tag:blogger.com,1999:blog-61088685100235138522024-03-13T05:15:52.421-07:00TALÓN DE ULISESPedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.comBlogger105125tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-51840817920321970062016-04-22T12:33:00.001-07:002016-04-22T12:34:37.481-07:00Aproximación a la segunda parte del Quijote (EBO - 2013)<style type="text/css">P { margin-bottom: 0.21cm; direction: ltr; color: rgb(0, 0, 0); text-align: left; widows: 2; orphans: 2; }P.western { font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12pt; }P.cjk { font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12pt; }P.ctl { font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12pt; }</style>
<br />
<div align="CENTER" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><b><span style="font-size: x-small;"><span data-offset-key="1qen5-0-0"><span data-text="true">Hace tres años
me tocó hacer una selección de capítulos de la segunda parte del Quijote
para Ediciones de la Banda Oriental. También debí escribir una introducción y redactar
algunas notas. Aquí está lo que preparé para aquellas ediciones
especiales de literatura española que salían con un diario capitalino. </span></span> </span></b></span></div>
<div align="CENTER" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<a href="https://3.bp.blogspot.com/-6jHZdFw-sJM/Vxp8YvtLsoI/AAAAAAAAAmk/ETBvsDoRkOMQeWWtcGlAbRmNl28s5q5YgCLcB/s1600/Segunda_parte_del_ingenioso_caballero_don_Quijote_de_la_Mancha.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://3.bp.blogspot.com/-6jHZdFw-sJM/Vxp8YvtLsoI/AAAAAAAAAmk/ETBvsDoRkOMQeWWtcGlAbRmNl28s5q5YgCLcB/s320/Segunda_parte_del_ingenioso_caballero_don_Quijote_de_la_Mancha.jpg" width="194" /></a><span style="font-size: medium;"> </span></div>
<div align="CENTER" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: medium;"> </span><span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: medium;">Introducción </span></span></div>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
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</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><i>El lector y la obra</i></span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
</div>
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</span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
La <i>Segunda parte del Ingenioso Cavallero Don Quixote de la Mancha
</i>(Madrid, 1615), nos coloca frente a un creador en la plenitud de
su arte. Cervantes ha logrado una serie de avances, rompimientos y
reestructuraciones formales que harán de su obra la primera novela
moderna.
</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
Desde el punto de vista de la experiencia vital, el autor ha sufrido
la decadencia de una vejez empobrecida a la vez que ha visto burlada
su obra principal a manos de Avellaneda, el autor de un <i>Quijote</i>
apócrifo contra el que arremete Cervantes desde el mismo prólogo y
en cuanta ocasión se le cuadre. Se trata entonces de lavar la
afrenta y cerrar a la perfección una obra que jamás debió ser
profanada, pero que, considerando esa profanación, ha tenido en ella
una oportunidad para la reflexión así como una fuente importante de
inspiradas ironías contra el autor escudado en el seudónimo. El
espíritu del prólogo es, por tanto, volver a poner las cosas en su
lugar: el Quijote y Sancho son creación de Cervantes. El único
autorizado a completar esa creación es el lector.</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
¿Y qué margen de acción le cabe a este último? El narrador
insiste permanentemente en la locura de su personaje. Desde el primer
capítulo de la primera parte se vuelve sobre esto, tanto que
parecería inútil u ocioso pensar en ello desde otra perspectiva.
Pero el lector inteligente al que aspira Cervantes, ese que es capaz
de interpretar de forma apropiada la variedad de funciones narrativas
de estos personajes (ocasionalmente narradores, narratarios,
paranarradores y paranarratarios, por mencionar sólo algunas), tiene
en esta continuación de las aventuras de su héroe una larga lista
de episodios tras los que queda claro que la locura ya no es la base
del engaño. Los capítulos que hemos elegido nos llevan en esa
dirección.</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><i>Juegos de tiempo y espacio</i></span></div>
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</span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
</div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
En el capítulo XXIII don Quijote se dispone a referir sus aventuras
en la cueva de Montesinos, a la que ha bajado en el capítulo
anterior sostenido por una soga tendida por Sancho y un acompañante,
quienes ahora lo escuchan. El personaje se vuelve narrador en primera
persona de una aventura con ribetes legendarios que lo enaltecen. El
juego temporal y espacial se hace explícito cuando Sancho plantea:
<i>“Yo no sé, señor don Quijote, cómo vuestra merced en tan poco
espacio de tiempo como ha que está allá bajo haya visto tantas
cosas y hablado y respondido tanto”.</i></span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
Para Sancho, su amo ha permanecido en la cueva poco más de una
hora. Para don Quijote, en cambio, han sido tres días. El lector
debe realizarse preguntas: ¿es posible que la locura del personaje
permita un entramado lógico tan complejo como la narración de los
sucesos de la cueva?; ¿qué subyace a las extrañas actitudes y
palabras del personaje al salir de allí (final del capítulo XXII)?;
si el Quijote no está loco, ¿cuál es el beneficio tras la urdimbre
de sucesos tan espectaculares que serán escuchados sólo por dos
rústicos?</span></div>
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</span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
Por otro lado, es evidente que Sancho ha comprendido rápidamente el
manejo de los mecanismos “mágicos” que explican cualquier suceso
que les acaezca. Él mismo se ha valido antes de ellos en el famoso
episodio del encantamiento de Dulcinea (remitimos al capítulo X de
la segunda parte). En el capítulo XLI se pondrá en juego una vez
más su capacidad creativa. Se trata de la aventura de Clavileño,
enmarcada en la estadía de Sancho y su amo con los Duques. Es
necesario antes plantear algunas claves de lectura que pueden
encontrarse en los capítulos precedentes. El Duque y la Duquesa
están al tanto de las aventuras anteriores del Quijote y de Sancho y
por ello han pergeñado una serie de burlas con las que pretenden
divertirse a costa de los dos. Una de ellas consiste en la
utilización de un caballo fantástico que ha de transportar a los
dos protagonistas a su encuentro con Malambruno. El objetivo es
vencerlo y restituirles a algunas mujeres de la corte de los duques
su apariencia femenina, afectada por barbas producidas tras un
supuesto encantamiento. El Quijote y Sancho deben viajar con los ojos
vendados, aunque en realidad no se moverán del lugar. Todo el
episodio en sí reboza de humor y se remata con un relato de Sancho
en el que cuenta cómo se corrió la venda de los ojos y pudo ver el
planeta y sus habitantes desde las alturas del cielo para después
incluso apearse de Clavileño y jugar con las siete cabritas, a las
que además describe puntillosamente. El Quijote desconfía de todo
esto, pero recuerda lo sucedido antes en la cueva y la incredulidad
de Sancho y aprovecha para sentenciar: <i>“Sancho, pues vos queréis
que se os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me
creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos. Y nos os digo
más”. </i></span>
</div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
Una nueva pregunta podría ser: ¿cómo se construye la <i>realidad</i>?
</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
</div>
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</span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><i>El legado del personaje</i></span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
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<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
</div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
Los capítulos siguientes a la aventura de Clavileño están
dedicados a los consejos que don Quijote le ofrece a Sancho ante la
inminencia de su cargo de gobernador de la ínsula. Matizados con la
característica comicidad de los diálogos entre los dos, pueden
leerse como la expresión de las ideas del personaje en algunos temas
importantes que hacen a la vida del ser humano.
</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
Los consejos van dirigidos tanto al alma como al cuerpo. Entre los
primeros destacan los referentes al acto de dispensar justicia. <i>“Si
acaso doblares la vara de la justicia</i> <span style="font-size: small;"><i>—</i></span>dice
don Quijote<span style="font-size: small;"><i>—</i></span> <i>no sea con el peso de la
dádiva sino con el de la misericordia”.</i> ¿Puede haber acaso
tema más actual para los lectores del siglo XXI? A poco menos de
cuatrocientos años, don Quijote continúa interpelándonos.</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
Otro abordaje importante es el de la virtud en contraposición a la
nobleza heredada. Don Quijote, sin desdeñar de la segunda, toma
partido por la primera: <i>“Mira, Sancho: si tomas por medio a la
virtud, y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué
tener envidia a los que los tienen de príncipes y señores, porque
la sangre se hereda y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí
sola lo que la sangre no vale”</i>.
</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
No menos significativos resultan los consejos referentes al cuerpo y
el intercambio de palabras sobre los refranes, a los que Sancho acude
a cada instante y el Quijote cada vez más seguido.
</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
Poco después Sancho es trasladado hasta la ínsula Barataria, donde
gobernará con particular inteligencia. De esa serie de capítulos
incluimos el XLV por constituirse en la inauguración del gobierno de
Sancho y en una muestra de su inteligencia mediante la resolución de
ciertos casos problemáticos. De nuevo se repite el mecanismo de
montaje de una realidad fingida. Y de nuevo nuestro personaje es
capaz de salir airoso de los desafíos propuestos, sorprendiendo a
los fingidores con sus decisiones y actitudes. También es un
capítulo rico en posibles relaciones intertextuales. Por su
inserción en la estructura narrativa, los tres breves relatos
incluidos en él pueden relacionarse, entre otras obras, con el
<i>Decamerón</i> de Boccaccio, <i>El conde Lucanor</i> de don Juan
Manuel e incluso el <i>Lazarillo</i>. El valor de estas referencias
no radica en la originalidad de lo que se cuenta sino en las posibles
asociaciones temáticas con las obras mencionadas.</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
La selección se cierra con los capítulos LXIV y LXXIV. En el
primero se narra la derrota de don Quijote a manos del Caballero de
la Blanca Luna, personificado por el bachiller Sansón Carrasco. Se
trata de un personaje aparecido a comienzos de la segunda parte y al
que el Quijote había vencido ya una vez bajo el nombre de Caballero
de los Espejos (capítulos XII al XV). En esta oportunidad el combate
se decide rápidamente a favor de Sansón Carrasco y el resultado
final es, desde un punto de vista simbólico, la muerte de la ficción
(o de la locura) a manos de una realidad prosaica, insulsa, triste.
</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
El último capítulo, además de conducirnos a la resolución de la
obra, completa el proceso operado en los dos personajes durante toda
la novela: la <i>sanchificación</i> del Quijote y la <i>quijotización</i>
de Sancho. Los dos personajes han interactuado de tal forma a lo
largo de toda la narración que ahora, en el momento final ante la
muerte, el espíritu original de cada uno late en el otro. Don
Quijote (¿o sería mejor decir Alonso Quijano?) y Sancho juegan a
representar, en el último acto, algo completamente distinto a lo que
habían sido desde el inicio.
</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
Es la última transformación posible en una novela donde
prácticamente todo se transforma.
</span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
</div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="RIGHT" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><i>Pedro Peña</i></span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
</div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><span style="background: #ffffff;">Bibliografía</span></span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span>
</div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" lang="" style="line-height: 100%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><span style="font-size: small;"><span style="background: #ffffff;">Ayala, Francisco. “La
invención del «Quijote»” en Cervantes, Miguel de. <i>Don Quijote
de la Mancha.</i><span style="font-style: normal;"> Edición del IV
Centenario.</span> San Pablo, Alfaguara, 2004. </span></span></span>
</div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><span style="background: #ffffff;">Hauser, Arnold. Historia social de
la literatura y el arte, 1951. </span></span>
</div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><span style="background: #ffffff;">Torrente Ballester, Gonzalo. <i>El
Quijote como juego</i> <i>y otros trabajos críticos</i>,
Barcelona, Destino, 2004.</span></span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><span style="background: #ffffff;">Hatzfeld, Helmut. <i>El
Quijote como obra de arte del lenguaje</i>, Madrid, Instituto Miguel
de Cervantes, 1972.</span></span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><span style="background: #ffffff;">Percas de Ponseti,
Helena. <i>Cervantes y su concepto del arte: estudio crítico de
algunos aspectos y episodios del «Quijote»</i>. (2004) Disponible
en edición digital.</span></span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><span style="color: black;"><span style="background: #ffffff;">Gerchunoff,
Alberto. </span></span><span style="color: black;"><i><span style="background: #ffffff;">La
jofaina maravillosa</span></i></span><span style="color: black;"><span style="background: #ffffff;">.
Edición digital de la Biblioteca Virtual Cervantes.</span></span></span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><span style="background: #ffffff;">Riquer, Martín de. “Cervantes y
el «Quijote»” <span style="font-size: small;"><span lang="">en Cervantes, Miguel de.
</span></span><span style="font-size: small;"><span lang=""><i>Don Quijote de la Mancha.</i></span></span><span style="font-size: small;"><span lang=""><span style="font-style: normal;">
Edición del IV Centenario.</span></span></span><span style="font-size: small;"><span lang="">
San Pablo, Alfaguara, 2004. </span></span></span></span>
</div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" class="western" lang="es-ES" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><span style="background: #ffffff;">Riquer Morera, Martín
de. <i>Aproximación al «Quijote»</i>, Barcelona, 1967.</span></span></div>
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">
</span>
<div align="JUSTIFY" lang="es-ES" style="line-height: 100%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><span style="color: black;"><span style="font-size: small;"><span lang=""><span style="background: #ffffff;">Vargas
Llosa, Mario. “Una novela para el siglo XXI” en Cervantes, Miguel
de. </span></span></span></span><span style="color: black;"><span style="font-size: small;"><span lang=""><i><span style="background: #ffffff;">Don
Quijote de la Mancha.</span></i></span></span></span><span style="color: black;"><span style="font-size: small;"><span lang=""><span style="font-style: normal;"><span style="background: #ffffff;">
Edición del IV Centenario.</span></span></span></span></span><span style="color: black;"><span style="font-size: small;"><span lang=""><span style="background: #ffffff;">
San Pablo, Alfaguara, 2004.</span></span></span></span></span></div>
Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-53410005019569784632015-08-13T10:34:00.000-07:002015-08-13T10:34:00.728-07:00MIGRAR
<style type="text/css">P { margin-bottom: 0.21cm; direction: ltr; color: rgb(0, 0, 0); }P.western { font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12pt; }P.cjk { font-family: "Droid Sans Fallback"; font-size: 12pt; }P.ctl { font-family: "FreeSans"; font-size: 12pt; }</style>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-gdrPoTQt018/VczU1ehURfI/AAAAAAAAAiw/xf0epS_mV80/s1600/imagenmigrar.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="213" src="http://1.bp.blogspot.com/-gdrPoTQt018/VczU1ehURfI/AAAAAAAAAiw/xf0epS_mV80/s320/imagenmigrar.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Hay algo extraño en
la forma en la que los países nos relacionamos. Hay algo injusto. No
voy a descubrir nada si digo que la actitud de Europa de cerrarse
sobre sí misma es una actitud injusta y peligrosa. Claro que no es
peligrosa para los europeos. Es peligrosa para los cientos de
personas que todos los días intentan llegar a sus costas
provenientes del norte de África. Personas en tan miserables estados
de pobreza que prefieren arriesgar sus vidas a continuar viviendo de
esa forma.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
El problema tal vez
no sean las personas comunes, las personas a las que, salvando las
enormes distancias, podríamos llamar personas como uno. El tema está
en las altas cúpulas que siguen considerando que los habitantes de
los países que ellos gobiernan son preferibles a los habitantes de
cualquier otro país. Es un conflicto entre pobres y ricos y la base
del conflicto es que los ricos no quieren compartir la fuente de su
riqueza con los pobres.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Si lo ponemos en una
perspectiva histórica, las relaciones entre lo europeo y lo que no
es europeo siempre han sido tensas. Los vikingos, que con Erik el
Rojo navegaron las regiones del Atlántico Norte y llegaron a
Groenlandia, luego, con Leif Erikson (hijo de Erik, como indica la
composición de su nombre), se proyectaron hacia lo que hoy es
Norteamérica y se establecieron allí a explotar las riquezas
naturales, sobre todo los cueros, y a comerciar de forma incipiente
con los nativos, como lo demostrarían algunos hallazgos de monedas
nórdicas en sitios arqueológicos de la región. Pero en todo caso,
y aunque los vikingos solían ser bastante brutales, no llevaban como
objetivo primario la conquista del nuevo territorio ni la imposición
en él de su antigua religión.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Quinientos años
después los españoles iniciarían el proceso de expansión y
conquista más sanguinario de la historia de la humanidad. Los
amparaba en sus motivaciones una serie de conceptos religiosos y
filosóficos que los hacía verse, a ellos en particular y a los
europeos en general, como los representantes de la única forma
posible de civilización. Los nativos americanos, que andaban
desnudos, eran promiscuos, veneraban dioses falsos asociados a los
fenómenos naturales y en algunas ocasiones hasta practicaban el
canibalismo, no eran más que animales a los que había que adiestrar
y usar y a los que, de paso, podían usurpárseles las riquezas que
les pertenecían, incluyendo su oro y sus territorios. Por no hablar
de esclavizarlos tranquilamente para que ellos mismos fueran los que
proporcionaran su propia fuerza al saqueo que se hacía de sus
propios bienes.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Bartolomé de las
Casas, un sacerdote defensor de los indios, contó en sus crónicas
de aquella época el proceder de los españoles: mediante engaños
llevaban a los jefes de las tribus a sus barcos, los capturaban,
luego atacaban a la desprotegida tribu, violaban a las mujeres,
capturaban a los jóvenes y los sometían al régimen de encomienda.
Cuando los reyes españoles se vieron en la necesidad de regular
estos abusos se dio pie al inicio del esclavismo negro que trasladó
durante varios siglos muchos millones de africanos al nuevo
continente.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Luego de los procesos
de conquista y colonización sobrevino el de independencia. Ya como
países autónomos, estas regiones han recibido durante decenios la
emigración producida por las diversas crisis económicas y políticas
europeas. Millones de españoles, portugueses, alemanes, ingleses,
italianos, irlandeses, han sido acogidos por los países americanos
sin ningún tipo de condicionamiento especial y confiando siempre en
las posibilidades de crecimiento que estos hombres y mujeres
aportarían a las nuevas sociedades en formación. Sobre todo en el
problemático periodo que va desde 1870 a 1940, América fue la
válvula de escape de Europa y contribuyó a salvar y darle
oportunidades a muchos de nuestros abuelos, bisabuelos y
tatarabuelos.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
La pregunta resulta
obvia: ¿por qué el mundo -en pleno Siglo XXI- no es un lugar más
abierto a los flujos migratorios? ¿Por qué deben morir en el
Mediterráneo, día a día, decenas de africanos cuya única
intención al llegar a Europa sería la de prosperar trabajando en
aquellas labores que los mismos europeos no querrían realizar?
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Quedan abiertas las
preguntas.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-80329930715308081062015-08-02T08:51:00.000-07:002015-08-02T08:51:09.334-07:00LAICIDAD, VELOS Y CUERPOS DESNUDOS
<style type="text/css">P { margin-bottom: 0.21cm; direction: ltr; color: rgb(0, 0, 0); }P.western { font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12pt; }P.cjk { font-family: "Droid Sans Fallback"; font-size: 12pt; }P.ctl { font-family: "FreeSans"; font-size: 12pt; }A:link { }</style>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-wKvgaPMgSDU/Vb48SrB6jQI/AAAAAAAAAic/jtcETOUC9gU/s1600/cruz.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://1.bp.blogspot.com/-wKvgaPMgSDU/Vb48SrB6jQI/AAAAAAAAAic/jtcETOUC9gU/s320/cruz.jpg" width="277" /></a></div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Comencemos por una
pregunta sencilla: ¿por qué nos vestimos?</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Las respuestas
podrían incluir conceptos tales como el abrigo, la protección, las
posibilidades de migración y conquista de nuevos territorios. Pero
tal vez la respuesta tenga que ver con nuestra forma de organizar el
desorden natural de nuestras pulsiones. La vestimenta se convierte
entonces en un freno, una primera barrera que la convención social
impone a la pulsión reproductiva y una victoria de lo cultural sobre
lo que podríamos llamar natural. Porque una cosa es segura: lo
“natural” sería que anduviéramos desnudos.</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Según el <i>Éxodo</i>
(segundo libro de la <i>Biblia</i>), Moisés recibió del propio
Yaveh las <i>Tablas de la Ley</i> cuando conducía a su pueblo fuera
de la esclavitud en la que los egipcios los habían sumido. Más allá
de la lectura religiosa que puede hacerse del relato bíblico, es
posible realizar una aproximación de corte más sociológico
especulativo. Un pueblo al que se le dice, entre muchas otras cosas,
que no debe adorar dioses falsos, que no debe codiciar ni pretender
las pertenencias del prójimo (y entre ellas se menciona claramente a
la mujer), que no debe robar, cometer adulterio o matar, es un pueblo
que adora dioses falsos, codicia lo del prójimo, comete robos,
adulterios y asesinatos. Los diez mandamientos del <i>Antiguo
Testamento</i> no son solo el pedido del Ser Supremo a sus fieles.
