza a que ha sido sometido, el sufrimiento ha sido componente sine qua non. En nuestro tiempo, además, sucede que el placer está cien por ciento relacionado con el cuerpo, mientras que aquello de “goce intelectual” no es más que un atisbo de formulación teórica totalmente desestimulado por la cotidianeidad televisiva. Y es que no puede haber estímulo al “goce intelectual” si no hay intelecto.

LA FIESTA DEL CONRAD. Estoy mirando un informativo en la televisión… Aparece una mujer muy hermosa, tal vez una conocidísima modelo o cantante o actriz que yo, por suerte, no conozco. El periodista es casi tan estúpido como ella:
-¿Cómo estás viviendo esta fiesta en el Conrad?
-Ay… -(risas)-. En el Conrad todo puede pasar… Hasta te podés enamorar… -risas de nuevo y cruce de miradas y guiñadas con alguien que pasa por detrás de la cámara.
-¿Cómo viviste todo esto?
-Impresionante…, ¡viste lo que es esto!
Bueno…, así hablando de estas cosas tan inteligentes podrían estar hasta que los sorprendiera la muerte.
La fiesta del Conrad era una fiesta erótica o algo así. Muchas mujeres de figura perfectamente modelada usando la menor cantidad de ropa posible y realizando movimientos circulares seductores con sus caderas y sus piernas. Grandes tacos, grandes ausencias de tela, grandes bustos cubiertos por enormes agujeros. Una fiesta por demás exclusiva. ¡¡¡Así se divierten los grandes señores y las grandes señoras!!! La mujer pasa a ser un objeto de posesión y nunca un sujeto. El género masculino se reduce a una bola de instintos reprimidos, pues el objeto de su deseo camina y se contornea ahí adelante, a dos metros de él, pero a su lado está su mujer, a la que ya quiere ir a tirar desde el último piso del hotel cinco estrellas para quedarse con la modelo. En fin… Todo muy inteligente. Todo muy banal. Si hubiera viajes en el tiempo y fuera posible traernos a San Agustín, ¿qué diría de estos avances? Tal vez los comprendería, en el entendido de que él también fue pecador antes de ser santo.

EL PLACER DEL SEXO Y SU CONTROL. Vivimos permanentemente controlados. Miles de años de cristianismo han modelado incluso hasta nuestras leyes, al punto de que la institución social y legal del matrimonio ha pasado a ser una copia laica del sacramento religioso. Monjes y clérigos de diversas religiones, cuando quieren controlar algo, lo primero que controlan es la sexualidad de sus fieles. Incluso su propia sexualidad, a la que se sienten obligados a poner coto y que, usualmente, termina por desparramárseles de ese límite (o por generarles una culpa tan pesada como una montaña sagrada), porque la llamada de la especie es siempre más fuerte que cualquier control. Porque el ser humano teme morir, teme borrarse del mundo, y para eso necesita reproducirse, y si hubo un Dios, y claro que lo hubo, fue lo suficientemente inteligente para que la pulsión sexual fuera más fuerte que cualquier mecanismo de control.
Pero el control de la sexualidad por parte de la intelectualidad religiosa (cualquier religión, digo de nuevo) o de la filosofía me lo banco. Incluso me parece totalmente respetable que cada uno haga lo que quiera con lo que Dios le dio (¿y para qué se lo dio?). Pero cuando el control de la sexualidad y del placer lo hace el dinero, ahí la cosa cambia. Porque para esa fiesta del Conrad necesito dinero. Si no, no puedo ir. Ahora la economía global no sólo controla las tasas de natalidad de los países sino que también controla su acceso al placer. Bah…, estoy diciendo esto como si fuera nuevo y resulta que la prostitución parece ser el oficio más viejo del mundo.
El otro aspecto al que quiero referirme brevemente es al de los asistentes a esa fiesta. Había allí políticos destacados de las dos orillas, artistas destacados de las dos orillas, músicos y hasta algún escritor perdido. Ellos, que tienen los medios necesarios, acceden al placer de forma directa (y si les alcanza para pagar una noche de sexo con la/el modelo que les interese, todavía más directamente) mientras que nosotros, los que tenemos que salir al otro día a laburar como buen hijo de vecino, recibimos sólo el coletazo televisivo. Sexo, droga y rock ´n roll era antes. Ahora es plata, fama y sexo. Y los demás que la miren por tevé. Bien controladitos.

