domingo, 26 de julio de 2015

LO REVOLUCIONARIO (pequeño homenaje ultra anacrónico a Francois Babeuf)


F. Babeuf
En 1789 las asambleas representativas del Tercer Estado impulsaron lo que después sería denominado como la Revolución Francesa. Su acontecimiento emblemático ocurrió el 14 de julio de ese año, cuando los revolucionarios tomaron la Bastilla, la cárcel que oficiaba de símbolo del Antiguo Régimen, que hasta entonces no era tan antiguo sino que continuaba ejerciendo un poder casi absoluto. Aunque no la tomaron para liberar ningún preso sino para apropiarse del polvorín que había allí. La nobleza no iba a renunciar tan fácilmente a sus privilegios a favor de una burguesía que cada vez requería mayores potestades. Pero este era el conflicto entre los poderosos. Del otro lado de la calle, los pobres de verdad, tanto de la ciudad como del campesinado, sufrían la escasez de alimentos. No había pan ni cereales, producto de la labor de los acopiadores que hasta ese momento habían especulado vilmente con las crisis agrícolas y el anterior conflicto bélico con Inglaterra.
Entre las causas de la Revolución también pueden citarse los avances en el pensamiento del Siglo XVIII. Rousseau, Diderot, Montesquieu y sobre todo Voltaire, se encargaron de cimentar las bases filosóficas sobre las que los revolucionarios emprendieron la conquista de ciertos derechos universales y desconocidos hasta ese momento. El Deísmo como nueva concepción filosófico-religiosa, que alejaba a Dios de las cuestiones humanas y temporales y lo situaba en una posición de no incidencia concreta, forzó la idea de que los hombres eran todos iguales y que no había entre ellos una diferencia innata que a unos les permitiera reinar y a otros los condenara a la opresión ejercida por los primeros.
Más allá de los violentos vaivenes y de los excesos que caracterizaron los años siguientes, la revolución sería recordada sobre todo por el lema que tomó como ideal: Liberté, Égalité, Fraternité. Aunque cueste, en ocasiones, visualizar dónde quedó la tercera después de la constatación de las decenas de miles de decapitados en la guillotina tras el régimen del Terror.
Pero lo cierto e indiscutible es que en aquel momento empezó una nueva época en occidente.
La pregunta es la siguiente: hoy, 2015, ¿con qué haríamos la Revolución?
O incluso una anterior: ¿sería pertinente una revolución?, ¿realmente nos interesaría llevarla adelante?
No es posible negar que vivimos en tiempos de adormecimiento social. El sopor que ha calmado los reclamos de justicia económica proviene de cierto auge material que la clase media dominante (al menos en cantidad) ha experimentado en estos años. Mientras tengamos un acceso más o menos sencillo a créditos que nos permitan comprarnos un autito, hacer algún viaje a las termas o al exterior o improvisar una barbacoa en el fondo, ya nadie se permitirá hablar seriamente de cuestiones tan obsoletas y demodé como la pobreza y los cuestionamientos a la propiedad privada. Nadie en su sano juicio -ni oficialistas ni opositores- estaría dispuesto a renunciar a los privilegios obtenidos.
En este presente un tanto olvidadizo nada mejor que volver sobre el pensamiento de aquellos que desde el pasado, y habiéndolo arriesgado todo, dejaron preguntas abiertas. Es el caso de Francois Babeuf, un verdadero revolucionario guillotinado en 1797 por el Directorio que gobernaba Francia y del que Napoleón era la mano ejecutora. En una carta de 1787, dos años antes del inicio de la Revolución y diez antes de su ejecución, Babeuf se preguntaba lo mismo que podríamos preguntarnos hoy:


"¿Cuál sería el estado de un pueblo cuyas instituciones fuesen tales que reinara indistintamente entre cada uno de sus miembros individuales la más perfecta igualdad; que el suelo que habitara no fuese de nadie, sino que perteneciera a todos; en definitiva, que todo fuese común, hasta el producto de todos los tipos de industrias? ¿Serían autorizadas tales instituciones por la ley natural? ¿Sería posible que esta sociedad subsistiese, e incluso que fuesen practicables los medios para conseguir una distribución absolutamente igual?"