También son la manifestación clara de un estado de las cosas que
debe ser cambiado para bien. ¿Quién puede dudar de los avances que
implicaron para la sociedad del momento la regulación de las
relaciones humanas tal y como se visualiza en el texto escrito sobre
las tablas de piedra?</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Y desde allí en
adelante nuestra naturaleza ha cedido espacio ante lo que hemos
concebido desde la cultura. La vestimenta es simplemete una muestra
ilustrativa de este fenómeno. Y las distintas civilizaciones,
culturas y hasta manifestaciones religiosas tienen al respecto algo
que agregar. Lo que es tolerable para algunas de ellas no lo es para
otras. Nosotros, sin ir más lejos, no podríamos andar desnudos de
cuerpo entero o portando solamente adornos en nuestros penes o senos,
como lo hacen algunas tribus del Amazonas. Imagínense una reunión
política, una velada en el teatro, un partido de fútbol, una clase
de la universidad, en esas condiciones. Sin dudas que no sería
cómodo para todo el mundo. Y desde esa constatación ya no debería
ser un problema imaginar lo que ocurriría si a niñas que profesan
el Islam se les obligara a no usar el velo con el que cubren su
cabello amparados en un criterio de laicidad que sencillamente está
mal enfocado. Porque la laicidad no es, como ha planteado
recientemente Julio María Sanguinetti, neutralidad. La neutralidad,
al igual que la objetividad de juicio, no existe.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
La laicidad en el
plano educativo debería ser entendida como un valor que debe
resignificarse todo el tiempo con las actitudes de los agentes
sociales sujetos a él. De su formulación no deben estar ausentes
los intereses de los estudiantes, las familias y los docentes. Desde
un punto de vista religioso, la laicidad no implica la negación de
los principios de la religión sino la tolerancia hacia los
principios, usos y costumbres de otras religiones siempre y cuando
estos no atenten contra el bien público. Y así como no se me ocurre
que atente contra el bien público la enorme cruz que fue erigida en
el gobierno de Sanguinetti para conmemorar la visita de Juan Pablo
II, tampoco creo que lo haga el uso del velo por parte de niñas
educadas y criadas según los preceptos del Islam y, cabe aclararlo,
no precisamente del Islam más radical.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
En las sociedades
actuales los flujos de migración tienden a enriquecer los paisajes
culturales de las naciones. Los inmigrantes deberían ser bienvenidos
en nuestro país y nuestro país debería ser lo que, según dicen,
fue en el pasado: un espacio propicio para que las personas que han
vivido dificultades en sus propios países puedan afincarse y
progresar sin hacerle mal a nadie, y sin que nadie se arrogue el
derecho de pretender regular sus creencias más íntimas, si es que
estas no vulneran los derechos de otros que no las practican.
Tenemos, en este punto, la oportunidad de dejar de ser conservadores
de la última hora. Por una vez en la vida, convendría tomar esa
oportunidad.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-71263622490129625792015-07-26T16:03:00.001-07:002015-07-26T16:03:29.818-07:00LO REVOLUCIONARIO (pequeño homenaje ultra anacrónico a Francois Babeuf)
<style type="text/css">P { margin-bottom: 0.21cm; direction: ltr; color: rgb(0, 0, 0); }P.western { font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12pt; }P.cjk { font-family: "Droid Sans Fallback"; font-size: 12pt; }P.ctl { font-family: "FreeSans"; font-size: 12pt; }</style>
<br />
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
</div>
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: right; margin-left: 1em; text-align: right;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/-VoxQlm7hMRU/VbVnBotTHnI/AAAAAAAAAiI/vewlHUHZgOo/s1600/babeuf.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-VoxQlm7hMRU/VbVnBotTHnI/AAAAAAAAAiI/vewlHUHZgOo/s1600/babeuf.jpg" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">F. Babeuf</td></tr>
</tbody></table>
En 1789 las asambleas
representativas del Tercer Estado impulsaron lo que después sería
denominado como la Revolución Francesa. Su acontecimiento
emblemático ocurrió el 14 de julio de ese año, cuando los
revolucionarios tomaron la Bastilla, la cárcel que oficiaba de
símbolo del Antiguo Régimen, que hasta entonces no era tan antiguo
sino que continuaba ejerciendo un poder casi absoluto. Aunque no la
tomaron para liberar ningún preso sino para apropiarse del polvorín
que había allí. La nobleza no iba a renunciar tan fácilmente a sus
privilegios a favor de una burguesía que cada vez requería mayores
potestades. Pero este era el conflicto entre los poderosos. Del otro
lado de la calle, los pobres de verdad, tanto de la ciudad como del
campesinado, sufrían la escasez de alimentos. No había pan ni
cereales, producto de la labor de los acopiadores que hasta ese
momento habían especulado vilmente con las crisis agrícolas y el
anterior conflicto bélico con Inglaterra.
<br />
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Entre las causas de
la Revolución también pueden citarse los avances en el pensamiento
del Siglo XVIII. Rousseau, Diderot, Montesquieu y sobre todo
Voltaire, se encargaron de cimentar las bases filosóficas sobre las
que los revolucionarios emprendieron la conquista de ciertos derechos
universales y desconocidos hasta ese momento. El Deísmo como nueva
concepción filosófico-religiosa, que alejaba a Dios de las
cuestiones humanas y temporales y lo situaba en una posición de no
incidencia concreta, forzó la idea de que los hombres eran todos
iguales y que no había entre ellos una diferencia innata que a unos
les permitiera reinar y a otros los condenara a la opresión ejercida
por los primeros.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Más allá de los
violentos vaivenes y de los excesos que caracterizaron los años
siguientes, la revolución sería recordada sobre todo por el lema
que tomó como ideal: <i>Liberté</i>, <i>Égalité</i>, <i>Fraternité</i>.
Aunque cueste, en ocasiones, visualizar dónde quedó la tercera
después de la constatación de las decenas de miles de decapitados
en la guillotina tras el régimen del Terror.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
Pero lo cierto e
indiscutible es que en aquel momento empezó una nueva época en
occidente.
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
La pregunta es la
siguiente: hoy, 2015, ¿con qué haríamos la Revolución?</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
O incluso una
anterior: ¿sería pertinente una revolución?, ¿realmente nos
interesaría llevarla adelante?</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
No es posible negar
que vivimos en tiempos de adormecimiento social. El sopor que ha
calmado los reclamos de justicia económica proviene de cierto auge
material que la clase media dominante (al menos en cantidad) ha
experimentado en estos años. Mientras tengamos un acceso más o
menos sencillo a créditos que nos permitan comprarnos un autito,
hacer algún viaje a las termas o al exterior o improvisar una
barbacoa en el fondo, ya nadie se permitirá hablar seriamente de
cuestiones tan obsoletas y <i>demodé</i> como la pobreza y los
cuestionamientos a la propiedad privada. Nadie en su sano juicio -ni
oficialistas ni opositores- estaría dispuesto a renunciar a los
privilegios obtenidos.</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
En este presente un
tanto olvidadizo nada mejor que volver sobre el pensamiento de
aquellos que desde el pasado, y habiéndolo arriesgado todo, dejaron
preguntas abiertas. Es el caso de Francois Babeuf, un verdadero
revolucionario guillotinado en 1797 por el Directorio que gobernaba
Francia y del que Napoleón era la mano ejecutora. En una carta de
1787, dos años antes del inicio de la Revolución y diez antes de su
ejecución, Babeuf se preguntaba lo mismo que podríamos preguntarnos
hoy:</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div class="western">
<i><b>"¿Cuál sería el estado de un pueblo
cuyas instituciones fuesen tales que reinara indistintamente entre
cada uno de sus miembros individuales la más perfecta igualdad; que
el suelo que habitara no fuese de nadie, sino que perteneciera a
todos; en definitiva, que todo fuese común, hasta el producto de
todos los tipos de industrias? ¿Serían autorizadas tales
instituciones por la ley natural? ¿Sería posible que esta sociedad
subsistiese, e incluso que fuesen practicables los medios para
conseguir una distribución absolutamente igual?"</b></i></div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-55180948805960921482015-05-15T08:28:00.000-07:002015-05-15T08:28:28.909-07:00CARLOS MAGGI entrevistado acerca de Mario Arregui<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-gi2twcJSS3w/VVYP0ktOPbI/AAAAAAAAAgI/N3sO2OecKxk/s1600/imagen%2Bmaggi.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="132" src="http://1.bp.blogspot.com/-gi2twcJSS3w/VVYP0ktOPbI/AAAAAAAAAgI/N3sO2OecKxk/s200/imagen%2Bmaggi.jpg" width="200" /></a></div>
<b>Durante el año 2009 di clases en el liceo de Ismael Cortinas.</b> <strong><span style="font-size: 85%;">Mis alumnos de cuarto año, le hicieron una entrevista a Carlos
Maggi sobre otro del 45: Mario Arregui (a quien estábamos estudiando en su momento). Uno podía tener diferencias
notables con Maggi, claro, pero yo siempre le agradeceré su
gesto, su compromiso y su disposición para dialogar de igual a igual con
aquellos gurises.</span></strong><br />
<strong><span style="font-size: 85%;">Lo que sigue son las preguntas que le realizaron mis estudiantes y las respuestas del querido viejo Maggi. </span></strong><br />
<br />
<div>
<span style="font-size: 130%;">Entrevista a Carlos Maggi sobre Mario Arregui:<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-Dmy6Js0e_wQ/VVYPq9uUtZI/AAAAAAAAAgA/gT00Q2bCdUM/s1600/imagen%2Barregui.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="200" src="http://3.bp.blogspot.com/-Dmy6Js0e_wQ/VVYPq9uUtZI/AAAAAAAAAgA/gT00Q2bCdUM/s200/imagen%2Barregui.jpg" width="130" /></a></div>
</span></div>
<div>
<span style="font-size: 85%;"></span></div>
<br /><div>
<strong><span style="font-size: 85%;"></span></strong></div>
<br /><div>
¿CÓMO CONOCIÓ A MARIO ARREGUI?</div>
<br /><div>
En
1942, yo tenía veinte años y con Maneco Flores Mora (un compañero de
clase desde primaria hasta sexto de secundaria, donde éramos alumnos)
editábamos junto con Leopoldo Nóvoa (que después fue un pintor exitoso
en París) una revista llamada APEX.<br />Sabíamos que en el café Metro, en
la rinconada de la Plaza Libertad, había una barra de muchachos que
como nosotros estaban en el quehacer literario y fuimos a pedirle una
colaboración a uno de ellos, Carlos Denis Molina; un maragato poeta que
escribió una preciosa novela titulada Lloverá siempre.<br />Denis Molina había ganado un premio con una obra de teatro titulada el El regreso de Ulises.<br />En esa barra encontramos a Mario Arregui, conocimos sus cuentos y sus opiniones y resultó ser un tipo formidable.<br /><br />¿SE SIENTE USTED HOMENAJEADO AL SER RECONOCIDO POR PERTENECER A LA GENERACIÓN DEL 45?<br /><br />Mi
generación no fue homenajeada, fue una generación de lucha externa,
contra el falso optimismo de nuestros mayores que veían iniciarse un
gran estancamiento nacional y seguían viviendo como en los años de
nuestro gran apogeo batllista.<br />Y al mismo tiempo, fue una generación
de lucha interna. Reaccionamos contra los que se aplaudían sin que
hubiera méritos para ello; y al mismo tiempo, reaccionamos contra
nosotros mismos, tratándonos con el mayor rigor crítico.<br />Yo me atreví
a publicar mi primer libro, Polvo enamorado en el año 52, cuando tenía
30 años. Ya había quemado muchos cuentos y una novela, El gorro verde,
que había ganado el concurso literario del Centro de Estudiantes donde
Paco Espínola era integrante del jurado; que fue así como lo conocí
hacia 1943. Paco era un gran maestro en ese momento y tenía 42 años.
Onetti era otro gran maestro y tenía 34. Era un tiempo bueno para la
cultura.<br /><br />¿QUÉ ES PARA USTED LA GENERACIÓN DEL 45 DESDE UNA PERSPECTIVA INTERNA, YA QUE FORMA PARTE DE LA MISMA?<br /><br />Soy
uno de ellos y nada más; un escritor porfiado; y un testigo cuyo mayor
privilegio es durar muchos años en plena salud. Tuve amigos entrañables
con los cuales compartí la preciosa vocación humanística y un trato
personal de amistad, absolutamente insustituible.<br /><br />¿QUÉ CUENTO DE ARREGUI LE GUSTA MÁS? ¿POR QUÉ?<br />No puedo elegir con seguridad, tal vez el más perfecto y desgarrador sea “Un cuento con un pozo”.<br /><br />¿SE SIENTE IDENTIFICADO CON ALGUNO DE ELLOS? ¿CON CUÁL? ¿POR QUÉ?<br /><br />No.
No es “UN” cuento lo que me importa. Me siento identificado con Mario y
su planteamiento moral de la literatura; y corresponde fielmente a su
modo de ser.<br />Su modo de ser y su obra se parecen mucho. Era un hombre
austero, responsable y duro, escribía temas que en el fondo cuentan un
solo cuento: uno y su obligación de ser auténticamente uno mismo.<br /><br />¿TIENE ALGUNA ANÉCDOTA DE LA GENERACIÓN DEL 45?<br /><br />Siempre
pasan cosas que después, vistas a la distancia, resultan un tanto
ridículas y hacen sonreír. Una vez nos cruzamos con Emir Rodriguez
Monegal que era muy ácido para criticar. Yo estaba furioso con él por lo
que había escrito sobre Morosoli y sobre Felisberto Hernández. Lo
saludé con un: ¿qué tal?; y después me arrepentí. Di vuelta, lo detuve y
le dije: No voy a saludarte más. Cada vez que te saludo, miento. No me
interesa que estés bien.<br /><br />¿CUÁL ES SU MAYOR RECUERDO DE ARREGUI?</div>
<div>
<br />Era
un tipo maravilloso. Un día discutimos en el Metro hasta las dos de la
mañana y cuando nos levantamos de la mesa, nos fuimos juntos caminando
por 18 de julio. El vivía en Mercedes y Olimar y yo en 18 y Ejido.
Cuando llegamos frente a mi casa, le dije, bastante impaciente: ¿No se
cómo podés seguir con eso?<br />Ni me acuerdo sobre qué versaba la
polémica, pero me acuerdo muy bien de la respuesta de Mario. Dijo, sin
apurarse: sigo con eso porque estoy equivocado.<br /><br />¿QUÉ RELACIÓN TENÍA CON ÉL APARTE DE COMPARTIR IDEAS SOBRE LA LITERATURA? ¿FUERON BUENOS AMIGOS?<br /><br />Nunca
recibí una mala acción o una molestia que proviniera de Mario. Fuimos
grandes amigos. Cuando dejamos de ir al café fue por razones de familia.
Nos habíamos casado y teníamos hijos; él pasaba temporadas en la
estancia; llegaba a Montevideo y nos encontrábamos como siempre.<br />Era
una manera muy linda de confraternizar en todo, incluido en aquello que
no coincidíamos. Mario era comunista, pero cuando Maneco iba a Flores en
medio de una campaña electoral, Mario le conseguía el equipo, los
altavoces del Partido Comunista para la amplificación de sus actos por
el Partido Colorado.<br /><br />¿RECUERDA ALGÚN HECHO IMPORTANTE QUE HAYAN VIVIDO JUNTOS?<br /><br />La
madre de Mario tuvo un accidente de tránsito, fue hospitalizada y
falleció unas horas después. Cuando Mario pudo comunicarse con la
estancia, supo que su padre y su hermano ya habían salido para
Montevideo, sin conocer la noticia. Iban a llegar para encontrarse con
un velorio armado en su casa.<br />Conseguimos un auto prestado después de
muchas vueltas y cuando Mario fijó el lugar y el tiempo que nos quedaba
para poder atajarlos, tuvimos que salir a cien por hora.<br />Mario no
sabía manejar. Manejaba yo, porque había tenido una cachila; pero en
realidad no sabía manejar ni tenía libreta; y menos con semejante
Chevrolet a todo lo que daba (creo que era de la madre del Tola
Invernizzi). Es un recuerdo viejo y está borroso, años 46 o 47. Solo
tengo presentes las veces que estuve a punto de chocar. </div>
Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-65493872564288534902014-08-29T17:21:00.000-07:002014-08-29T17:21:03.304-07:00NUEVOS PERSONAJES EN LA SAGA DE AGUSTÍN FLORES<span class="userContent">ELIZALDE, Pablo: Jefe de Investigación. Coordina el equipo que
investiga crímenes inusuales. </span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/--2Uthd2gxhA/VAEYv1dECZI/AAAAAAAAAcg/8aXd5yGHZgQ/s1600/A%2BVECES%2BTARDA%2C%2BCASI%2BNUNCA%2BLLEGA%2Btapita.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/--2Uthd2gxhA/VAEYv1dECZI/AAAAAAAAAcg/8aXd5yGHZgQ/s1600/A%2BVECES%2BTARDA%2C%2BCASI%2BNUNCA%2BLLEGA%2Btapita.jpg" height="320" width="215" /></a></div>
En sus cincuenta. Viudo en circunstanci<span class="text_exposed_show">as
que no se aclaran. Tres hijas, de las que en la novela aparecen solo
dos. Su padre padece una enfermedad en fase terminal. Gonzalo, su
hermano, es sacerdote. Hay una culpa rondándolo desde hace tiempo.<br /> <br />
FERREIRA: en sus cuarenta. Es la mano derecha de Elizalde. Cuando las
cosas no van bien, se encierran juntos a hablar. Es el único del equipo
que lo llama por su nombre. Ferreira es algo irónico y se las tira de
seductor. No siempre tiene éxito.<br /> <br /> LÓPEZ: también en sus
cuarenta. Su carrera policial estaba destinada a la medianía hasta que
Elizalde lo convocó. Es un hombre de extrema confianza. No es
inteligente pero compensa con el empeño. <br /> <br /> CUADRO: un poco más
joven que López, su función principal es la de chofer. Y lo hace a la
perfección, aunque con un pequeño detalle agregado que puede exasperar a
sus acompañantes. Junto a López, conforman un dúo bastante
impredecible.<br /> <br /> BERMÚDEZ: treinta y pocos. Es la nueva encargada
de prensa de la oficina. Es la única integrante del equipo que no fue
pedida por Elizalde. Todo lo que llega a los medios pasa por ella. O al
menos debería hacerlo. Según Elizalde los tiene a todos bastante
movilizados. Ferreira no admite que sea una mina tan espectacular como
López y Cuadro advierten. Es una mujer sensata y absolutamente
confiable. Aunque Elizalde no lo ve tan claro.<br /> <br /> Y POR SUPUESTO, AGUSTÍN FLORES. Aunque Agustín... no necesita presentación.<br /> <br /> TEXTO DE CONTRATAPA<br /> <br /> Los tiempos han cambiado y cuando la justicia no llega, algunos prefieren salir a buscarla con sus propios métodos.<br /> <br />
Una serie de asesinatos macabros ocurridos durante 2013 son el eje de
la acción de esta novela. Los criminales no dejan cabos sueltos y pronto
la oficina de investigaciones comandada por Elizalde deberá enfrentarse
con un enemigo más difícil de lo acostumbrado.<br /> <br /> Mientras tanto,
¿dónde está Agustín Flores? Escondido de quienes pretenden esconderlo,
esta cuarta entrega lo encuentra alejado de todo.<br /> <br /> O al menos eso es lo que él cree.</span>Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-79478522413465324212014-08-10T07:18:00.000-07:002014-08-10T07:29:48.514-07:00Escrituras del yo (II): CABALLOS<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-dCPNnC-WMT8/U-d77Q8YrxI/AAAAAAAAAbw/2KrBuoszKUU/s1600/Foto2428.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-dCPNnC-WMT8/U-d77Q8YrxI/AAAAAAAAAbw/2KrBuoszKUU/s1600/Foto2428.jpg" height="240" width="320" /></a></div>
<div class="ecxmsonormal" style="background: white; line-height: 15.95pt; margin-bottom: 16.2pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm;">
<span lang="ES-TRAD" style="color: #444444; mso-ansi-language: ES-TRAD;">SUEÑO. Era un
caballo de pelo amarillento. Cuando lo conocí tenía cerca de treinta inviernos
y era un animal bien mañero. Su trote era corto y atropellado y la boca se le
había endurecido. Resultaba difícil hacerle respetar la rienda y el freno. Mi
abuelo lo tenía para el charret, algo en lo que el pobre todavía podía dar una
mano. Montarlo era distinto. Solo en emergencias. Con el tiempo, y sobre todo
porque mi abuelo ya había dejado de prender el charret, <i>Sueño</i> fue resabiándose de tal forma que resultaba difícil acerársele.