viernes, 21 de agosto de 2009

NACIMIENTOS DE LIBROS MUERTOS


A través de la intuición los que de una forma u otra estamos familiarizados con los libros sabemos cuando estamos transitando por territorio virgen, cuando somos los primeros lectores de una página que se imprimió hace cincuenta, ochenta, cien años, y que se escribió muchísimo antes. Y más si para leerla hemos tenido que despegarlas de las anteriores y de las siguientes debido a esos clásicos defectos en el guillotinado original. La sensación es una mezcla de amargura con ilusión: nadie había leído esas palabras porque esas palabras nos estaban esperando a nosotros. El goce de este descubrimiento se empaña con la conciencia de la desidia del mundo hacia lo escrito.
Todo esto viene a cuento de ciertos sucesos de los que he sido objeto y sujeto estos días. Para empezar, una compañera de trabajo de Alejandra le dijo que, tras la muerte de su madre, tenía una colección completa de clásicos que le habían quedado sólo para complicarla en cuestiones de espacio. La madre le había comprado a ella y a sus hermanos, cuando aún eran liceales, noventa libros de la colección Biblioteca Básica Universal del Centro Editor de América Latina. Alejandra le dijo que sí, que claro que me podían interesar, que claro que yo andaba en “eso de los libros”, y su amiga me los regaló. Están todos: Walter Scott, Dostoievski, poetas franceses, ingleses, Thackeray, Tolstoi, Víctor Hugo, Pushkin, Dickens, Melville, Flaubert, Balzac, Pérez Galdós, etc., etc. ¡¡¡Noventa libros de regalo!!! El único que alguien ya leyó es el Quijote. Para los otros, seré el primero (eso si alguien no me pide alguno prestado, porque están a la orden).
Tengo además, y por motivos laborales, un ejemplar de Noche de San Juan y otros cuentos, de Mario Arregui. Lo tomé prestado de una biblioteca liceal. Es de una primera edición de la mítica Editorial Número, correspondiente al año 1956. Nadie hasta que llegó a mis manos lo había leído. Lo mismo sucede (está sucediendo porque es el libro que estoy leyendo ahora) con Dante y La Divina Comedia de Ruben R. Arean, editado en 1954 por Ediciones Medina (rara editorial, ¿no?) al cual he tenido que despegarle las páginas unidas por el borde externo.
Otra joyita: tengo una primera edición del póstumo Rosario de Eros de Delmira Agustini. Cuando se los muestro a los gurises no pueden creer que ese libro tenga más años que sus abuelos, ochenta y pico.
Otro libro que revivió en mis manos fue el Landmarks on English Literature, de Ilit Grondahl, editado en 1930 y que conseguí hace años por diez pesos en una venta de garage de la biblioteca del Anglo.
Pero el libro viejo y sin uso más llamativo que tengo en mis modestos anaqueles es el Estudio compendiado de la literatura contemporánea (tomo V) de Samuel Blixen que data de 1894, editada por Juan J. Dornaleche. Aún alejada la incipiente crítica literaria uruguaya de los formalismos y estructuralismos y existencialismos de la crítica del Siglo XX, es posible encontrar apreciaciones por lo menos graciosas y bien hijas de su época (que un poco parafrasean al entonces endiosado Taine), como la siguiente: “Jorge Byron debió nacer llevando en sí el germen de terribles disposiciones hereditarias, que su educación agravó aún más.” Algo que bien podría decirse de muchos.

viernes, 14 de agosto de 2009

FILOSOFÍA DE ALMACÉN: deporte, violencia y catarsis


(El siguiente texto forma parte de mi columna semanal del Primera Hora en San José.)


Domingo. 11 a.m. estamos con familia extendida, cocinando y hablando de bueyes perdidos, como los viejos. Es que estamos todos más viejos. Santiago y su primo Andrés, que se llevan cinco meses, lo dejan en evidencia.
Daniel (padre de Andrés), que es un músico amateur bastante aventajado, deja la guitarra y dice:
-Che… ¿cómo habrá estado la pelea de Chris Namús?
-No sé –respondo-. Ni quiero saber.
Pero a lo mejor sí quiero, porque un minuto después estamos en el cuarto de la computadora en internet. Ya sabemos que la uruguaya perdió por nocaut y nos aprestamos a ver el episodio en el youtube.