Ponerle los arreos ya era tarea imposible. Había dado, hacía años, lo mejor, y
ahora solo quería descansar. Jamás lo vi galopar.</span><span style="color: #444444; font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.5pt;"><o:p></o:p></span></div>
<div class="ecxmsonormal" style="background: white; line-height: 15.95pt; margin: 0cm 0cm 16.2pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="color: #444444; mso-ansi-language: ES-TRAD;"> MALEVO.
Nunca le hizo honor al nombre. Fue un caballo manso y bueno. Llegó para ser
compañero de <i>Sueño</i> y rápidamente se
convirtió en la principal herramienta de la casa. Servía tanto para el arado
como para la montura. Muchas veces un cuero de oveja era suficiente. Yo mismo,
con escasos siete años, podía ponerle el freno sin problemas y, arrimándolo a
algún alambrado, subirme a él a duras penas y contando siempre con su
benevolencia.<o:p></o:p></span></div>
<div class="ecxmsonormal" style="background: white; line-height: 15.95pt; margin-bottom: 16.2pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm;">
<span lang="ES-TRAD" style="color: #444444; mso-ansi-language: ES-TRAD;"> En
aquel tiempo leía las historietas de Patoruzú y las de su derivado infantil,
Patoruzito. El cuerpo rechoncho y castaño de <i>Malevo</i> no se prestaba para confundirlo ni con Pamperito ni con
Pampero, los estilizados caballos de las historietas. Pero en la imaginación de
un niño cabe casi todo. Entonces galopar sobre <i>Malevo</i> por un potrero de Tranqueras Coloradas se convertía en una
aventura de Tehuelches por la Patagonia. También eran los tiempos del Llanero
Solitario y del Zorro, que montaban otros Malevos como el de mi abuelo, que
ahora me llevaba raudo cerca del cañadón y que solo, sin que yo tuviera que
ordenárselo, aminoraba la marcha para cruzar por el lugar de siempre, el más
seguro.</span><span style="color: #444444; font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.5pt;"><o:p></o:p></span></div>
<div class="ecxmsonormal" style="background: white; line-height: 15.95pt; margin: 0cm 0cm 16.2pt;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-GZCu0akKpOU/U-eBgUUhbGI/AAAAAAAAAcQ/CJ9hoQ5GBCY/s1600/20140810_094933.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-GZCu0akKpOU/U-eBgUUhbGI/AAAAAAAAAcQ/CJ9hoQ5GBCY/s1600/20140810_094933.jpg" height="192" width="320" /></a></div>
<span style="color: #444444; font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.5pt;"><o:p></o:p></span><br />
<div class="ecxmsonormal" style="background: white; line-height: 15.95pt; margin: 0cm 0cm 16.2pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="color: #444444; mso-ansi-language: ES-TRAD;">TOBIANA. La
llamaban así por el pelaje. Era uno de los cuatro o cinco caballos de los que
disponía mi tío Eleodoro –Lelo para los amigos- en su campo de Carreta Quemada.
Una yegua pesada pero rápida. Su pelaje era gris manchado ocasionalmente de
marrón. No siempre estaba de buen ánimo. Fue la primera montura que tuve en la
casa de mi tío, pero un buen día dejaron de dármela. Parece que había echado para
atrás a algún chambón que la tendría resabiada y ahora no se la daban a los
niños. Fue por eso que me tocó el mejor caballo que haya montado alguna vez.<o:p></o:p></span></div>
<div class="ecxmsonormal" style="background: white; line-height: 15.95pt; margin-bottom: 16.2pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm;">
<span lang="ES-TRAD" style="color: #444444; mso-ansi-language: ES-TRAD;">GUAYABO. Era un
animal hermosísimo. De pelaje colorado oscuro, sus patas eran blancas, al igual
que la mancha que adornaba su frente desde el testuz hasta la boca. Sus líneas
eran afinadísimas. Cuando galopaba era una sensación notable de felicidad. Como
si el cuerpo del jinete ocasional –yo o cualquiera, pues siempre comentábamos
lo hermoso que era ese galope- hubiera nacido con conexiones con el animal, lo
que me recuerda aquella famosa película.<o:p></o:p></span></div>
<div class="ecxmsonormal" style="background: white; line-height: 15.95pt; margin-bottom: 16.2pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm;">
<span lang="ES-TRAD" style="color: #444444; mso-ansi-language: ES-TRAD;"> Salíamos por el campo cada dos días. Mi tío
iba en una yegua blanca y rechoncha que encabezaba las marchas. No podíamos
hablarle pues iba contando las ovejas. Mi primo Daniel iba en la Tobiana.
Ticoro, un hombre viejo, tuerto, cerraba la marcha junto conmigo. A veces nos
acompañaba Leonel, un peón-socio de mi tío que le ayudaba con la quesería. Entre
todos remedábamos una especie de compañía de arrieros de medio turno. Salíamos
después del ordeñe, como a las ocho, y volvíamos a las doce. A veces había que
cruzar la laguna de La Salamanca, que se formaba en un recodo del arroyo
Carreta Quemada. Parecía una escena de película yanqui. Mi tío siempre me decía
que no le contara a mi madre. Y yo no pensaba hacerlo. </span><span style="color: #444444; font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.5pt;"><o:p></o:p></span></div>
<div class="ecxmsonormal" style="background: white; line-height: 15.95pt; margin: 0cm 0cm 16.2pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="color: #444444; mso-ansi-language: ES-TRAD;"> </span><span style="color: #444444; font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.5pt;"><o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-4058164034640783652014-07-30T12:32:00.000-07:002014-07-30T12:35:42.531-07:00EL PROBLEMA DE LA EVALUACIÓN DE LOS ESTUDIANTES<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-1fhs02rLURM/U9lH3Ip8fOI/AAAAAAAAAZI/7UqQvIoJeaU/s1600/imagen+evaluaci%C3%B3n+2.JPG" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="http://1.bp.blogspot.com/-1fhs02rLURM/U9lH3Ip8fOI/AAAAAAAAAZI/7UqQvIoJeaU/s1600/imagen+evaluaci%C3%B3n+2.JPG" height="172" width="320" /></a></div>
Llegado el
momento, todo estudiante debe probar que sabe algo. Para ello se han diseñado
distintas formas de evaluación que generalmente responden a diversas concepciones
del conocimiento, de los saberes, de lo que debe o no ser transmitido y de cómo
ha de ser transmitido.<o:p></o:p><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> Pero antes
deberíamos plantearnos algunas preguntas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> ¿Qué es lo
que debe ser considerado “conocimiento”?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> ¿Por qué
esas cosas lo son y otras no?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> ¿Con qué
lógica se eligen esos contenidos y no otros?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> ¿Quiénes son
las personas que seleccionan lo que debería transmitirse y lo que no?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> Los
estudiantes, ¿consideran relevante lo que reciben en sus horas de estudio?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> ¿Importa,
acaso, lo que los estudiantes consideren relevante?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> Y podríamos
seguir con una larga lista de preguntas ante las que todos los profesionales de
la educación deberían meditar. Preguntas que deberían, además, ser de interés
de las familias de los estudiantes.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> Una vez
sensibilizados con ellas, iremos entonces hacia el tema de la evaluación.
Pertenezco a una generación de estudiantes –aquellos que cursamos la secundaria
a fines de la década de los ochenta y a principios de la de los noventa –, en
la que la palabra <i>examen</i> tenía un
significado muy perentorio. Éramos capaces de pasarnos nuestras buenas ocho
horas al día, desde un mes antes, estudiando para el periodo de exámenes
obligatorios, que serían como máximo cinco, pues, si habíamos hecho bien las
cosas (lo que no siempre ocurría, al menos en mi caso), podíamos exonerar las
cinco o seis materias restantes. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> La lógica
del examen era bastante sencilla: uno debía estudiar lo que el profesor había
dictado en clase, de preferencia con sus propias palabras (las del profesor), y
vomitarlo sin digerir de acuerdo a una serie de bolillas que se sacaban de un
bolillero. El desempeño excelente radicaba en poder repetirle al profesor lo
mismo que él había dicho una vez. Una experiencia que, con un poco de humor, y
desde nuestra perspectiva actual, podríamos tildar de ridícula. Un hombre que
se cree en poder de cierto conocimiento se lo entrega, cual objeto, a otro
sujeto menor en edad y después le pide a éste que se lo devuelva, aunque él ya
lo “tiene”… No resiste el más leve análisis.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> Pero hoy el
asunto es un poco distinto. El estudiante de secundaria está inmerso en un
proceso de <i>evaluación permanente</i>. Lo
que es lo mismo que decir que siempre tiene los ojos de sus docentes puestos en
su desempeño curricular y en su forma de
comportarse en clase frente a sus compañeros. Diagnósticos, escritos mensuales,
pruebas sumativas, parciales de mitad de año, parciales de final de año, trabajos
especiales y proyectos constituyen hoy la diversa fauna de criaturas encargadas
de adormecer los sentidos críticos del estudiante y, sobre todo, de someterlo a
un régimen donde el concepto clave es el <i>control</i>.
<o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="ES-TRAD"> Es muy
difícil, entonces, que el estudiante se lance al mundo del conocimiento por
puro gusto y por iniciativa propia. Y aun más difícil, por no decir imposible,
que deje de lado el recurso de estudiar de memoria para suplantarlo por el del
pensamiento creativo. Lo que termina sucediendo es lo de siempre: repetición de
conceptos, ejercicios, teorías, etc., que al final no tienen nada que ver con
el estudiante. Esos conceptos, ejercicios y teorías pasan por su cabeza como
podría pasar un soplo de aire por un tubo de plástico. Nada cambia de estado y
concluimos en que, como no se pueden evaluar más que cierto grado de
conocimientos concretos, todo lo demás es irrelevante, prescindible. Y en ese
“todo lo demás” que el sistema educativo no valora se meten, usualmente, la
imaginación, la capacidad creativa, el pensamiento verdaderamente crítico del
estudiante y la generación de un conocimiento propio que, como es nuevo,
tampoco es “medible”. <span style="font-size: small;"><o:p></o:p></span></span></div>
Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-75145130411025897052014-07-19T18:24:00.000-07:002014-07-19T18:25:03.037-07:00Escrituras del yo (I): MIENTRAS CORRO<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="EN-US" style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: EN-US;">What happened to the funny paper?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Dos veces por semana corro cuatro kilómetros </span><span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 12pt;">por un camino que aquí llaman de la
Costa. Acompaña en paralelo al río San José y luego de dirigirse hacia el este gira
hacia el sur para desembocar en la ruta 45.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Cosas bastante impresionantes han ocurrido
allí. De algunas prefiero no hablar. Y prefiero no hablar porque simplemente
tengo miedo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Eso del miedo es porque elijo una extraña hora entre penumbras para correr. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> En la parte del camino que va de este a
oeste, cercano al mojón del kilómetro tres, hay una pequeña construcción que
recuerda a un chico que hace varios años murió en un accidente. Las flores
están siempre frescas. Me parece ver unas manos de mujer colocándolas en su
lugar. Aunque nunca he visto a nadie. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-uoee9ZHd1VM/U8sY4eV2LBI/AAAAAAAAAY4/eUaXpdkoccY/s1600/20140719_174048%5B1%5D.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-uoee9ZHd1VM/U8sY4eV2LBI/AAAAAAAAAY4/eUaXpdkoccY/s1600/20140719_174048%5B1%5D.jpg" height="192" width="320" /></a><span lang="EN-US" style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: EN-US;">Saw you on the TV station and it made me wanna pray…<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="EN-US" style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: EN-US;"> </span><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Aprovecho para
rezar mientras corro. No lo hago porque sea católico. Lo hago por un simple y
genuino temor a Dios. No está de moda el temor a Dios. Y menos si es de los
inculcados a puro dogma por una catequista medio maléfica como la que tuve en
suerte, aunque la recuerdo con cariño. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Rezo el Padrenuestro. Después el Avemaría.
Después dos oraciones que inventé yo mismo. Termino con el ángel de la guarda.
Todo esto no dura más de medio minuto a una dicción mental ultrarrápida, por lo
que repito las oraciones en cuatro o cinco series de diez mientras hago todo el
recorrido. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Cuando paso por la pequeña construcción
dedico un pensamiento al chico muerto. Iba en moto a trabajar al frigorífico y
una vaca se le atravesó. Así de poco trágica puede ser una muerte. Así de vacua
e inexplicable. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Siempre le pregunto a Dios acerca de aquello,
mientras le rezo. Y siempre me responde lo mismo: silencio. Hay quienes dirán
que eso no es una respuesta. Pero lo es. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="EN-US" style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: EN-US;">I know you from another picture…<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="EN-US" style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: EN-US;"> </span><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">En ocasiones, en
vez de correr agarro la bicicleta. Entonces tengo que cuadruplicar el
kilometraje. Llego hasta el punto en que el camino dobla hacia el sur y avanzo
hasta que termina el bitumen. O sea, seis o siete kilómetros más. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Odio tener viento a favor hacia el sur,
mientras me alejo. Porque el viento a favor te da la sensación de que podés
llegar adonde quieras.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Pero después tenés que volver, querido amigo.
Con viento en contra.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Recuerdo un mediodía soleado con viento a
favor. Mi bicicleta es una Seagull china, toda de hierro y con frenos de
varilla. En reposo, es de las cosas más pesadas del mundo. Pero andando es otra
cosa. Se desliza fácilmente. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Ese día había resuelto avanzar un poco más
allá del bitumen. Cuando iba más o menos la mitad del camino que había planeado
pasé por un rancho. Una casa o un rancho. O ambas cosas. Había un transparente
justo frente a la entrada principal. Y del transparente colgaba, por su cuello,
un lagarto enorme. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Miré de nuevo para cerciorarme. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> El animal estaba inmóvil. Seguramente el
dueño del rancho lo había dejado como advertencia para otros. Aunque no sé si
un lagarto puede razonar con la facilidad de aquel hombre. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Me vino miedo y me di vuelta. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="EN-US" style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: EN-US;">I guess you
didn´t see it coming…<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="EN-US" style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: EN-US;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> He tenido algunas malas sorpresas en el
camino. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Una vez le pasé por encima, a pocos
centímetros, a una serpiente enroscada. El animal pegó el salto en la dirección
contraria y quedó desplegada sobre la ruta. No era muy grande pero igualmente
impresionaba. Le saqué un par de fotos con mi anterior celular. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Otro día, en la cabecera de un pequeño puente
que hay pasando el segundo mojón, justo en la curva que desemboca en calle
Treinta y Tres, habían hecho una macumba. Allí estaban los restos amorfos de una
gallina, maíz, bolsas varias, velas derretidas y pegadas a la pequeña vereda
del puente. Un escenario ciertamente singular. Recuerdo que esa vez pensé en
por qué no volvía a correr en el parque, como el noventa y nueve por ciento de
las personas que corren en esta ciudad.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> El parque es un ambiente mucho más civilizado.
Un lugar al que uno va y simplemente corre. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> En el Camino de la Costa, en cambio, hay
muchas, muchísimas operaciones mentales aguardando. Acechando. Muchas imágenes.
Muchas especulaciones. Muchas preguntas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span lang="EN-US" style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 12pt;">The drift wood in
your eyes said nothing short of love for pain</span>…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 12pt;"> Una
gallina en un rito es algo extraño, pero algunos pueden tolerarlo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 12pt;"> Un
lagarto colgado del cogote, si es el lagarto que te come las gallinas, puede
pasar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 12pt;"> Pero
en el camino hay algunas cosas peores. Porque cada tanto, flotando en el curso
de agua que pasa debajo del puente, puede verse una bolsa de plastillera atada por
la boca. Son perros. Probablemente cachorros que alguien no quiere cuidar. Les
pegan con un palo en la cabeza, los meten a la bolsa y los arrojan. Y nadie los
saca del agua. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 12pt;">
Intento hablar con Dios de nuevo. Sé que hay otro silencio esperándome
por algún lado, y lo quiero.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif; font-size: 12pt;"> <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="EN-US" style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: EN-US;">We used to read
the funny papers.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="EN-US" style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: EN-US;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Siempre escucho a los Red Hot Chili Peppers
mientras corro o ando en bici. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Hubo una época para las otras bandas. Sobre
todo los Gun´s, que me acompañaron en aquellas corridas juveniles en pos de un esquivo
puesto entre los cinco titulares de los varios cuadros de básquetbol en los que
intenté jugar. También, mucho más tarde, habría lugar para U2, los Cranberries,
REM. <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"> Pero desde hace ya varios años ningún álbum es
tan bueno para correr como el <i>Stadium
Arcadium</i>. Aunque el <i>I´m with you</i>
se la emparda. <o:p></o:p></span></div>
Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-76433366405974138862013-08-10T11:03:00.001-07:002013-08-10T11:06:54.579-07:00UN POCO DE MITOS IRLANDESES nunca viene mal <a href="http://4.bp.blogspot.com/-GC-FnKMFXHg/UgaAellziPI/AAAAAAAAAV0/Msm3TMgKJM8/s1600/imagen+lug.jpg" imageanchor="1" ><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-GC-FnKMFXHg/UgaAellziPI/AAAAAAAAAV0/Msm3TMgKJM8/s320/imagen+lug.jpg" /></a> La mitología céltica es un interesante y complejo legado de leyendas, creencias y poesía que puede abarcar territorios tan disímiles como las Galias francesas, el norte Irlandés, el País de Gales, o los míticos Cornualles británicos, donde se amaron Tristán e Isolda después de beber el filtro de amor. Todas estas regiones ostentaban como rasgo común el uso de la lengua celta, lo que las identificaba como herederas de cierta estructura socio-cultural común, ya que no de un tipo racial propio. Es posible vislumbrar los innumerables puntos de contacto del ciclo mitológico irlandés, muy particular dentro de la cultura céltica en general, con los mitos griegos anteriores en el tiempo. Estas analogías, que han sido investigadas y reinterpretadas por historiadores, poetas y narradores de diverso origen, encajan dentro de lo que C. G. Jung denominaba como “construcciones arquetípicas”, unidades de conocimiento intuitivo que se repiten en todas las culturas, o, como quería Platón, modelos primordiales y eternos de las cosas.
<b> LOS HIJOS DE DANA.</b> En los tiempos antiguos, dos tribus ocupaban las que más tarde se denominarían Islas Británicas. Eran dos tribus rivales, cuyos nombres eran Formoré y Nemeds. Enfrentados desde el inicio de los tiempos, en la isla de Tory se desató el episodio final, conocido como la batalla de Mag Tured, a la que otros denominan como matanza de la Torre de Conaan, y en donde los Formoré arrasaron a sus enemigos. Los treinta sobrevivientes de los Nemeds, divididos en tres grupos, partieron tras la derrota hacia nuevas tierras donde establecerse. Así, uno de los grupos, al mando de Britain, se estableció en lo que hoy es Inglaterra; un segundo grupo, los Firbolg, que puede traducirse como “los hombres de Bolg”, habrían ocupado la actual Irlanda; finalmente, la última de estas razas sería la de los Tuatha de Danaan, hijos de la diosa Dana, quienes aparecerían de nuevo en los territorios perdidos con la intención de vengar la derrota anterior. ¿Y quién es Dana? Muchos autores la identifican también con el nombre de Brigit. Dana, o Brigit, es una típica diosa céltica, cuya feminidad la eleva incluso por encima de los demás dioses tutelares, que en general descienden de ella. Los Tuatha de Danaan, sus hijos, evolucionarían hasta convertirse ellos mismos en dioses.
Tres de los hijos de Dana son muy conocidos en este círculo de leyendas. Sus nombres son Brian, Iuchar y Uar, aunque a veces se los designa también como Brian, Iucharba e Iuchair. Entre las prerrogativas de Dana estaba la de regir todo lo que hoy llamaríamos literatura. Los tres hijos engendraron, a su vez, un solo hijo común, conocido como Ecné: ciencia o poesía. De la tríada formada por Brian, Iuchar y Uar, es el primero el que concita más importancia como dios de lo luminoso y lo divino, mientras que los otros dos son un simple desdoblamiento acorde a criterios funcionales. El número tres, con la misma connotación cristiana de tres que forman uno, está también presente en la mitología irlandesa en relación a estos hijos de Dana.
El culto de Brigit, nombre popular de Dana, fue absorbido por la reconversión mística que el cristianismo propició durante la alta edad media, con el fin de que los pueblos del antiguo imperio romano no resistieran la nueva religión. A tales efectos la diosa pagana Brigit derivó en Santa Brígida, que pasó a ser adorada con carácter nacional.
<b>FAMILIAS COMO CUALQUIERA.</b>
Balar es un dios proveniente de la raza de los formoré, caracterizado por su deslealtad y sus extraños atributos físicos: un solo ojo en la frente, con las funciones habituales de cualquier ojo, y otro en la parte posterior del cráneo, este sí con características especiales, ya que era portador del mal y debía permanecer cerrado. Al abrirlo, lo que Balar hacía en momentos de enojo, su mirada era mortal para aquel en el que se fijara. El punto de contacto con el mundo griego lo da la analogía con el mito de la gorgona Medusa, cuya mirada petrificaba a los hombres que se cruzaban con ella, y que debió ser muerta por Perseo a pedido de Polidectes. Se cuenta en el mito irlandés que Balar, cuyo tamaño era mayor que el de los hombres, mató al rey Nuadu con su mirada de rayo. Lug, que era nieto de Balar, decidió vengar a Nuadu y se aproximó por detrás ya que el ojo maligno, después de su pérfida hazaña, se había vuelto a cerrar. Al advertir el movimiento de Lug, Balar intentó abrirlo otra vez, pero su nieto fue más rápido: le arrojó una piedra con su honda, atravesándole la cabeza a través, justamente, del ojo semiabierto. Una nueva honda, en manos de un nuevo David, mató a un nuevo Goliat.
Pero esta versión de los hechos es refutada por cierto relato irlandés que redimensiona los personajes y les proporciona otras vicisitudes. Al parecer cierto adivino había anunciado a Balar que sería asesinado por su nieto, quien aún no había nacido. Así las cosas, Balar mandó a encerrar a Ethné, su única hija, en una torre de piedra inexpugnable que mandó a construir en la isla de Tory. Ordenó entonces que su hija fuera asistida por doce mujeres, quienes tenían instrucciones precisas de no mencionar una sola palabra acerca de la existencia de los hombres. Ninguna de ellas trasgredió estas órdenes, pero no contó Balar con que la prisión se hallaba en lo alto de la isla, y desde allí Ethné usualmente divisaba los navíos que surcaban el mar y veía que los conductores de aquellos navíos eran seres diferentes a ella y a sus doce esclavas.
Mientras tanto, Balar, que vivía en la misma isla y era un dios signado por la crueldad y el desatino, se dedicaba a molestar todo el tiempo a los demás hombres y dioses que estaban a su alcance. Un buen día llegó a sus oídos la historia de cierta vaca lechera cuya abundante producción era la novedad en Irlanda entera. Así fue que cruzó hasta la costa irlandesa, donde vivía el dueño de tan portentoso animal, un tal Mac Kineely, hermano de Gavida, el herrero, y de Mac Samthainn. Mediante una serie de ardides, Balar logró apoderarse de la vaca cuando estaba siendo vigilada por uno solo de los hermanos, a quien fue sencillo engañar.
Mac Kineely decidió vengarse, presentándose en la isla vestido con ropas de mujer. Con la complicidad de un hada logró penetrar en la torre donde estaba Ethné, de quien se enamoró inmediatamente. Como resultado de esto, Ethné quedó embarazada. Más tarde dio a luz tres hijos, tres nietos de Balar, por falta de uno. Advertido el dios de estos sucesos, las represalias no tardaron en llegar. Balar envolvió a los tres niños en una tela que ató con un prendedor; acto seguido ordenó que fueran arrojados a los abismos marinos. Pero Balar no contaba con que el prendedor fallaría y uno de los niños se salvaría de la muerte rescatado oportunamente por el hada que antes había intervenido a favor de su padre. El hada, cuyo nombre nunca es mencionado, presentó el niño a Gavida, el herrero, para que lo educara.
Mientras tanto la mano vengativa de Balar dejó sentir su peso sobre Mac Kineely, a quien le fue cortada la cabeza como castigo por la afrenta realizada. Más tarde, Gavida y el niño aprendiz de herrero debieron trabajar para Balar como esclavos. Cierto día, estando el joven en la herrería, Balar comenzó a jactarse de sus hazañas. Provocó así la ira de Lug, el nieto ignorado, quien le introdujo una barra de hierro al rojo vivo a través de su ojo maligno, provocándole una muerte inmediata.
Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-21059610039338702592013-08-03T12:21:00.002-07:002013-08-03T12:26:12.309-07:00CAMPO <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/--xaL9zQ9AEU/Uf1XdpuOvRI/AAAAAAAAAVk/sdE52vo2TXU/s1600/Foto1144.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/--xaL9zQ9AEU/Uf1XdpuOvRI/AAAAAAAAAVk/sdE52vo2TXU/s320/Foto1144.jpg" /></a></div> Cuando niño pasé la mayoría de mis vacaciones en la casa de mis abuelos en el campo. Se trataba de una pequeña porción de tierra de treinta hectáreas en la zona de Tranqueras Coloradas, a diez quilómetros de Raigón y a quince de San José. En mis primeros años, mis años sin hermano, mis padres me llevaban allí en bicicleta, sentado en un asiento especial que habían adozado al manubrio. De esos viajes solo recuerdo imágenes breves, apenas destellos del camino, tonos de verde, algunos árboles muy viejos y las palmeras del tramo de la ruta 11 que une el puente carretero con la estación de Raigón, y que todavía están allí.
En años posteriores íbamos en una vieja cachila anaranjada de los años cuarenta con caja de madera que mi padre se había comprado con la intención de traer cosas de la quinta de mis abuelos para la casa de la ciudad. Verduras, leche en tarro, quesos, flores que mi abuela después vendía en el mercado.
Mi lugar en la cachila era la caja, sentado sobre algún buzo viejo, alguna frazada de ocasión o algún tronco que cumpliera la función de taburete. La cachila no tenía amortiguación de ninguna clase. Picaba en cada pozo del camino y sus ruedas finas se empantanaban con facilidad en el arroyo que había que cruzar para llegar a los ranchos. Más de una vez hubo que uncir los bueyes para sacarla del atascamiento. Sin embargo, todo aquello tan problemático para los adultos no dejaba de tener su lógico atractivo.
Mi abuela siempre tenía monedas para darme. Claro que debía hacer algo para conseguirlas. Algo como trabajar.
Aprendí a ordeñar a mano. No había muchas vacas. Apenas diez o doce, de las que me tocaban solo tres o cuatro, mientras el Pocho (peón-socio de mi abuelo) se ocupaba del resto. Mi problema mayor consistía en evitar que las vacas recién paridas «subieran» la leche para sus terneros, lo que hacían endureciendo la ubre y aflojándola a voluntad. A las nueve regresábamos a la cocina del rancho para el segundo desayuno. Rato después volvíamos a las faenas de la mañana. El Pocho colgaba un enorme tacho de hierro de un trípode y preparaba la leña. Medía la cantidad de suero exacta para la leche que habíamos ordeñado y la cuajaba. Parte del líquido se hacía cremoso y luego había que cortarlo con una paleta de madera muy fina que se pasaba como dibujando pequeños cuadrados para un tablero de ajedrez gelatinoso. Entonces encendíamos el fuego y colgábamos un termómetro del borde del tacho. Había que alcanzar cierta temperatura (que ahora no recuerdo) y mantenerla estable durante un par de horas. La cuajada se iba achicando hasta que solo quedaba una pasta hecha de grumos que debíamos revolver durante una hora. Al final la colábamos y sujetábamos con unos paños amarillos, la apretábamos en una horma y después la prensábamos con piedras y maderas dispuestas para ello.
Para entonces ya serían las once y media. Mi abuelo había dado de comer a las gallinas y regresaba de la quinta. Venía de arar la tierra con los bueyes o de carpir los yuyos con la azada. Traía en un balde negro algunas verduras que de inmediato limpiaba, pelaba y ponía en una olla.
Mientras tanto mi abuela había terminado de limpiar los canteros de las flores y cocinaba el almuerzo o preparaba los pormenores para la carneada del fin de semana. Al mediodía todos amargueaban durante media hora, casi siempre en silencio, un silencio que era como un manso reproche al cansancio de la jornada.
Comíamos escuchando la radio. CW 41 la mayoría de las veces. En ocasiones Clarín o Carve. Para ahorrar batería, la televisión se reservaba para la noche. Después del almuerzo era obligatoria la siesta, aunque la mayoría de las veces yo prefería cambiarla por una excursión por los montes, honda en mano. Hoy me arrepiento de haber matado pájaros de esa manera. Con gusto organizaría alguna charla o seminario dedicado a niños con esta abominable costumbre... porque ese es uno de los recuerdos más torturantes que me quedan de aquellos días felices.
El sábado vendrían los vecinos, el Pelado Acosta, el tuerto Mascheroni, el tío Alfredo y mis padres. Era el día de la carneada. Se madrugaba para terminar el ordeñe bien temprano y quedar ya libres para el resto de las faenas.
Lo primero era traer el ternero que sería faenado junto con el chancho. Recuerdo una vez en la que resultó realmente penosa esta labor... La vaca madre se llamaba Estrella, nombre que había obtenido gracias a una peculiar mancha en el costado. El animal sabía, presumo que por los preparativos, lo que ocurriría con su hijo. No había manera de separarlos y mi abuelo debió ensillar el caballo (el Sueño o el Malevo) para llevarse a la cría al potrero más chico y enlazarlo. Los mugidos de Estrella nunca se me borrarán de la memoria. Presenció la muerte del ser que había engendrado desde el otro lado del alambrado y, a la manera vacuna, lloró y murió también un poco.
Con el chancho el tema era bien distinto. No había allí madre alguna para velar o lamentarse por él. Yo me escondía siempre en el dormitorio para no escuchar los gritos y la agonía. Creo que tenía miedo de que el animal se retobara y empezara a dar dentelladas para cualquier lado. Me parecía peligroso eso que hacían los hombres.
Era otro mundo.
<b>FOTO: primer plano, tranquera principal del campo de mis abuelos. A lo lejos, los árboles que rodeaban los ranchos y los galpones (que ya no están). A un costado, mi sombra, 27 años después. </b>Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-19955824759560328972013-07-13T16:43:00.000-07:002013-07-13T16:43:01.889-07:00SECCIÓN RESCATE: PROFECÍAS Y LITERATURA <b></b><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/-hi-b0MzNLXQ/UeHk_fJsX-I/AAAAAAAAAVU/iHEX-G4GvoA/s1600/imagen+estacio.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="http://1.bp.blogspot.com/-hi-b0MzNLXQ/UeHk_fJsX-I/AAAAAAAAAVU/iHEX-G4GvoA/s320/imagen+estacio.jpg" /></a></div>
<b> La Égloga. </b>
Los proféticos Libros Sibilinos de la tradición latina se perdieron. Inspirado en ellos, Virgilio escribiría en el año 37 a. C. su famosa <b>Égloga IV</b>, una críptica profecía destinada a generar polémica y malos entendidos a lo largo de la historia y que transcribo a continuación traducida por Philéas Lébegue:
<i>Ya vuelve la última era de la predicción de Cumes,
De nuevo comienza el gran orden de los siglos.
Ya vuelve también la Virgen, vuelve el reinado de Saturno;
Ya una nueva raza desciende del alto cielo.
Tú, casta Luciana, favorece solamente al niño naciente
Por el cual primero cesará la edad de hierro,
Luego aparecerá la raza de oro por el mundo entero:
Ya reina tu Apolo.</i>
Un siglo después, cuando las historias sobre Jesús de Nazareth comenzaban a conocerse en Roma, estos versos adquirieron estatus de premonición. Muchos vieron en aquel <i>“De nuevo comienza el gran orden de los siglos./ Ya vuelve también la Virgen...,/”</i>, etc., una visión profética del nacimiento del verdadero primus inter pares. Treinta y siete años antes (aproximadamente), Virgilio lo había escrito. Esta idea, defendida por los cristianos de los primeros tiempos, crece en popularidad hacia la alta edad media debido a la necesidad de sacralizar elementos culturales provenientes del paganismo. Con la misma lógica con que se readaptaron las fiestas saturnales, se redimensionaron los versos del poeta latino más importante de la antigüedad clásica.
Ahora bien, ¿qué tal si dijéramos, siguiendo en esto a Carcopino (Virgile et le Mystere de la IVe Eglogue), que la mencionada composición es un intento de Virgilio de manifestarse condescendiente con un tal Pollion, quien recientemente había sido nombrado Cónsul, y que, además, iba a tener un hijo por esos días? Ese hijo, un tal Salonius, que provocó la creación de versos inmortales, no hizo nada extraordinario (por así decirlo), y murió muy joven.
<b> Dante, Estacio y Virgilio.</b>
En su obra, Dante condena a políticos que fueron sus enemigos (incluso todavía vivos en el plano de lo que llamaríamos la realidad al momento de la escritura de la obra), redime a alguno de sus violentos familiares, manda al Infierno a Papas y prelados e incluso llega a adjudicarse una visión de Dios, algo que otros grandes poetas y filósofos condenados por él mismo al limbo nunca llegarán a obtener (en su imaginario, Sócrates o Platón nunca llegarán a “ver” la Verdad; ¿acaso no se trata, para ellos dos al menos, del peor castigo de todos?). Es que Dante, lejos de aquel hombre confundido, perdido en la selva oscura en la mitad del camino de la vida, en realidad actúa como Dios.
Haciendo gala de sus divinas facultades de juicio, en consonancia con la creencia medieval de que Virgilio había profetizado el nacimiento de Jesús, una de las invenciones más inteligentes del poeta tiene que ver con esa profecía. En el Canto XXI del Purgatorio Dante y Virgilio deambulan por el círculo donde los avaros pagan por sus faltas. En determinado momento los atemoriza un fuerte temblor de la montaña. Una sombra se les aproxima, explicándoles que lo que han percibido es el estremecimiento del cielo ante su propia alma, que se ha purificado por entero y cuya voluntad es la de ascender libre de las cargas de la culpa hacia el tercero de las reinos.
Dante pide al espíritu recién llegado que se identifique. Ante la sorpresa de ambos, la sombra dice ser Estacio, el célebre poeta latino autor de una Tebaida y una incompleta Aquileida. Pero lo que más impresiona de este encuentro es la voluntad de esta alma de pasar más tiempo sufriendo los castigos del Purgatorio si por algún artilugio divino se le permitiera nacer de nuevo en los tiempos de su admirado Virgilio, de quien lo distanció un siglo, y a quien aun no ha podido identificar en aquella sombra que acompaña a Dante.
Dante sonríe y explica que quien lo acompaña es justamente Virgilio. Estacio quiere arrodillarse pero Virgilio lo impide y le pregunta cómo es que un poeta latino, cuyas obras no dejan traslucir ningún rasgo de cristiandad, ha sido premiado con el ascenso a los cielos. Y aquí viene la fantástica invención de Dante: Estacio, cuya admiración por Virgilio no conoce límites, ha sido iluminado por la IV Égloga. A su abrigo ha conocido a los primeros cristianos y ha compartido sus ideas. Por eso, a pesar de haber cantado a los mitos paganos (es curiosa la justificación de este hecho esgrimida por el propio Estacio), se encuentra a un paso de la salvación.
Imaginemos por un momento lo que debe haber pensado Virgilio, la humilde resignación de la que tiene que haber sido capaz para tolerar que sea otro el que se salve mientras él, autor material de la Égloga IV, está condenado por toda la eternidad a prescindir de la visión de Dios. Imaginemos a Dante: a pesar de su admiración, no tiene otra opción que condenarlo.
(Agosto de 2006)Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-10978411917742419582012-12-13T17:27:00.000-08:002012-12-13T17:27:52.594-08:00IN MEMORIAM: POLÉMICO RAY BRADBURY (1920-2012) y las minorías<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-vMi2UF-vGLk/UMqAdb2znPI/AAAAAAAAAT8/1qimc2bbcpA/s1600/Imagen%2BRay%2BBradbury.jpg" imageanchor="1" style="clear:right; float:right; margin-left:1em; margin-bottom:1em"><img border="0" height="200" width="174" src="http://1.bp.blogspot.com/-vMi2UF-vGLk/UMqAdb2znPI/AAAAAAAAAT8/1qimc2bbcpA/s200/Imagen%2BRay%2BBradbury.jpg" /></a></div>
<b> CODA (Texto escrito por Ray Bradbury para la edición de 1979 de su libro <i>Fahrenheit 451</i>, editorial Del Rey).
Traducción: Pedro Peña.</b>
Hace más o menos dos años, llegó una carta de una joven dama de Vassar, muy solemne, contándome cuánto había disfrutado leyendo mi experimento en mitología espacial, <i>Crónicas Marcianas</i>.
Pero, agregaba ella, ¿no sería una buena idea, con el paso del tiempo, re-escribir el libro insertando más personajes y roles femeninos?
Unos cuantos años antes, recibí cierta cantidad de correo que concernía al mismo libro acerca de Marte quejándose de que los únicos negros del libro eran los del Tío Tom y preguntando por qué no “los hacía de nuevo”.
También en esos días me llegó una nota de un blanco sureño sugiriendo que yo era prejuicioso a favor de los negros y que la historia completa debería ser desechada.
Hace dos semanas llegó a mi montaña de correo una pequeña carta de una bien conocida casa editorial que quería republicar mi relato The Fog Horn como material para las escuelas secundarias.
En mi relato, yo había descrito un faro que tenía, tarde en la noche, cierta iluminación que salía de él y que era una “God-Light” (N. de T.: Luz Divina). Mirándolo desde la perspectiva de cualquier criatura del mar, uno hubiera sentido que estaba frente a “the Presence” (N.de T.: “la Presencia”).
Los editores habían decidido borrar “God-Light” y “the Presence”.
Hace unos cinco años, los editores de otra antología para estudiantes de secundaria editaron un volumen con 400 relatos cortos. ¿Cómo puede alguien forzar 400 relatos de Twain, Irving, Poe, Maupassant y Bierce para que quepan en el mismo libro?
La simplicidad en sí misma. Desollar, deshuesar, quitar la médula, filetear, poner a calentar, fundir y destruir. Cada adjetivo que podía ser importante, cada verbo que se movía, cada metáfora que pesara más que un mosquito, ¡afuera! Cada comparación capaz de provocar un leve tick en la boca de un idiota, ¡afuera! Cada desvío que explicara la filosofía propia de un escritor de primera línea, ¡perdido!
Cada relato, afinado, hambreado, demacrado, desangrado por sanguijuelas hasta quedar blanco, era igual a cualquier otro de los relatos. Twain se leía como Poe, que se leía como Shakespeare, que se leía como Dostoievski, que se leía, al final, como Edgar Guest. Cada palabra de más de tres sílabas había sido rasurada. Cada imagen que demandara tanto como un segundo de atención, tiroteada hasta la muerte.
¿Comienzan a entender esta maldita e increíble imagen?
¿Cómo reaccioné a todo esto?
Le prendí fuego a todo.
Enviando esquelas de rechazo a todas y cada una.
Enviando pasajes a la asamblea de idiotas para los más lejanos confines del infierno.