CATARSIS Y PULSIONES AGRESIVAS. Me da un poco de vergüenza admitir que no sentí lástima por lo que le estaba pasando a la boxeadora. La colombiana, una negra fortachona y reconcentrada (cero futuro en el espectáculo, eso sí) había desatado una maraña de golpes sobre el rostro angelical de nuestra púgil más famosa que ahora se debatía entre el desmayo y la desazón. El público hizo un silencio de luto, como si en vez del Palacio Peñarol se tratara del Maracaná hace cincuenta y nueve años.
Viendo todo aquello comienzo a pensar que alguien está loco y no soy yo. Muchas veces pienso en esto, aclaremos, pero en este caso particular mi convicción es acérrima: todos los que practican deportes como el boxeo, todos los que pegan y se hacen pegar en público y a veces frente a cámaras que transportarán las imágenes hasta millones de cerebros, bueno, esos tipos están locos. Y además son parte de un negocio. Y que quede claro lo siguiente: justifico y comparto la buena cosa que es practicar algún deporte relacionado con la defensa personal. Lo que no justifico es que ver a dos personas atacarse hasta la anulación esté bueno.
La pregunta que guíe nuestra reflexión debería ser: ¿por qué nos gusta el boxeo? ¿Por qué nos gusta ver que dos seres humanos se hagan daño con sus propias manos y después se saluden como si fueran caballeros de honor en la mesa redonda del Rey Arturo o damiselas ridículas y preciosas de las cortes de los últimos Luises? Para la respuesta conviene ir a la psicología. A una rústica psicología de almacén que le haga justicia a esta sección: ¡estamos haciendo catarsis! Es decir, cambiamos de estado una pulsión agresiva que está dentro de nosotros y la volcamos hacia un mundo entre simbólico y real representado por los combatientes de ocasión. Está claro que si a mí me gustara el boxeo no serviría para otra cosa que para hinchada. No sé lo que es pegarle a alguien más allá de aquellas escaramuzas escolares o liceales que todos acometimos. Aún así, a través de este fenómeno, me queda la posibilidad de participar aunque sea desde cierta lateralidad.
Para explicar de forma mínima esta posibilidad, digamos que la catarsis es un fenómeno que tanto puede darse en el deporte como en las artes y consiste en un sutil mecanismo de identificación entre los protagonistas de determinado antagonismo (las dos palabras vienen del gr. agón, “lucha”) y los espectadores. Un efecto de la catarsis se da, por ejemplo, cuando nosotros, que nunca fuimos asesinos ni se nos pasa por la cabeza tolerar la idea de la pena de muerte, sentimos un goce intensísimo cuando el personaje principal mata al malvado. En términos del deporte, la catarsis se da cuando nos identificamos con tal o cual equipo o tal o cual boxeador. Por eso, hace siete días, miles de personas quedaron calladas, porque esas miles de personas (¿tres mil?, ¿cuatro mil?) eran de alguna forma Chris Namús y creían en lo que ella representaba.
Ahora bien…, la que estaba allí para recibir los golpes era ella sola. Y no porque alguien se lo hubiera pedido. Lo más terrible es que ella quiso, de alguna manera, recibirlos. Y por supuesto que todos nosotros, también de una forma u otra, queríamos que los recibiera.

OTRA VEZ EL FÚTBOL. El boxeo o las competencias de taek-won-do (espero que se escriba así y no suscite mi ignorancia un castigo por demás inapropiado a mi status pacifista) llevan implícita la idea de la violencia. Todos los concurrentes a esos “espectáculos” saben que va a haber golpes, caídas, sangre e incluso muerte. Van justamente a ver eso, y como van de a miles, mi reproche hacia los avances de nuestra especie quiere ser recalcitrante. Pero cuando alguien va a presenciar un partido de fútbol, por más que el mecanismo de la catarsis sea bastante similar, espera ver cuestiones más estéticas, moñas, goles, caños, fintas, etc., relacionadas todas a una manifestación de la inteligencia corporal. Uno generalmente no espera encontrarse con golpes. He aquí sin embargo que en cuatro días dos equipos de fútbol uruguayos participaron de sendos juegos (juegos…) que, tras episodios de violencia explícita, no pudieron completarse.
Vayamos a Peñarol. Parece que un jugador del cuadro rival le deja la mano enganchada a un mediocampista aurinegro. Éste reacciona de forma bastante exagerada y arremete a golpes de puño contra el otro. Vienen los demás, se arma batahola y cada cual para su casa… En el caso de River Plate la cosa fue aún más lejos: un hincha del equipo contrario (Blooming de Bolivia) penetra en el campo de “juego” y le tira el cuerpo arriba a un jugador albirrojo.
En ambos casos lo que se desdibuja es el sistema de catarsis. En el caso del jugador de Peñarol que reacciona contra el otro, lo correcto, lo simbólicamente correcto, hubiera sido jugar mejor y a través de ese comportamiento vengar de forma simbólica la violencia recibida de forma real. En el caso del hincha, lo que sucedió es que dejó de sentirse representado por los integrantes del equipo de sus simpatías y entonces, no teniendo la posibilidad de esa catarsis simbólica, actuó irrumpiendo en el plano de la realidad.
Como se ve, cada vez andamos más cruzados.

lunes, 10 de agosto de 2009

RAZONES PARA LEER AL SPRINGER


Hace una semana terminé de leer El increíble Springer de Damián González Bertolino. Mediante este sencillo y emotivo acto la reúno junto a las obras del post precedente y añado una fuerte recomendación: hay que leer ese libro.
Razones para tal recomendación: 1) está muy bien escrito, 2) la acción predomina en general por sobre la expresión, 3) es una suerte de prolongación de un espeso universo narrativo ya existente (y aquí recuerdo a Valentín Trujillo, cuya narrativa no tiene nada que ver, y sin embargo tiene) (y no digo que ese universo narrativo ya exista en textos públicos, sino en un lugar más importante: en la cabeza del autor), 4) el aspecto descriptivo nunca es pesado y algunas descripciones pueden llegar a ser una belleza, 5) léanlo además para saber por qué, en breve, vamos a ver a DGB almorzando con Mirtha Legrand.

Y last but not least, a uno incluso le queda la sensación de que, tras la lectura de Threesomes, ha aprendido todo lo que necesita para entablar una conversación de golf con cualquier cajetilla. Y otra sensación también puede quedar: de cualquier triste ser humano, Morán por ejemplo, es posible escribir buena literatura.

Y además otra: ¡terminás de leerlo y te dan ganas de escribir! No es poca cosa para agradecerle a Damián.