El punto es obvio. Hay más de una forma de quemar un libro. Y el mundo está lleno de gente corriendo por todos lados con fósforos encendidos. Cada minoría, sea tanto Bautista, Unitaria, Irlandesa, Italiana, Octogenaria, Budista Zen, Zionista, Adventistas del séptimo día, Republicanos, Matachines, siente que tiene el derecho, la tarea, de administrar el querosén y encender el tubo.
Un mes atrás envié una obra, <i>Leviathan 99</i>, al teatro de una universidad. Mi obra está basada en la mitología de <i>Moby Dick</i>, dedicada a Melville, y trata acerca de la tripulación de un cohete y su capitán obsesionado por el espacio, que van a encontrarse con el Gran Cometa Blanco, y así destruir al destructor. Mi drama fue estrenado en París este otoño. Pero, al menos por ahora, la universidad respondió que difícilmente se atrevieran a llevarla a cabo: ¡no había mujeres en la obra! Las damas feministas de la universidad tomarían sus bates de baseball si el departamento de actuación lo intentara siquiera.
Les respondí que, si nos pusiéramos a contar, una gran parte de Shakespeare nunca más podría ser visto, especialmente si contábamos líneas, donde encontraríamos que todo lo que era sustancial generalmente iba a lo masculino.
Este ya es un mundo loco, y se volverá peor de loco si les permitimos a las minorías, sean éstas enanos o gigantes, orangutanes o delfines, pro-cabezas nucleares o defensoras del agua, pro-computadoras o enemigas de las máquinas, ignorantes o sabias, interferir con la estética. El mundo real es el campo de juego para todos y cada uno de los grupos; su tiempo para hacer y deshacer leyes. Pero la punta de la nariz de mi libro o mi relato o mi poema es donde sus derechos terminan y mi imperativo territorial comienza, rige y reglamenta. Si a los mormones no les gustan mis obras, dejemos que escriban las suyas. Si los irlandeses odian mis <i>Dublineses</i>, dejen que alquilen escritores a sueldo. Si los profesores y los editores de escuelas de gramática encuentran que mis oraciones rompe-mandíbulas hieren sus pequeños dientes de leche, dejemos que coman una torta suave remojada en un té flojo hecho en su propia fábrica sin Dios. Si los intelectuales chicanos quieren recortar mi "Wonderful Ice Cream Suit" para que en vez de “suit” diga “Zoot”, dejemos que se afloje el cinturón y los pantalones caigan.
Entonces, enfrentémoslo, la digresión es el alma del talento narrativo. Quítenle la filosofía a Dante, a Milton o al fantasma del padre de Hamlet y lo que quedará no será más que huesos secos. Laurence Sterne dijo una vez: “las digresiones, incontestablemente, son la luz del sol, la vida, ¡el alma de la lectura! Quítenlas y entonces un frío y eterno invierno reinará en cada página”.
En suma, no me insulten con las decapitaciones, las cortadas de dedos o los pulmones desinflados que ustedes planean para mis obras. Necesito de mi cabeza para decir que sí o que no, de mi mano para saludar o para hacer de ella un puño, de mis pulmones para gritar o susurrar con ellos. No consiento en ir amablemente hasta un estante, destrozado, a convertirme en un no-libro.
Todos ustedes, jueces, regresen a las gradas. Árbitros, a las duchas. Este es mi juego. Yo lanzo. Yo bateo. Yo atrapo. Yo corro las bases. Al atardecer, habré ganado o perdido. Al amanecer, allí estaré otra vez, tratando de nuevo.
Y nadie puede ayudarme. Ni siquiera tú.
Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-493983573516455652012-11-17T13:01:00.000-08:002012-11-17T13:01:22.463-08:00TRADUCCIÓN DE ENSAYO DE ORWELL<b>Un ahorcamiento</b>
<b>de GEORGE ORWELL </b>
(Revista Adelphi, 1931) <b>Traducción del inglés: Pedro Peña </b>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-wfL8QeovDLI/UKf6M9M3vUI/AAAAAAAAATY/MWFe8qp0OcY/s1600/imagen%2Borwell.jpg" imageanchor="1" style="clear:right; float:right; margin-left:1em; margin-bottom:1em"><img border="0" height="200" width="144" src="http://4.bp.blogspot.com/-wfL8QeovDLI/UKf6M9M3vUI/AAAAAAAAATY/MWFe8qp0OcY/s200/imagen%2Borwell.jpg" /></a></div>
Sucedió en Birmania, una húmeda mañana en la estación de las lluvias. Una luz enfermiza, como de un papel de aluminio amarillo, se proyectaba en ángulo sobre los altos muros del patio de la cárcel. Nosotros esperábamos fuera de las celdas de los condenados, una hilera de cobertizos con barrotes dobles, como jaulas de animales pequeños. Cada celda medía alrededor de diez por diez pies y estaba bastante vacía a excepción de un tablón que oficiaba de cama y una jarra para tomar agua. En las celdas unos hombres morenos, silenciosos, se agachaban sobre los barrotes interiores, envueltos en sus frazadas. Estos eran los hombres condenados que debían ser ahorcados dentro de la próxima semana o la siguiente.
Un prisionero había sido retirado de su celda. Era un hindú, el débil residuo de un hombre, con la cabeza afeitada y los ojos vagos, líquidos. Tenía un grueso, incipiente bigote, absurdamente grande para su cuerpo, como el bigote de un actor cómico en una película. Seis guardias indios, altos, lo vigilaban y lo preparaban para la horca. Dos de ellos permanecían a su lado sosteniendo sus rifles con las bayonetas colocadas, mientras que los otros lo esposaban, colocaban una cadena entre las esposas y la fijaban a sus cinturones y aseguraban firmes sus brazos a los costados. Se agrupaban muy cerca del prisionero, con sus manos siempre sobre él en una cuidadosa, gentil forma de sostenerlo. Parecían hombres manipulando un pez todavía vivo que pudiera saltar de nuevo al agua. Pero él permanecía casi sin resistencia, con sus brazos rendidos limpiamente a las sogas, como si apenas se diera cuenta de lo que estaba sucediendo.
Se hicieron las ocho en punto y un llamado de clarín, desoladamente fino en el aire húmedo, flotó desde las barracas lejanas. El superintendente de la cárcel, que permanecía parado aparte de nosotros, escarbando malhumoradamente la gravilla con su bastón, alzo la cabeza al escucharlo. Era un doctor de la armada, con un bigote gris como un cepillo de dientes y una voz seca. “Por amor de Dios apúrate, Francis”, dijo irritado. “Este hombre ya debía estar muerto a esta hora. ¿No están listos todavía?”
Francis, el jefe carcelero, un dravidiano gordo con traje de dril y lentes de oro, sacudió su negra mano. “Sí señor, sí señor”, dijo entusiasta. “Todo está preparado satisfactoriamente. El verdugo espera. Podemos proceder.”
“Bien, marcha rápida entonces. Los prisioneros no pueden tomar su desayuno hasta que el trabajo sea hecho.”
Salimos hacia la horca. Dos guardias marchaban a cada lado del prisionero, con sus rifles inclinados; otros dos marchaban muy cerca de él, aferrándolo de los brazos y los hombros, como si a la vez que lo empujaran lo sostuviesen. Magistrados y afines, y el resto de nosotros, seguíamos detrás. De repente, cuando habíamos andado unas diez yardas, la procesión se detuvo sin ninguna orden ni advertencia. Algo malo había sucedido –un perro, venido de Dios sabe dónde, había aparecido en el patio. Con una sonora ráfaga de ladridos llegó hasta nosotros y saltó alrededor sacudiendo todo su cuerpo, con un regocijo salvaje al encontrar tantos seres humanos juntos. Era un perro lanudo enorme, mitad airedale, mitad paria. Durante un momento se paseó delante de nosotros y entonces, sin que nadie pudiera evitarlo, corrió hacia el prisionero y, saltando, trató de lamer su rostro. Todos permanecimos horrorizados, demasiado sorprendidos incluso para intentar agarrar el perro.
“¿Quién dejó entrar aquí a esa maldita bestia?” dijo enojado el superintendente. “¡Que alguien lo sujete!”
Un guardia que se separó de la escolta, cargó torpemente contra el perro, pero éste bailoteó y saltó fuera de su alcance, tomando todo como parte de un juego. Un joven carcelero eurasiático recogió un puñado de gravilla y trató de alejar al perro a pedradas, pero el animal esquivó las piedras y nos siguió de nuevo. Sus ladridos hacían eco en las paredes de la prisión. El prisionero, sostenido por los guardias, miraba todo distraídamente, como si aquello se tratara de otra formalidad del ahorcamiento. Pasaron varios minutos hasta que alguien se las arregló para capturar al perro. Entonces atamos mi pañuelo a su collar y nos pusimos en movimiento una vez más, con el perro todavía gimoteando.
Restaban unas cuarenta yardas hasta la horca. Yo observaba la espalda desnuda y marrón del prisionero marchando en frente de mí. Él caminaba torpemente con sus brazos atados, pero aún así estable, con ese paso mecido de los indios que nunca enderezan del todo sus rodillas. A cada paso sus músculos encajaban adecuadamente en su lugar, el mechón de pelo sobre su cabeza bailoteaba de arriba abajo, sus pies quedaban impresos en la gravilla húmeda. Y una vez, a pesar de los guardias que lo sujetaban por los hombros, dio un paso levemente hacia el costado para evitar un charco en el camino.
Es curioso, pero hasta ese momento nunca me había dado cuenta de lo que significa destruir a un hombre saludable y consciente. Cuando vi al prisionero dar un paso al costado para evitar el charco, vi el misterio, la horripilante equivocación de cortar una vida cuando está en su plenitud. Este hombre no estaba muriendo. Estaba tan vivo como estamos cualquiera de nosotros. Todos los órganos de su cuerpo estaban trabajando –sus intestinos digiriendo alimento, la piel renovándose a sí misma, las uñas creciendo, los tejidos formándose- todo esto desperdiciándose en una solemne tontería. Sus uñas crecerían todavía cuando se parara encima de la trampilla, cuando estuviera cayendo en el aire con una décima de segundo todavía por vivir. Sus ojos todavía veían la gravilla amarillenta y las paredes grises, y su cerebro todavía recordaba, preveía, razonaba –incluso sobre los charcos. Él y nosotros éramos un grupo de hombres caminando juntos, viendo, escuchando, sintiendo, entendiendo el mismo mundo; y en dos minutos, con un breve golpe, uno de nosotros se habría ido –una mente menos, un mundo menos.
La horca se erguía en un pequeño patio, separada de los lugares centrales de la prisión, rodeada de mala hierba. Era una construcción de ladrillo similar a un cobertizo de tres paredes, con una planchada encima, y arriba de eso dos vigas y una barra con la soga colgando. El verdugo, un convicto de pelo gris vestido con el uniforme blanco de la prisión, esperaba al lado de su máquina. Nos saludó con una servil inclinación cuando ingresamos. A una palabra de Francis los dos guardias, aferrando al prisionero más firme que nunca, mitad lo condujeron, mitad lo empujaron a la horca y lo ayudaron torpemente a subir la escalera. Entonces subió el verdugo y fijó la soga alrededor del cuello del prisionero.
Nos quedamos esperando a cinco yardas. Los guardias se habían formado en algo similar a un círculo alrededor de la horca. Y entonces, cuando el lazo estuvo colocado, el prisionero comenzó a pedir a gritos por su dios. Era un grito alto y reiterado de “¡Ram! ¡Ram! ¡Ram! ¡Ram!”, no urgente ni temeroso como una plegaria o un grito de ayuda, pero sí continuo, rítmico, casi como el tañido de una campana. El perro respondió al sonido con un gimoteo. El verdugo, todavía parado en la horca, sacó una pequeña bolsa de algodón y la colocó sobre la cabeza del prisionero. Pero el sonido, ahogado por la prenda, todavía persistió, una y otra vez: “Ram! ¡Ram! ¡Ram! ¡Ram! ¡Ram!”
El verdugo bajó y quedó listo, aferrando la palanca. Pareció que pasaran algunos minutos. El grito continuo, amortiguado del prisionero, seguía y seguía, “¡Ram! ¡Ram! ¡Ram!” sin decaer un instante. El superintendente, cabeza pegada al pecho, escarbaba lentamente el suelo con su bastón. Tal vez estuviera contando los gritos, permitiéndole al prisionero un número tal –cincuenta, quizás, o cien. Todo el mundo había mudado de color. Los indios se habían puesto grises como café malo, y una o dos de las bayonetas temblaban. Mirábamos al hombre amarrado y encapuchado frente a la caída y escuchábamos sus gritos –cada grito, otro segundo de vida; el mismo pensamiento en todas nuestras cabezas: ¡oh, mátenlo rápido, salgamos de esto, paren este abominable ruido!
De improviso el superintendente se decidió. Alzando la cabeza hizo un suave movimiento con su bastón. “¡Chalo!” gritó casi ferozmente.
Hubo un ruido metálico y entonces un silencio de muerte. El prisionero había desaparecido y la soga giraba sobre sí misma. Dejé libre al perro que de inmediato se apresuró a la parte trasera de la horca; pero cuando llegó allí se detuvo en seco, ladró y entonces se retiró a una esquina del patio, donde permaneció entre la hierba, mirando temerosamente hacia nosotros. Rodeamos la horca para inspeccionar el cuerpo del prisionero. Se balanceaba con los dedos de los pies apuntando directamente hacia abajo, dando vueltas lentamente, tan muerto como una piedra.
El superintendente extendió el brazo con el bastón y empujó el desnudo cuerpo moreno; éste osciló ligeramente. “Él está bien”, dijo. Salió de espaldas de debajo de la horca y lanzó un respiro profundo. Muy de improviso el malhumor se había salido de su rostro. Lanzó una mirada a su reloj pulsera. “Ocho pasadas las ocho. Bien, es todo por la mañana. Gracias a Dios.”
Los guardias retiraron las bayonetas y, marchando, se retiraron. El perro, sobrio y consciente de haberse comportado de mala manera, se deslizó detrás de ellos. Salimos del patio de la horca, pasamos las celdas de los condenados con sus prisioneros en espera hacia el patio central de la prisión. Los convictos, bajo el mando de guardias armados de cachiporras, ya estaban recibiendo sus desayunos. Se agachaban en largas hileras, cada hombre sosteniendo una taza de lata mientras dos guardias con baldes marchaban alrededor de ellos sirviéndoles arroz; parecía una escena muy hogareña, alegre, después del ahorcamiento. Un enorme alivio nos había ganado ahora que el trabajo estaba hecho. Uno podía sentir el impulso de cantar, de salir corriendo de repente, de reírse en vos baja. A un tiempo todos comenzamos a parlotear felices, divertidos.
El chico eurasiático que caminaba a mi lado señaló el lugar por el que había venido, con una sonrisa cómplice: “Sabe usted, señor, nuestro amigo (quería decir el muerto), cuando oyó que su apelación había sido rechazada, se orinó en el piso de su celda. De miedo. Por favor tome uno de mis cigarrillos, señor. ¿Acaso no admira usted mi nueva cajilla de plata, señor? Estilo clásico europeo.”
Varios rieron –de qué, no se supo con certeza.
Francis caminaba al lado del superintendente, hablando de forma animada: “Bien, señor, todo ha pasado de la mejor manera posible. Todo fue terminado así, rápido. No es siempre así… ¡oh no! He conocido casos en los que el doctor se ha visto obligado a ir detrás de la horca y tirar de las piernas del prisionero para asegurar el fallecimiento. ¡De lo más desagradable!”
“¿Escabulléndose, eh? Eso es malo,” dijo el superintendente.
“Agh…, señor, ¡es peor cuando se ponen rebeldes! Un hombre, recuerdo, se pegó a los barrotes de su celda cuando fuimos a buscarlo. Usted apenas creerá, señor, que fueron necesarios seis guardias para moverlo de su sitio, tres en cada pierna. Tratamos de razonar con él. ‘Mi estimado amigo’, le dijimos, ‘¡piense en todo el dolor y el problema que nos está causando!’ Pero no, no escuchaba. Agh, ¡fue muy problemático!”
Me encontré riéndome animadamente. Todos estábamos riendo. Incluso el superintendente sonreía abiertamente, tolerante. “Ustedes mejor deberían salir a tomarse un trago,” dijo de muy buena manera. “Tengo una botella de whisky en el auto. Podríamos arreglarnos con ella.”
Traspasamos las dobles puertas de salida de la prisión hacia la calle. “¡Tirar de las piernas!” exclamó de repente un magistrado birmano, e irrumpió en una risa sonora. Todos comenzamos a reír de nuevo. En ese momento la anécdota de Francis resultaba extraordinariamente divertida. Tomamos tragos juntos, tanto los nativos como los europeos, muy amigablemente. El hombre muerto estaba a cien yardas de nosotros.Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-26596574447473894282012-07-28T08:58:00.000-07:002012-07-28T09:03:11.022-07:00Nueva novela policial: TAMPOCO ES EL FIN DEL MUNDO<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-6hBlLk4hOic/UBQMJ5zEE5I/AAAAAAAAATE/HygUcsLG6-g/s1600/imagen%2BTAMPOCO%2BES%2BEL%2BFIN%2BDEL%2BMUNDO.jpg" imageanchor="1" style="clear:right; float:right; margin-left:1em; margin-bottom:1em"><img border="0" height="200" width="128" src="http://2.bp.blogspot.com/-6hBlLk4hOic/UBQMJ5zEE5I/AAAAAAAAATE/HygUcsLG6-g/s200/imagen%2BTAMPOCO%2BES%2BEL%2BFIN%2BDEL%2BMUNDO.jpg" /></a></div>
Hace un tiempo empecé a escribir historias que podríamos catalogar, y así lo han hecho algunos, como policiales. Sin embargo, en lo que a mí respecta, sólo puedo decir que mi aspiración al escribirlas ha sido proponerme ejercicios creativos relacionados a ciertas formas del realismo, incluso del naturalismo y del realismo sucio (cuya primera muestra seguramente fue <i>La noche que no se repite<b></b></i>, editada en Perú hace dos años por los amigos de Ediciones Altazor). No hay allí innovación alguna en los aspectos formales, pero tampoco hay énfasis en los consabidos mecanismos de la trama pertenecientes al subgénero policial. O al menos no los hay desde la conciencia.
La escritura de estas novelas policiales para la <b>Colección Cosecha Roja</b> de Estuario Editora (HUM), de las que la primera ha sido <i>Ya nadie vive en ciertos lugares<b></b></i>, ha convivido en el tiempo con la escritura de una serie de cuentos de tema mítico (yo llamo a esta serie <i>Remitificaciones<b></b></i>) que abarca algunos relatos con personajes de la mitología nórdica, otros pertenecientes a la mitología griega y otros del ciclo mitológico azteca, sin dejar de mencionar un relato que he llamado “El Dios Verde”, proveniente de la estricta realidad histórico-mítica de los pueblos uruguayos del litoral (estos cuentos saldrán a la luz durante 2013, según los planes de la editorial con la que trabajo). También con la escritura de una novela un poco más extensa de corte apocalíptico, que avanza de forma lenta pero segura, y con la revisión de una serie nueva de cuentos eldorianos. O sea, no he priorizado significativamente la escritura de tema o corte policial sino que la he intercalado con otras tareas, otros intereses.
El personaje que unifica estas novelas es un conocido de algunos de ustedes, Agustín Flores, de quien no diré demasiado, esperando que tal vez alguien se interese y lo conozca de la mejor manera: leyendo lo que le pasa.
Los temas abordados en cada una de las novelas son aquellos que de alguna manera u otra me conmueven desde hace algún tiempo: los crímenes demasiado violentos (¡vaya extraña categorización!), la dinámica de la venta de drogas, las fugas (tengo cierta tendencia a comprender a quien se fuga de la autoridad, como queda claro en <i>No siempre las carga el diablo<b></b></i>, las coincidencias de corte trágico.
Hace unos meses, mientras delineaba la tercera novela con Agustín Flores como protagonista, me ocurrió algo ciertamente llamativo. Coincidí (hablando de coincidencias, aunque esta no es trágica sino todo lo contrario) en el ómnibus de regreso a San José con un viejo conocido mío de otras épocas, aunque no tan lejanas. Mi conocido, a quien conversar le gusta más que cualquier otra actividad humana, tuvo la feliz idea de sentarse a mi lado, incluso ignorando un grosero fingimiento de mi parte al intentar hacerme el dormido (infructuosamente, gracias a los hados). El hombre, que venía uniformado, se sentó a mi lado y comenzó a preguntar lo clásico: “¿qué es de tu vida?, ¿la familia?, ¿y aquello de los libros? Yo como siempre, en el Penal”.
La mención al Penal de Libertad me despertó totalmente. Tenía claro que en la siguiente novela el tema debía ser el de las cárceles. También tenía bien definido el disparador: al periodista y escritor Agustín Flores le sería encargado un libro con relatos de presos. Y ahora tenía a mi lado a alguien que podía ilustrarme acerca de casi todos los tejes y manejes del ambiente. ¡Y con plena disposición a hablar! ¡Y yo había intentado ignorarlo! (La próxima vez me mostraré más humilde y menos soberbio.)
Las siguientes dos horas (gracias a Dios el ómnibus era de camino y paraba muy seguido) me proporcionaron muchísima información de valor acerca de la vida en una cárcel como el Penal. Por supuesto que mi interlocutor se cuidó de mencionar nombres y, por allá como a la mitad de lo que para entonces se había vuelto una entrevista, se dio cuenta de que todo lo que estaba diciendo tenía destino de libro. Incluso me alegré de prometerle que, tras su retiro, le ayudaría a escribir sus memorias como guardia de la cárcel desde el año 1986.
La capacidad evocativa de mi fuente, vale decir de mi conocido, demostró ser prodigiosa. Me relató muchísimas anécdotas e historió para mí el proceso de deterioro extremo en el que se fue hundiendo el penal desde hace no tantos años. Pero sobre todo me habló de primera mano acerca de su propia forma de tratar a los presos, una forma nacida del sentido común y de la experiencia y que le asegura a él, en tiempos en los que impera el caos, cierto relativo respeto.
Por supuesto que pregunté por cosas que necesitaba saber. ¿Cómo se mueve un preso en la cárcel? ¿Qué puede hacer y qué no? ¿Cómo es que ocurren las violaciones? ¿Cómo se dividen las distintas bandas? ¿Pueden dirigir desde allí lo que ocurre afuera? ¿Cómo es que matan a otros si supuestamente están vigilados durante el día y trancados durante la noche? ¿Cómo es el lugar donde reciben las visitas conyugales? ¿Qué pasa con los abogados? ¿Y con el Comisionado de cárceles? ¿Y con los políticos? ¿Cómo es la interacción entre los presos y los policías que los vigilan?
Tenía la idea, el tema y el leit motiv, y ahora, finalmente, me había llegado una información valiosísima y de primera mano. Sólo debía ponerme a escribir, cosa que hice de forma más o menos frenética durante poco más de tres meses, entre diciembre de 2011 y marzo de 2012.
En el medio pensé mucho sobre qué es un preso, qué representa un preso para sí mismo y para el resto de la sociedad, y escribí sobre el tema en el Primera Hora de San José y en alguna otra publicación por allí. Creo que en mí latía, y late aún, un miedo secreto: el miedo de convertirme en un preso alguna vez. Recuerdo que el origen de este miedo, tan fuerte en mí hoy en día, fue una conversación con un escribano y ex compañero de clase del liceo y que desde hace unos años trabaja como actuario para el juzgado. Mi amigo dijo en aquella oportunidad algo que desde entonces me genera desazón: “ir en cana es la cosa más fácil del mundo… salir a la calle es una lotería… no sabés si volvés a tu casa o no… de gente normal te estoy hablando… ¿sabés cuántos casos así he visto? Perdí la cuenta.” Y por supuesto que el miedo, para este escritor al menos, es un muy buen combustible. Casi no lo hay mejor.
Justo al terminar la novela (ahora sí, una penosa coincidencia trágica) comienzan a ocurrir una serie de sucesos ominosos en el Penal de Libertad, que imagino no habrán sido todavía olvidados, a pesar de que la maquinaria de entretenimiento-información no haga otra cosa que presentarnos todo el tiempo dramas tremendos para sepultarlos a los quince minutos con otros todavía peores. Dentro de todo lo que significaron los motines, los incendios, las muertes, hubo algo positivo: se empezó a hablar de las inhumanas condiciones que hombres y mujeres padecen en el presente en los centros de reclusión más grandes. Y en medio de toda esta polémica de si hay que gastar en los presos o no, de si deben o no pagar por lo que rompen, etc., etc., saldrá a la calle en estos días <i>Tampoco es el fin del mundo<b></b></i>, una novela que intenta penetrar ese mundo miserable en el que hemos dejado que se convierta el Penal de Libertad.
Por supuesto que esta humilde novela no pretende ser nada más que eso. Pero como autor estoy contento con mi intuición a la hora de escribir una historia con estos vectores, con estas fuerzas, con esta problemática. No hay “mensaje” consciente en <i>Tampoco es el fin del mundo<b></b></i>. No hay denuncia social consciente. No hay expresión de opinión consciente. Lo que sí hay es el intento personal de ficcionalizar un ámbito y una forma de vida sobre la que no hay una tradición literaria en nuestro país. Es inevitable mencionar aquí un muy buen libro sobre tema carcelario escrito en Uruguay: <i>Trincheras de Papel<b></b></i>, de Alfredo Alzugarat. Pero no es un libro de ficción sino una excelente aproximación a los escritores que surgieron en Libertad (y en otras cárceles) en tiempos de dictadura.
De aquel penal lleno de presos políticos que tuvieron en la lectura su único desahogo y que -aun en medio de terribles torturas físicas y psicológicas- fueron capaces de fundar y llevar adelante una biblioteca con varios miles de ejemplares (remito al libro de Alzugarat mencionado arriba), a la realidad actual, parece haber mediado un universo de distancia. De aquella cárcel salió gente que después se dedicó a diversas formas del arte, entre ellas la escritura. Claro que no todos tuvieron esa suerte, pero ante la realidad actual cualquier intento de comparación se vuelve de inmediato obsoleto.
Así como creo que <i>Trincheras de papel<b></b></i> busca ahondar en las repercusiones culturales de un establecimiento de reclusión en determinada coyuntura, y desde la realidad, <i>Tampoco es el fin del mundo<b></b></i> busca, con las herramientas del realismo, reivindicar un terreno donde crear historias, y en este sentido he tenido muy presente la hermosa (y dolorosa) novela <i>El fondo de nadie<b></b></i>, de mi amigo, el escritor paraguayo Juan Ramírez Biedermann, que transcurre en una cárcel asunceña de baja seguridad, y de la que también he aprendido mucho.
O sea, simplemente, historias.
Historias más que nunca actuales.
Irremediable y penosamente actuales.
Un intento de hacer literatura desde la realidad.Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-1807733633114766982012-07-27T12:45:00.000-07:002012-07-27T12:45:08.395-07:00Un poco más de opio para los pueblos (sobre La civilización del espectáculo, de Mario Vargas Llosa).<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-4Xenk2GxPJ8/UBLvYay974I/AAAAAAAAASk/IsSMFatHQEQ/s1600/imagen%2Bla%2Bcivilizaci%25C3%25B3n%2Bdel%2Bespect%25C3%25A1culo.jpg" imageanchor="1" style="clear:right; float:right; margin-left:1em; margin-bottom:1em"><img border="0" height="200" width="126" src="http://3.bp.blogspot.com/-4Xenk2GxPJ8/UBLvYay974I/AAAAAAAAASk/IsSMFatHQEQ/s200/imagen%2Bla%2Bcivilizaci%25C3%25B3n%2Bdel%2Bespect%25C3%25A1culo.jpg" /></a></div>
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<a href="http://2.bp.blogspot.com/-zIQFpf7PwbY/UBLvlanYV1I/AAAAAAAAASw/BS2gp90BzUU/s1600/imagen%2Bvargas%2Bllosa.JPG" imageanchor="1" style="clear:right; float:right; margin-left:1em; margin-bottom:1em"><img border="0" height="200" width="162" src="http://2.bp.blogspot.com/-zIQFpf7PwbY/UBLvlanYV1I/AAAAAAAAASw/BS2gp90BzUU/s200/imagen%2Bvargas%2Bllosa.JPG" /></a></div>
La mirada sobre el mundo que se adivina tras la lectura de este libro es de una amargura impresionante. Todas las cosas en las que Vargas Llosa ha puesto su fe y su labor parecen irse a pique en un mar de fondo signado por la pérdida de valores estéticos, éticos y morales. Ninguno de los campos en los que el escritor peruano se ha movido a lo largo de su dilatada trayectoria como agente de opinión, resulta ajeno a los cambios (casi todos negativos) que implica la llegada de esta última etapa de la postmodernidad. La civilización del espectáculo se constituye en un documento excepcional a la hora de visualizar, con claridad y desde diversos ángulos, las características de una época sin nombre propio. Para ello, el libro presenta textos de diversa factura y extensión, algunos recientes y otros escritos hace ya más de diez años, aunque todos ellos de una flamante actualidad, fieles representantes del malestar intelectual que genera una sociedad en la que las coordenadas culturales han evolucionado –o involucionado- de forma tan drástica en tan corto tiempo.
En el amplio espectro de todo aquello cuyo valor se ha retraído, Vargas Llosa hace un énfasis especial en la situación de la cultura. En este sentido, La civilización del espectáculo propone en su inicio un recorrido por la historicidad de la idea de cultura, reivindicando su acepción más cerrada: “entendida (la cultura) no como un mero epifenómeno de la vida económica y social, sino como realidad autónoma, hecha de ideas, valores estéticos y éticos, y obras de arte que interactúan con el resto de la vida social y son a menudo, en lugar de reflejos, fuente de los fenómenos sociales, económicos, políticos e incluso religiosos.” Toma para ello los aportes previos de T.S. Eliot y de Steiner, pero viaja por Marx y Debord con fluidez y detenimiento para terminar señalando lo que a priori ha sido planteado: no todo lo que brilla es oro, o, mejor dicho, no todo lo que antropológicamente es cultura, es verdadera y legítima cultura.
En esta evolución del sentido de una palabra hacia el vaciamiento de su significado, el autor visualiza el mayor riesgo de los tiempos que corren. En la civilización del espectáculo no hay lugar para la complejidad: todo aquello pasible de ser adjudicado a la cultura se somete al irremisible mandato de entretener burdamente a un público no formado. La “cultura” se ha vuelto un fenómeno masivo a fuerza de simplificar sus contenidos. Cada vez un número mayor de personas adquieren la idea de que lo que hacen o perciben es algo que podría catalogarse como cultura, aunque en sí el valor estético de todo eso que hacen o perciben sea poco menos que nada.
Y así como la palabra cultura ha sufrido una resignificación que para Vargas Llosa es ciertamente negativa, no ha sido éste el único elemento de nuestra contemporaneidad que ha sufrido cambios.
Uno de los temas que el peruano ha abordado con mayor asiduidad tanto desde lo narrativo como desde lo ensayístico ha sido lo sexual. Lo sexual y lo erótico, que para Vargas Llosa es la piedra de toque en lo que tiene que ver con la representación de esa sexualidad asociada a una estética del rito, signada por la cultura. Como este libro está constituido por ensayos recientes intercalados con artículos para El País de Madrid, algunos de los cuales tienen más de una década, varias veces los segundos funcionan como disparadores conceptuales de los primeros, en los que el autor se explaya ahora sin el límite formal de tantos o cuantos caracteres. En el capítulo IV, cuyo significativo subtítulo es “La desaparición del erotismo”, la denuncia se centra en la descripción de dos fenómenos culturales (una tardía exposición de trabajos con motivo sexual de Picasso y el libro La vie sexuelle de Catherine M., de Catherine Millet, verdadero best seller de principios de siglo en el que la autora describe con detalle sus vastísimas experiencias sexuales) y el trazado de una posible relación –no explícita, claro- de estos con la propuesta del año 2009 de la Junta de Extremadura, entonces en manos de los socialistas, de realizar talleres educativos de masturbación enfocados en la población adolescente. Desde su acérrimo liberalismo, Vargas Llosa no tiene nada que oponer a estos talleres. Su objeción va por el lado, otra vez, de lo estético: la desmitificación de la sexualidad, el despojamiento de todo lo que esta tiene de misterioso, de artístico, de simbólico, de secreto goce, eso es lo que el autor denuncia que se ha perdido. La frivolización del sexo, el proceso desenfrenado por el que éste se ha vuelto trivial y alejado de todo misticismo, es también para el autor una pérdida desde el punto de vista cultural y artístico. El sexo apenas como algo más, una de las tantas mercancías al alcance de la mano. Un burdo entretenimiento destinado a diluirse rápidamente en el tiempo. Ya no más el sexo como elemento cultural que puede y debe ser dotado de belleza.
El deterioro en la cultura es el eje por el que se deslizan otros tipos de deterioro, y entre ellos uno que parece preocupar a Vargas Llosa más que ningún otro: el de la labor política.
Tal vez no sin recurrir a la memoria personal de pasados tiempos electorales que lo tuvieron por protagonista en su Perú natal, el autor deja clara una verdad que, una vez explicitada, al lector podría parecerle evidente: el quehacer político, mal pagado a todos los niveles y ciertamente desprestigiado por infinidad de episodios de corrupción, ya no atrae a los mejores ni a los más cultos. El creciente desinterés de la sociedad en lo político y en su forma de resolver la problemática social, desinterés que se plasma en los más diversos comentarios negativos sobre los políticos de todo occidente, ya no es privativo de los países con raíz latina. Incluso los países de raigambre anglosajona han sucumbido recientemente a la andanada de desprestigio mediático. Los medios de comunicación han sido los responsables de poner en funcionamiento un mecanismo perverso que ya ni siquiera busca la difusión de la verdad sino apenas suscitar en el público la sensación de haber sido bien entretenido durante los minutos que la noticia ocupó como prioridad informativa. La noticia política adquiere carácter de tal sólo si antes ha pasado por el cernidor que sirve para separar lo divertido de lo que no lo es.
Otro de los temas que aborda el autor es el de las revueltas en el mundo árabe. Es aquí donde el texto se vuelve quizás un poco previsible: desde la óptica de un liberal consumado, occidente debe apoyar todo intento de democratización. Así dicho, seguramente suena mejor de lo que podría resultar.
En definitiva, La civilización del espectáculo es un libro ambicioso y combativo, con muchas ideas girando en torno al pensamiento de que el deterioro en la cultura genera otros deterioros más dolorosos y, sobre todo, peligrosos. Como ha dicho el también peruano Alonso Cueto, en los tiempos que corren, se trata de un libro por cierto transgresor.Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-76027982878408740182012-07-12T17:08:00.000-07:002012-07-12T17:08:09.576-07:00Beautiful little Uruguay - Pasado y presente <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-fOiuStWIGh4/T_9l_uxuf4I/AAAAAAAAASU/sAnLCbMvNHw/s1600/imagen%2Bpalacio%2Bsalvo.jpg" imageanchor="1" style="clear:right; float:right; margin-left:1em; margin-bottom:1em"><img border="0" height="150" width="200" src="http://2.bp.blogspot.com/-fOiuStWIGh4/T_9l_uxuf4I/AAAAAAAAASU/sAnLCbMvNHw/s200/imagen%2Bpalacio%2Bsalvo.jpg" /></a></div>
A este país no lo mueven los grandes cataclismos universales de los terremotos o los maremotos o los huracanes. Lo mueve un cataclismo mayor: un parsimonioso equilibrio. Sobre ese cataclismo pastan mansamente veinticuatro millones de vacas, bueyes y algún que otro toro gordo, gordísimo, con tanta dificultad a la hora de la monta que es necesaria la inseminación artificial.
Una prueba de la riqueza lingüística de este país es la gran cantidad de palabras aplicadas, por ejemplo, al concepto de delincuente. Si el delincuente es pobre se le dice “pichi”. Si es de clase media se le llama “ladrón”. Si es de clase alta ya estamos hablando de alguien “con la ciudadanía suspendida”. En el improbable caso de que se les descubra y en el aún más improbable de que se les pruebe, van a parar (sobre todo los pichis) a un penal que lleva el nombre de “Libertad”, para mayor tortura psicológica de quienes allí ingresan.
No hay liberales en serio ni comunistas en serio. Los liberales más liberales, antes de perder votos le piden al Estado que salga a cubrir deuda o a financiarla. Los comunistas más comunistas, con tal de no perder votos, reciben con un asado al Presidente Bush. Aquí estamos otra vez frente al cataclismo del equilibrio.
A Venezuela no le molesta nuestra tibia izquierda. A EEUU no le importa un comino que representantes de nuestra derecha participen en las convenciones de sus dos partidos principales. Mejor, por supuesto, mientras se eviten los extremismos.
Hemos tenido guerras, claro, pero nadie las ha ganado. Sí se han ganado algunas batallas, como la de Las Piedras, que además de aludir al lugar en el que tuvo lugar alude a parte del armamento utilizado. Después vino una guerrita que los historiadores insisten en llamar Guerra Grande cuando sería mucho mejor nombre el de “Guerra Larga” y aún mucho más apropiado el de “Guerra Lenta”. Para ejemplificar lo del principio, ni vencidos ni vencedores. Y como nadie ganó, no es posible hacer una película con esa guerra, lo que al menos nos asegura que esos muertos, aunque no tantos como se hubiera querido, descansen en paz.
Y cuando estoy hablando de las guerras me salen al cruce toda esa pléyade de seres fluctuantes entre el heroísmo y el bandolerismo. El primero es aquel blandengue contrabandista. La imagen que todos nosotros tenemos de él sale de dos breves párrafos de Dámaso Antonio Larrañaga en cierta crónica de viaje. Sin embargo ahí está, imperturbable en Purificación, el mítico campamento que era, como su nombre lo indica, el lugar donde algunos cajetillas purgaban sus traiciones. Todos los políticos de todos los partidos se adhieren a sus ideas, aunque ninguno quiera unirse a otras provincias de la Argentina y formar una federación, que era lo que él más quería.
Después viene un tal Frutos, cuya mayor muestra de pericia militar fue emborrachar a quinientos indios. Después uno de gallardo porte y admirable bigote: que sí, que no, que sí, que no, que voy, que vengo... Queda por nombrar a aquel libertador, cuyo mayor rasgo distintivo siempre fue su profunda convicción de que las patillas quedaban buenas. A todos ellos se les ha premiado con el nombre de un departamento o de un paraje. Menos al pobre del bigote elegante, claro (que sí, que no…).
Pero nuestras gloriosas huestes no se contentaron con la gloria interna, por así llamarla. Llegado el momento partieron al Paraguay y lo invadieron junto a brasileños y argentinos en una guerra un poco robada, un poco abusiva. Una especie de Real Madrid contra Cerrito pero con armas y en la segunda mitad del siglo XIX. Hoy los cuatro países “hermanos” conforman el inocuo MERCOSUR, que si bien sirve de poco, por lo menos previene una nueva guerra. Bueno… no sé… dadas las últimas circunstancias…
En aquellos tiempos gobernaba Venancio Flores, probablemente el peorcito ejemplar de nuestra historia lejana. Como corresponde, el departamento que le negamos al del bigote se lo dimos a Venancio, cuyo nombre de pila transmutó después en cierto jugador de fútbol cuya jugada más recordada fue la de tirar un limonazo a la pelota en ciertas eliminatorias ante la desazón del jugador chileno que pifió el tiro libre.
Fiel al paradigma del equilibrio, nuestro mayor escritor (así lo ha catalogado cierto director de cierta publicación cultural, lo cual nos impele a no dudar de ello) es un escritor “gris”, un escritor de la “grisura”. El instrumento musical en el que nos destacamos más no es el piano ni el violín ni el arpa (los paraguayos, esos a los que invadimos y a los que les ganamos, se cuentan entre los mejores arpistas del mundo) ni ninguno que implique complejidades innecesarias. Nuestro instrumento es el tambor. Nuestros intelectuales, nuestros artistas plásticos, nuestros filósofos, todos marchan al ritmo del candombe, manifestación musical para la que no es necesario ni siquiera saber lo que significa la palabra pentagrama.
Cuando al mundo le va mal, a este país le va bien. En 1930, apenas a unos meses de la crisis económica más importante del S. XX, construimos un estadio, organizamos y ganamos un mundial de fútbol. En 1950, cuando el mundo salía de la segunda guerra mundial y estaba por entrar en la de Corea y en la Fría, ganamos de nuevo. Hoy en día la mayor prueba de que la debacle económica mundial es maravillosamente grande es que a nosotros nos va mejor que nunca. Supuestamente.
Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-52075241143200116702012-04-23T11:13:00.000-07:002014-08-16T17:09:16.811-07:00PEQUEÑA CONMOCIÓN POR FUGA DE LA LEONA DEL PARQUE RODÓ<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-koTFtkZD1gY/T5Wa4pAtKdI/AAAAAAAAASI/sWt9iTHtEKw/s1600/IMAGEN%2BLEONA.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-koTFtkZD1gY/T5Wa4pAtKdI/AAAAAAAAASI/sWt9iTHtEKw/s200/IMAGEN%2BLEONA.jpg" height="200" width="150" /></a></div>
Hoy, lunes, sobre las 11 de la mañana, recibí una llamada a mi celular proveniente del editor del diario Primera Hora. El motivo era ponerme al tanto de un fenómeno notablemente singular acaecido durante la mañana y que paso a describir. Otro periodista con el que el editor se encontró por cuestiones profesionales, le cuenta acerca de las varias llamadas recibidas en la radio am más popular del departamento preguntando con preocupación acerca de la situación generada tras la fuga de la leona del Parque Rodó de la ciudad. Tantas llamadas preguntando por lo mismo, algunas de ellas lisa y llanamente informando detalles acerca del asunto, provocaron la necesidad de llamar al Director del área específica, que es Parques y Jardines, una persona públicamente conocida y me atrevería a decir que polémica, que a esas alturas aún desconocía el tema de la fuga de tamaño animal. Permitámonos imaginar durante un segundo la cara de desazón del alto jerarca ante la consulta periodística acerca de un tema serio, grave y peligroso como un animal de esas características suelto en los campos aledaños al parque o lisa y llanamente en la ciudad.
Ahora bien… ¿de dónde había salido la información?
Hace dos meses, una calurosa tarde de febrero, paseábamos con mi familia por el clásico Parque Rodó de nuestra ciudad. Inevitablemente fuimos a parar a la jaula de la leona. Allí constatamos que el animal no se movía debido al excesivo calor soportado durante ocho o nueve horas de un sol directo y dañino. Escribí algo al respecto para el facebook a ver si había más gente que se prendiera en el asunto. Y la hubo, lo que generó el compromiso de actuar de alguna forma para lograr sacar a la leona de esas condiciones de encierro tan espantosas.
El tema del inicio del año, las clases, otros proyectos de escritura, y todas las excusas que a uno se le puedan ocurrir, me han impedido canalizar por la vía correcta una denuncia formal del asunto. Pero el tema quedó anclado, se ve, en alguna parte de mi conciencia y finalmente se abrió paso entre otros muchos devaneos estéticos: ¿por qué no incluir en mi nueva novela por entregas en el Primera Hora la fuga de la leona propiciada por manos anónimas y generando cierto pánico social, siempre a nivel de la ficción? No dudé ni medio segundo, pues además me venía muy a la sazón de lo que en ese momento ocurría con ciertos elementos de la trama de la novela. Pero debía pensar bien cómo narrar ese hecho y lo que se me ocurrió fue hacerlo pasar como una noticia, para lo cual utilicé una fecha de febrero, una foto de la leona que yo mismo saqué con el celular y el nombre del diario Primera Hora. Intuía que no habría problemas con la gente del diario para ficcionalizar con el medio de prensa, y de hecho por supuesto que no lo hubo. Entonces, este sábado pasado, finalmente salió a la luz el capítulo 6 de Marginalia, donde se presenta la “noticia” de la fuga de la leona, que es funcional a la trama. En la ficción creada por mí para la novela, no se conocen los autores materiales del agujero en la jaula y la leona está en algún lugar de los montes aledaños o en la misma ciudad. Muchos curiosos se agolparon en los accesos al parque y fueron desalojados por las fuerzas policiales. Hubo emergencias, bomberos, militares, etc., todos en labores de rastreo. Y obviamente el tema interesó a los medios de prensa nacionales que se vinieron en masa a cubrirlo, creando la tal conmoción.
¡Pero todo esto era ficción!
¡Parte de una novela por entregas! ¡Y así fue presentada en la contratapa, donde quedaba claro el carácter de esas páginas!
Lo que no impidió que varias personas se alarmaran, llamaran a una radio y que de la radio se terminara dando un susto de muerte a un director municipal.
No puedo evitar reírme a carcajadas, en un principio, como nos reíamos cuando el editor me contaba todo esto. Pero después me digo: ojalá este equívoco, que fue bastante masivo para los niveles de una ciudad chica del interior, de más o menos 30.000 habitantes, nos haga pensar en la leona y en la necesidad de sacarla de tan mala vida, antes que alguien haga en realidad lo que ocurrió, por ahora, sólo en la ficción.
¡Y ojalá alguna gente pudiera leer mejor las cosas!Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-31342323130792830482012-03-26T19:28:00.001-07:002012-03-26T19:33:48.940-07:00BREVE REFLEXIÓN SOBRE EL ACTO DE ESCRIBIR<a href="http://4.bp.blogspot.com/-SGEZhghr-zA/T3EnAGtoDaI/AAAAAAAAARs/2-K6bbprtLk/s1600/imagen%2Bdendritas.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 200px; height: 156px;" src="http://4.bp.blogspot.com/-SGEZhghr-zA/T3EnAGtoDaI/AAAAAAAAARs/2-K6bbprtLk/s200/imagen%2Bdendritas.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5724399484120075682" /></a><br /> Escribir es el acto de generar en un posible lector determinadas representaciones mentales. De alguna manera el escritor termina convirtiéndose en la única entidad capaz de penetrar a voluntad en la psique del sujeto destinado a interpretar su mensaje. Cuando alguien escribe, entonces, produce en el otro un fenómeno que en el apuro podríamos catalogar de abstracto pero que tiene lugar gracias a una base biológica que debe existir a priori. Para una decodificación apropiada, entonces, deben confluir un cerebro adecuadamente desarrollado desde el punto de vista fisiológico y una serie de posibilidades lingüísticas adquiridas por ese mismo cerebro a través de diversos caminos: educación, innata sensibilidad, exposición al conocimiento en sus diversas manifestaciones, creación de nuevo conocimiento, etc.<br /> Del grado de complejidad de esas representaciones que un sujeto imagina y convierte en objeto de plasmación artística y otro sujeto interpreta y convierte en imágenes a través de las dendritas apropiadas, surgen los estilos. Dependen estos básicamente del grado de apropiación del lenguaje que posea el escritor y de cómo su sensibilidad o sus conocimientos le ayudan a combinar esas habilidades de las que se ha apropiado mediante el estudio, la corazonada, la exposición a otros autores, afinidades varias. <br /> Las dendritas van especificando sus conexiones de acuerdo a los estímulos que reciben o dejan de recibir. Bien podríamos poner como ejemplo el del músico que se ejercita seis o siete horas diarias en su instrumento y que de pronto, por alguna eventualidad, pasa un largo tiempo sin poder realizar esta labor. En tal caso, las dendritas desarrolladas a base de esfuerzo se retraen y, por decirlo de alguna manera, sus conexiones pasan a ser mucho menos ágiles. Si el tiempo transcurrido es significativamente extenso, lo que se logra es la aparente pérdida de esas facultades artísticas asociadas al instrumento. La latencia de estas facultades bien podría persistir en el tiempo de manera que cuando finalmente el músico pueda retomar su relación con su herramienta de trabajo, la dendrita retraída comenzará lentamente a reaccionar y a recuperar la memoria de sí misma y su función. <br /> Hoy por hoy el escritor, poseedor de una cierta competencia lingüística que podríamos catalogar de bien desarrollada, debe contar con que el lector posea también una competencia similar que le permita operar sobre el texto a nivel de la decodificación. El problema radica en que la masa de personas desde la que debe salir ese posible lector está siendo expuesta a una serie de mecanismos culturales que la vuelven casi obsoleta para los fines interpretativos que el escritor le impondrá a través de la escritura. Volviendo al tema de las representaciones mentales, el riesgo es que al acto de producción de esas representaciones siga un acto de decodificación fallido que, a su vez, las vuelva a ellas mismas obsoletas. O sea, y esto parecerá tal vez obvio, tanto el escritor como el lector, en los términos en que los conocemos, son especies en riesgo. Sobre todo porque se está produciendo el fenómeno de la sustitución de las representaciones mentales por percepciones sensoriales a las que se accede de forma más simple. <br /> Las dendritas del ser humano encargadas de leer están reviniéndose, hasta nuevo aviso.<br /> Lo que de alguna manera significa que las dendritas encargadas de escribir irán, en breve, por el mismo camino.Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-53524802423200377852012-01-25T16:43:00.000-08:002012-01-25T16:45:43.322-08:00UNO DE LOS TIPOS DE ESCRITORES QUE ME GUSTAN<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/-EFQzbEccMNA/TyCiJ5ay0DI/AAAAAAAAAQQ/MwtVm8Tknlg/s1600/imagen%2Bbyron.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 200px; height: 200px;" src="http://4.bp.blogspot.com/-EFQzbEccMNA/TyCiJ5ay0DI/AAAAAAAAAQQ/MwtVm8Tknlg/s200/imagen%2Bbyron.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5701735419166773298" /></a><br /> Examinando la cuestión de mis preferencias personales a la hora de la lectura he encontrado sin mucho esfuerzo una idea simple que intentaré desarrollar brevemente. La idea simple es esta: la mayoría de los escritores que leo y releo con placer han tenido una vida azarosa plagada de lo que podríamos llamar padecimientos, esfuerzos, aventuras o conflictos. Ese componente vital se transpone a la creación por diversos mecanismos psicológicos y termina constituyéndose en la materia con la que se construye la obra literaria.<br /> Pondré varios ejemplos, todos bien conocidos: un hombre de 28 años se enfrenta al pelotón de fusilamiento y ve su muerte a la cara. A último momento le conmutan la pena y debe pasar cuatro años de trabajos forzados en Siberia. Siglo XIX.<br /> Siglo XVI. Otro hombre participa de una formidable batalla en el mar y sufre heridas en la mano que terminan provocándole su inutilización. Cuando por fin volverá a su tierra, la nave en la que viaja es secuestrada y el hombre pasa cinco años preso en espera de que alguna alma piadosa pague el rescate exigido desde el norte de África. No se contenta con su suerte: con una sola mano, intenta varias veces escapar. Cuando, ahora sí, unos religiosos pagan su rescate, regresa y tiene varias complicaciones adyacentes derivadas de sus empleos, de su casamiento, de su hija. Pasa algún tiempo en la cárcel.<br /> Otro hombre va al mar y se inhibe de escribir hasta pasados los cuarenta. Otro se enlista como aviador voluntario del Canadá en la Primera Guerra Mundial, cuando volar aviones no era para cualquiera. Otro se vuelve salteador de caminos en la Francia del Siglo XV. Otro trepa un castillo italiano y es derribado y muerto por una piedra que le cae desde la almena a la que pretende conquistar. Otro se va a la China, exiliado religioso, y se vuelve arqueólogo. Otro padece miserias en un destacamento en la India mientras intenta sofrenar su odio hacia lo que se ve obligado a hacer.<br /> Otro va a pelear a la guerra de Grecia. Otro muere en su velero soportando una tormenta. <br /> Estas experiencias al límite acercan al ser humano algo que bien podríamos llamar conocimiento. ¿Quién mejor que Dostoievski para mostrarnos lo que se siente cuando uno sabe que camina hacia la muerte? <br /> Y aquí interviene otro elemento de análisis: la forma y su interrelación con la materia. Apropiarse de una forma o de unas formas o del conocimiento de las formas es algo inevitable para el lector frecuente. Maravillarse ante el rompimiento de esas formas a través de mecanismos lógicos desarticuladores es el paso siguiente sin dudas, y sigue siendo parte de lo previsible y lo esperable. Ha ocurrido esto en la literatura desde Sófocles hasta ayer mismo. Una forma la genera cualquiera (basta con pensar y con la ilación del pensamiento para que haya forma, ¿o alguien puede pensar sin crear forma?), la rompe cualquiera (basta con derivar el pensamiento hacia lo que se piensa y cómo se piensa, eso es todo), pero no la completa cualquiera. Lamentablemente para el ser humano, el camino del dolor, de la escasez, del sufrimiento, es también el camino del conocimiento a ser significado en la obra. Es el conocimiento de un límite físico y psíquico que muchas veces se traspone y del que se vuelve distinto. Los escritores apenas aludidos en este breve texto han transitado ese camino vital y ese tránsito ha generado una escritura potente, cargada de significaciones que parten de la experiencia propia y no de otra cosa. <br /> Este es uno de los tipos de escritores que me gustan. Tal vez el que me gusta más. Hay otros, como por ejemplo el integrado por esos cuyos padecimientos, cuyas aventuras, miran hacia adentro y de los que Artaud es paradigma en el Siglo XX, aunque ejemplos como Artaud podríamos citar quince o veinte. Están también aquellos que no son aceptados en un principio por la tradición canónica pero cuyas obras terminan imponiéndose debido a su calidad o a la fortaleza de su planteamiento. Sor Juana es, me parece, la persona en la que pienso cuando pienso en estos últimos. Pero también Santa Teresa o San Juan de la Cruz. <br /> ¿Y en nuestro país?<br /> La historia de este pequeño país es una historia pequeña. Nuestro país es un país nacido por voluntad de los ingleses (por más que Acevedo Díaz le haga decir a Lavalleja en una de sus novelas que los orientales no quieren ser más que orientales…). Somos una criatura adolescente, inocua en el plano de las letras. Nuestra experiencia literaria es infantil y nuestro mito heroico es futbolístico. Paco Espínola, en carta a Vaz Ferreira desde la cárcel de Colonia, contaba las dos horas que pasó tendido en la tierra en el poco menos que insignificante combate de Paso Morlán y eso le parecía una hazaña pasible de ser parangonada con la heroicidad de otros, pues siguió contando esa anécdota hasta el final de su vida. Salvo en la pasada dictadura, donde el padecimiento generó algunos –pocos nomás- escritores de peso (pienso en Liscano, en primer lugar), no parece ser que estemos en el lugar indicado para la generación de este tipo particular de escritores que me gustan… Aquí es más probable encontrarnos al clásico y recontraclásico reventado, relector, freakie post posmoderno de variados entretenimientos, que mientras no vive, no sufre, no padece miserias (ni hacia afuera ni hacia adentro), intenta escribir sobre cosas de las que tal vez leyó algo pero que sin dudas no conoce de primera mano. Y esa impostación, ese querer hacerse el que se sabe algo que no se sabe… resulta penoso de ver.Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-14075449827490295202012-01-24T17:32:00.001-08:002012-01-24T17:34:54.068-08:00RECUERDOS DE MI OTRA VIDA (II): Lake of the Woods<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/-zA_8E9S_Ipo/Tx9cCYdq4QI/AAAAAAAAAQE/A0MrbSdH8-o/s1600/imagen%2Bcamp%2Bstephens.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 200px; height: 162px;" src="http://1.bp.blogspot.com/-zA_8E9S_Ipo/Tx9cCYdq4QI/AAAAAAAAAQE/A0MrbSdH8-o/s200/imagen%2Bcamp%2Bstephens.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5701376849270726914" /></a><br /> El lago de los bosques tiene centenares de islas desperdigadas en una superficie tan extensa como alguno de los departamentos más extensos del Uruguay. Se genera allí una especie de microclima muy variable por lo que los pronósticos rara vez son atendibles por más de 24 horas. Es posible salir a andar en canoa en una mañana clarísima y diáfana para tener que ser rescatado al mediodía del medio de un lago turbulento totalmente electrificado por una circunstancial tormenta. La circulación por las islas debe hacerse sí o sí mapa en mano, junto a una brújula que interactúa con el mapa al apoyarse directamente sobre él en una de sus esquinas, dando siempre el norte, tras lo que el viajero debe calcular la dirección a seguir tras calcular los grados que la indican. Parece complicado, en primera instancia, pero no lo es en absoluto una vez que se ha aprendido y se ha entrenado.<br /> A los efectos de ese entrenamiento, contábamos con una semana que, justamente, se llamaba “the training week” y que no era otra cosa que una seguidilla de pruebas físicas, de experticia en primeros auxilios y aprendizaje y uso de embarcaciones en situación de rescate en lago abierto. De la primera semana de entrenamiento salí bastante maltrecho en el rostro (haciendo el famoso “piano keys” con unos diez kayaks, me zambullí de forma vehemente al saltar del último y mi rostro aterrizó en la gruesa arena del fondo…), aunque también bastante fortalecido. Tanto que me era impensable pasar un día sin sacar una canoa e irme hasta algunas de las islas aledañas al campamento (en las que, a escondidas de los supervisores, aprovechaba a fumar). <br /> Generalmente los usuarios del campamento pasaban dos semanas allí, ingresando un lunes y partiendo el viernes de la semana siguiente. El primer sábado iniciábamos una suerte de travesía de cinco días fuera de la isla que culminaba el segundo miércoles. Una vez que salíamos debíamos cumplir a rajatabla con un itinerario prefijado por la dirección del campamento, lo que facilitaría las labores de los rescatistas, si resultaba necesario acudir a ellos. Y los motivos para este acudimiento podían ser miles: ataques de osos, tormenta en lago abierto, extravío del rumbo, complicaciones de salud y cosas por el estilo. Una vez situados en una isla, procedíamos a la exploración de la zona donde nos quedaríamos buscando, justamente, no coincidir con osos o, lo que era ciertamente, peor, seres humanos complicados, alcoholizados, cazadores, etc., mucho más difíciles de manejar que los típicos animales. El criterio era siempre pensar en la seguridad primero. Una vez seguros, armábamos las carpas y el lugar para cocinar. Contábamos los alimentos y los asegurábamos lejos del alcance de alimañas más pequeñas. Nos distribuíamos tareas y salíamos en búsqueda de la diversión, que básicamente, en aquella situación, consistía en encontrar una roca de cuatro o cinco metros de altura a la que se pudiera llegar caminando y que diera directamente en picada al lago. Una vez localizada, uno de nosotros debía chequear que fuera hondo el lugar por donde nos dejaríamos caer. Este cuidadoso proceso llevaba alrededor de una hora, pero después venía lo bueno: había que trepar hasta la roca, tomar coraje (y ciertamente, a pesar de ser el líder guía de la expedición, yo nunca era de los primeros…) y arrojarse al agua, no sin antes recordar que la única forma de caer permitida por las reglas del campamento era en la clásica posición de soldadito, es decir, manos a los costados y con las piernas que deberían entrar al agua antes que nada. Parece fácil decirlo, sí, pero hacerlo era bastante más complejo. Las piernas, si no quedaban bien puestas después del paso al vacío, podían quedar abiertas y entonces el golpe del agua… podía resultar ciertamente incómodo.<br /> Eso duraba hasta la tardecita. Regresábamos a las carpas y preparábamos la cena y volvíamos a la roca, esta vez abrigados, pues la diferencia entre la temperatura de la tarde y de la noche siempre era demasiada, y nos quedábamos allí un par de horas más, siempre con las esperanzas de lograr ver la hermosísima aurora boreal y los juegos luminosos increíbles e impredecibles que su luminiscencia fosforescente trazaba en el cielo en cuestión se segundos.<br /> En una ocasión, en una isla que paradigmáticamente se llamaba (y se llama, claro) Big Mosquito, simplemente nos quedamos a dormir en una de esas rocas. A la mañana siguiente, cuando regresamos a las carpas ya para desayunar y volver a partir rumbo a otra isla, encontramos huellas inequívocas del cercano pasaje de un oso pardo. Un pequeño milagro, si se quiere, comparado con el magnífico milagro del tiempo juntos y de las inexplicables luces en el cielo.Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-84768679982478569142012-01-17T09:02:00.000-08:002012-01-17T09:05:51.128-08:00CARTA AGRADECIMIENTO Y DESPEDIDA A RAMIRO SANCHIZGracias Ramiro por estas palabras y este tiempo dedicado a la labor de situarme en el lugar que me merezco. La verdad es que comparto muchas de las cosas que decís, después de haberlas meditado todo el fin de semana. Uno nunca lo sabe o quizás no quiera reconocerlo, pero es probable que sí sea mediocre y me deje avasallar por la maquinaria del poder letrado y defienda a todos esos que vos decís (para mayor prueba, pronto verás dos prólogos a autores clásicos uruguayos que me tocó investigar). Sí, sos muy inteligente y éticamente irreprochable y seguramente las personas de nuestro medio cultural así lo saben y lo habrán probado. <br />Repito: gracias por hacerme el favor de ubicarme. <br />Veo que en tu despedida ya se nota que no hemos de escribirnos ni saludarnos más, así que permitime cerrar con mi total acuerdo a esa propuesta. Sinceramente, dadas tu inteligencia y la forma en cómo te desempeñás que, como dice uno de tus admiradores, pone de rodillas a todos, la verdad es que no quiero confrontar más contigo. Uno debe medir bien sus fuerzas y saber hasta dónde puede ir. Yo fui hasta aquí, porque más fuerzas no tengo, ni intelectuales ni morales. Tal vez no debí meterme contigo, pero no podía saber bien contra qué estaba enfrentándome. Ahora lo voy a decir claramente: estaba enfrentándome a un tipo muy inteligente, muy jugado y valiente. No calcé los puntos, así que me retiro, derrotado, con la cola entre las patas, como hacen los perros cobardes que han sido vencidos por el macho dominante. <br />Ramiro, la verdad es que mi propia situación me resulta tan enojosa que ni siquiera puedo desearte lo mejor para tu futuro. No de forma sincera, aún. Podría hacerlo de otra forma, sí, pero sería una fallutería. Mejor lo hago cuando realmente sienta que deba hacerlo.<br />Igual dejo un saludo a mi claro vencedor. <br />Y por las dudas de malas interpretaciones, este mensaje no encierra ninguna ironía. <br />Es realmente aliviador dar por terminado todo esto y reconocer que he perdido.<br /><br />Saludos a todosPedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-62993636998599443042012-01-12T18:31:00.000-08:002012-01-12T18:34:35.184-08:00Dramático testimonio: "EL CRÍTICO LITERARIO X"<a href="http://4.bp.blogspot.com/-Zr1bu154E7M/Tw-YNlQI5oI/AAAAAAAAAP4/8L5lI_syNus/s1600/IMAGEN%2BCR%25C3%258DTICO.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 116px; height: 200px;" src="http://4.bp.blogspot.com/-Zr1bu154E7M/Tw-YNlQI5oI/AAAAAAAAAP4/8L5lI_syNus/s200/IMAGEN%2BCR%25C3%258DTICO.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5696939412752492162" /></a><br /> El benemérito crítico literario X comienza su día. Va al baño y siente mucho dolor al orinar, pero no dolor físico sino dolor moral, pues en ese acto se va para siempre algo que hasta entonces lo constituía y que él toma por una gran pérdida. Le gustaría no orinar para que su yo no se diluyera en el Universo de esa forma tan poco honorable, pero ante ciertas cosas no puede. Acto seguido va al espejo, se mira y se golpea la cabeza, pues ha olvidado cambiarlo por uno más grande que refleje mejor su consagrada imagen.<br /> Desayuna, aunque no sabemos qué.<br /> Mientras lo hace revuelve archivos en su laptop. Después busca con cuidado el nombre de su próximo blanco.<br /> En este sentido, X es terrible. No olvidemos que en algún lugar puede leerse que “estudió filosofía en la FHCE”. Claro que no terminó los estudios, pero ese pequeño detalle no parece afectarlo a la hora de considerarse como una de las luminarias más importantes, si no la única, del pensamiento contemporáneo. Si alguien le dice algo, dirá que eso no era para él y que la dejó porque las viejas estructuras lo vencieron y él estaba para otra cosa. Si entonces se le pregunta acerca de por qué incluye esa información en tal lugar, él dirá…bueno… algo dirá, algo demasiado inteligente, por supuesto, porque el quedarse en silencio no es nunca su actitud.<br /> Digámoslo de una vez: la gran mayoría de la gente piensa que X escribe mal. Por lo tanto sólo una pequeña minoría piensa que X escribe muy mal. Él no se encuentra en ninguno de los dos grupos mencionados, así que constituye su propia categoría sin ninguna dificultad, pues él no necesita de nadie. <br /> No necesita de nadie, es verdad, pero igualmente hay algunos de nosotros dispuestos a batirle el parche, vaya uno a saber por qué secreto designio cultural o psicológico.<br /> X no se considera sólo un crítico. Él se considera, sobre todo, escritor. De hecho figura dentro de una clase de escritores llamada “los cirujanos”, o algo así. Temibles. Hay otras categorías tales como los “inocuos”, los “amigos de lo ajeno”, los “glam”, los “librerianos”, “los que se salvaron del naufragio”, “los automasturbatorios” y así… todas ellas generadas por poderosos agentes de la inteligencia cultural.<br /> ¿Qué si le han dicho a X que escribe mal? Vaya… sí, claro. Se lo han dicho. Pero X no deja que eso le afecte. Muy por el contrario, cuando recibe una crítica, X, lejos de guardarse a silencio, se desmaña de felicidad bajo el lema “cuanto menos me entiendan, mejor será mi obra”. Porque en esto X es admirablemente tajante: no quiere mejorar.<br /> X no tiene lectores. X forma sus propios lectores. Los forma sometiéndolos a la rigurosa y exigentísima tarea de leer sus artículos, prólogos y reseñas, tras lo cual muchas personas débiles de espíritu han vomitado, metafórica y literalmente. <br /> A X no le interesa generarse un lugar. A X le interesa ocupar el lugar que otros han generado antes. ¿Quiénes serían esos otros? Los nombres irán y vendrán, así que lo mejor será abstraer algunas características comunes de estos antecesores de nuestra sin par figura: 1) estar desconformes, 2) seguir desconformes, 3) hacer de la disconformidad una ciencia, o al menos una disciplina, 4) nunca conformarse sólo con estar desconformes, 5) conformarse sólo consigo mismos. Básicamente eso.<br /> Muchos moralistas inoportunos le han llamado la atención a nuestro héroe por algunas aparentes contradicciones en las que suele incurrir. Por ejemplo, a X no le gusta la editorial BO, lo que no es impedimento para que haya enviado sistemáticamente sus libros al concurso literario organizado por tal editorial. A X no le gusta la periodista cultural Y; sin embargo envía prolijamente encuadernados sus mejores esfuerzos en el terreno narrativo al concurso en el que Y es la jefa del jurado. Ignoramos el porqué de estas contradicciones, pero prevenimos al lector de estas líneas: a X no le gusta que le recuerden esto. Además, tamaña afrenta jamás podrá ir en desmedro de la probidad ética de nuestro homenajeado. Y por si acaso alguna vez pueda ir, que vaya a la cola de otras que irían antes.<br /> Muchos de nosotros creemos que X es ciertamente inteligente. Claro que X no puede rebajarse a demostrarnos su inteligencia en las cosas que escribe, por eso creeremos siempre y sostendremos en consecuencia que escribe mal a propósito. También creemos que su inteligencia radica, sobre todo, en elegir bien a los blancos de sus ataques. Siempre elige escritores mejores que él. Algunos mal hablados dicen que esta postura lo único que hace es asegurarle de pique un amplísimo target... Eso sí… X no se mete con quienes piensa que son igual de mediocres que él. Esos irán cayendo solos, piensa. ¡Su llamado existencial es ir contra los mejores! Sobre todo contra aquellos que han tenido la desgracia de ganarle el consabido concurso justamente a él. ¡Carajo! <br /> X es de los que piensa que citar a determinado autor y el impacto que ese autor generó en él basta para que la gente piense que él es tan brillante como el autor citado. <br /> X piensa que las vanguardias no han pasado. <br /> Para X son novedad algunas cosas que ocurrieron hace más de cien años.<br /> Una vez X estaba leyendo un libro de su autor norteamericano favorito. Sintió ganas de soltar un gas. Aguantó la tacada apelando a sus intrincados mecanismos psíquicos, buscó un bollón, bajó sus pantalones, soltó el gas, lo encerró en el bollón, corrió a buscar su cámara digital, tomó una foto del bollón, la bajó en la laptop, la colgó en su blog y la desparramó en facebook a través de ocho o nueve links bajo el copete de “mi pedo leyendo a Pynchon”. A mí y a otras sesenta y cinco personas nos gustó eso. <br /><br /><br /><br />Firma: Acólito de X<br /><br />Nota: acompaña este breve, doloroso e ilustrativo testimonio la imagen del método crítico que X promueve en sus talleres on line de Crítica Selvática.Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-75585964633806971352012-01-09T12:42:00.000-08:002012-01-09T12:45:35.683-08:0010 PREGUNTAS DE PERFIL<a href="http://2.bp.blogspot.com/-RnlG6L5J1Vo/TwtR6fkPVAI/AAAAAAAAAPs/I8QgHogqrOA/s1600/verano2010%2B117.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 200px; height: 150px;" src="http://2.bp.blogspot.com/-RnlG6L5J1Vo/TwtR6fkPVAI/AAAAAAAAAPs/I8QgHogqrOA/s200/verano2010%2B117.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5695736219087885314" /></a><br /><span style="font-weight:bold;">El diario argentino PERFIL tuvo la gentileza de convocarme a responder sus clásicas 10 PREGUNTAS a través de la periodista Lucía Marroquín. Salió finalmente en la edición de ayer, domingo 8, pero aún no está disponible en la web, así que aquí comparto mis respuestas para los amigos del blog Talón de Ulises y del fb, junto a la foto que acompañó la nota.</span> <br /><br /><br />10 PREGUNTAS DE PERFIL - Pedro Peña<br /><br />1. ¿Cuál es el primer libro que recuerda haber leído?<br />Viaje a la luna de Julio Verne, pero en una versión condensada de esas en las que ciertas manos recortan y acomodan los contenidos para supuestamente acercarlos al público juvenil. Estaba en cuarto año de escuela o algo así y nos obligaban a llevarnos un libro por semana y devolverlo junto a una suerte de registro de lectura… Cosas de otro tiempo, imagino. <br /><br />2. ¿Cuál es su autor favorito vivo?<br />Es muy difícil mencionarte sólo uno, pues al menos dos de mis diez o doce escritores favoritos aún viven. Empezaría por Cormac Mc Carthy, que es un narrador sensacional, complejo, con un peso narrativo formidable. Un tipo de escritura que nunca te deja indiferente. Mencionaría también al gran Ray Bradbury, pero aquel de los cincuenta, el de Crónicas marcianas o Las doradas manzanas del sol o Fahrenheit 451. <br /><br />3. ¿Qué libro se llevaría a una isla desierta?<br />Esta tampoco es sencilla, pero el libro de libros es el Quijote. Lo llevaría porque me estoy asegurando llevar muchos libros en uno. Y podría releerlo todo el tiempo, porque es un libro raro: siempre que lo leas, será la primera vez que lo leas. <br /><br />4. ¿Cuál es el último libro que leyó o qué está leyendo en este momento?<br />Como lector alterno temporadas básicamente ordenadas, en las que empiezo un libro y hasta terminarlo no comienzo otro. Ahora estoy, por razones de trabajo, en el otro extremo, leyendo varias cosas a la vez, penosamente. Lo último que he terminado es El devorador de paisajes, un libro de cuentos de un autor uruguayo emergente, Germán Machado Lens. Y ahora mismo estoy leyendo Cartas de amor para una alumna, la recopilación de correspondencia entre la escritora cubana Dora Varona y el peruano Ciro Alegría (autor de El mundo es ancho y ajeno). Una verdadera delicia para aquellos de nosotros a los que nos gustan los corrillos sentimentales de la literatura. También Bajo el signo de Saturno, una colección de ensayos de Susan Sontag que me acompaña esporádicamente desde hace un par de meses. Y no quiero dejar de mencionar los Collected essays de George Orwell, bellísimas piezas de fino pensamiento.<br /><br />5. ¿Qué libro reciente no pudo terminar de leer?<br />La piel del zorro, de Herta Müller, pero no puedo achacárselo a ella… En realidad se perdió de mi biblioteca durante el tiempo suficiente como para que lo olvidara, en uno de esos períodos caóticos, y ahora me da un poco de pereza recomenzarlo. Pero lo haré. Claro que la primera edición es de 1992, pero al castellano su llegada demoró hasta después del Nobel, así que puede decirse que es reciente. Además 1992, en términos de historia de la literatura, es hace diez minutos. <br /><br />6. ¿Qué libro quisiera releer pronto?<br />La relectura es algo que me apasiona. Este año releí la saga de Tolkien y me quedó sin releer El silmarilion, del que tengo un gran recuerdo. Ese es el libro que me gustaría releer de inmediato.<br /><br />7. ¿Cuándo escribe?<br />De mañana, bien temprano. Dos o tres horas máximo. Siempre despejado y atento, con el mate amargo al lado y con el mayor silencio posible. A veces escribo en el parque de mi ciudad, a la sombra de algún árbol o dentro del auto. Ventajas que dan las nuevas tecnologías. <br /><br />8. ¿Quién debería ser el próximo Nobel?<br />Creo que se lo daría a cualquiera de los dos que mencioné en la segunda pregunta. A Bradbury, como reconocimiento a aquellas primeras obras. A Mc Carthy, sin dudas, por el estremecimiento que provocan algunas de sus escenas más magistrales. <br /><br />9. ¿Cuáles son sus rituales o supersticiones a la hora de escribir?<br />Más bien ninguno. Sólo estar despejado, claro y descansado. No dejar ningún problema pendiente de resolución. Mucha concentración. Y tal vez algo que estoy empezando a hacer desde hace poco: llevar un diario de escritura, una especie de metanarración del estilo “hoy a tal personaje le pasó esto y aquello…después esto otro… y mañana debería seguir por este lado…etc.”. Me gusta salir a correr después de escribir. Con el vaivén del cuerpo, las ideas se acomodan.<br /><br />10. ¿Cuál es su comienzo favorito de la literatura universal?<br />Temo caer en lugares comunes como el comienzo de La Divina Comedia o el del Quijote mismo, que ciertamente me encantan… así que voy a esforzarme por otros… Tal vez lo siguiente: “El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se despertó a las 5:30 de la mañana…” de Crónica de una muerte anunciada de García Márquez. Me parece notable cómo te enlaza con ese primer enunciado y ya no te suelta. En poesía me gustan mucho los dos primeros versos del poema “The two trees” de W. B. Yeats: “Beloved, gaze in thine own heart / The holy tree is growing there…” Ahora, si hablamos de escenas, hay pocos comienzos como el de la novela El país de las sombras largas de Hans Ruesch. Mencionaría también el inicio de El nombre de la Rosa de Eco, con aquellas deducciones de William de Baskerville sobre cierto caballo perdido en el bosque.Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6108868510023513852.post-89489907640464105802011-08-21T06:34:00.000-07:002011-08-21T06:37:29.685-07:00CANADÁ (I)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/-KeVA9kzmU0I/TlEKAzjazlI/AAAAAAAAAPM/3fnJWVNkoAM/s1600/imagen%2Bcaba%25C3%25B1a%2Bcamp%2Bstephens.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 200px; height: 140px;" src="http://1.bp.blogspot.com/-KeVA9kzmU0I/TlEKAzjazlI/AAAAAAAAAPM/3fnJWVNkoAM/s200/imagen%2Bcaba%25C3%25B1a%2Bcamp%2Bstephens.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5643302817026985554" /></a>
<br /> Desperté a las seis y media de la mañana, solo, en la cabaña. El sol ya entraba por las aberturas de madera y un trino de pájaros hermoso e indefinible se encargaba de borronear los rastros de un sueño un tanto extraño. En el sueño, mi madre me hablaba acerca de la abuela, de lo mal que la estaba pasando y de algunas cosas de mi hermano. Lo llamativo era que lo hacía en inglés, lo que redundó en que en determinado momento yo me diera cuenta de que aquello no podía ni debía ser otra cosa que un sueño.
<br /> Ya escribía en aquel momento. Creo que escribía desde fines de 1994 o algo así. Me acuerdo que, estando en Uruguay, todos los viernes compraba el Cultural y cada tanto me sorprendía con la noticia de un escritor jovencísimo, uruguayo, que publicaba con total éxito de crítica sus dos primeras novelas. Yo, en cambio, escribía, pero no era escritor. Y quería con toda mi alma serlo, por lo que le profesaba una espantosa envidia a este joven talento que aparecía tan seguido en las páginas especializadas y que además era algo así como un rebelde o una oveja negra. ¡Vaya con las maromas de la vida! Ahora, que se supone que soy eso que quería, lo único que me gustaría hacer cada tanto, tal vez sólo media hora al día, es escribir… Y creo que este muchacho ya ni siquiera escribe… en fin…
<br /> El nombre de la cabaña era Mc Keag´s . A veces me tocaba en Mc Keaney´s. A veces Sussex o alguna otra, pero siempre hacia el lado sureste de la isla de Copeland, donde estaba el campamento.
<br /> Tomé una toalla, encendí el walkman y me puse los auriculares. Me calcé mis sandalias y salí al camino, es decir, a la delgada trocha que se abría entre la densa vegetación del monte canadiense y que comunicaba todas las veinte cabañas con la zona del campus central, también llamada pradera, y en la que señoreaba una bandera roja y blanca con una hoja de arce en el centro y ante la cual cantábamos, todas las mañanas, el correspondiente himno: “Oh Canada, our home and native land…”, un himno mucho más lindo que el uruguayo, entre otras cosas porque nunca habla de morir e incluso contempla un lugar entre sus versos para la palabra “love”.
<br /> Pero aquel día era el domingo de descanso. Descansábamos un sábado y un domingo cada quince días. La noche anterior la mayoría de mis compañeros que habían decidido permanecer en la isla en vez de volver a Winnipeg, se habían quedado hasta tarde en una fiesta de comida, baile y algo de alcohol, de suerte que ahora dormían con sueño pesado, incluso hasta el mediodía. Yo había regresado a la cabaña temprano, tal vez a las doce, había tomado la cajilla de cigarros y había decidido que fumaría a como diera lugar. Tenía que ser cuidadoso en extremo pues se trataba de una “non smoking island”. La maniobra podía depararme un muy indecoroso regreso a mi país. Había fumado cerca de Lone Pine, el lugar al que además me gustaba ir todas las mañanas a rezar un par de oraciones por un chico fallecido pocos días antes de que yo emprendiera el viaje y a quien conocí muy bien en campamentos de este otro lado del Ecuador.
<br /> Ahora volvía a Lone Pine y estiraba los brazos y las piernas en un ejercicio rutinario. Estaba tranquilo, expectante. Recé. Después caminé doscientos metros hasta el Polar Bear Club, subí al muelle de madera, observé el agua y salté.
<br /> El agua, a pesar de ser verano (un verano muy especial el canadiense, aclaro… nunca más de veintidós grados, el mediodía y al sol y con todo a favor…), estaba congelada. Escuché ruido del otro lado de la playa. Poco después se asomaron dos cuerpos desnudos, blanquísimos y de incipiente redondez que me saludaban agitando las manos. Se trataba de mi buena compañera B. y de mi buen amigo BJS. Habían pasado juntos la noche en alguna de las cabañas libres y ahora recomponían fuerzas de ese modo tan inusual. Les correspondí el saludo y volví a subir al muelle por la escalera. Me sequé rápido y volví a la cabaña. Después de un rato decidí que mi día de descanso iba a completarse en una isla próxima. Pasé por la cocina y apronté el mate. Me equipé con frutas de la cámara de frío y un par de latas de pescado. Pedí permiso para tomar una de las cincuenta canoas disponibles, me calcé el chaleco, cargué sobre mis hombros la canoa de fibra de vidrio desde el depósito hasta la orilla, la deposité en el agua, me arrodillé al medio de la embarcación tratando de guardar bien el equilibrio y remé hacia el norte. Remaba un minuto de cada lado, sosteniendo a veces el remo a forma de timón, para no ladearme demasiado a uno de los costados. Frente a mí estaba la isla de las águilas calvas. Mientras no hubiera osos en los alrededores, estaba de parabienes.
<br />Pedro Peñahttp://www.blogger.com/profile/16963003882207895870noreply@blogger.com4