What happened to the funny paper?
Dos veces por semana corro cuatro kilómetros por un camino que aquí llaman de la
Costa. Acompaña en paralelo al río San José y luego de dirigirse hacia el este gira
hacia el sur para desembocar en la ruta 45.
Cosas bastante impresionantes han ocurrido
allí. De algunas prefiero no hablar. Y prefiero no hablar porque simplemente
tengo miedo.
Eso del miedo es porque elijo una extraña hora entre penumbras para correr.
En la parte del camino que va de este a
oeste, cercano al mojón del kilómetro tres, hay una pequeña construcción que
recuerda a un chico que hace varios años murió en un accidente. Las flores
están siempre frescas. Me parece ver unas manos de mujer colocándolas en su
lugar. Aunque nunca he visto a nadie.
Aprovecho para
rezar mientras corro. No lo hago porque sea católico. Lo hago por un simple y
genuino temor a Dios. No está de moda el temor a Dios. Y menos si es de los
inculcados a puro dogma por una catequista medio maléfica como la que tuve en
suerte, aunque la recuerdo con cariño.
Rezo el Padrenuestro. Después el Avemaría.
Después dos oraciones que inventé yo mismo. Termino con el ángel de la guarda.
Todo esto no dura más de medio minuto a una dicción mental ultrarrápida, por lo
que repito las oraciones en cuatro o cinco series de diez mientras hago todo el
recorrido.
Cuando paso por la pequeña construcción
dedico un pensamiento al chico muerto. Iba en moto a trabajar al frigorífico y
una vaca se le atravesó. Así de poco trágica puede ser una muerte. Así de vacua
e inexplicable.
Siempre le pregunto a Dios acerca de aquello,
mientras le rezo. Y siempre me responde lo mismo: silencio. Hay quienes dirán
que eso no es una respuesta. Pero lo es.
I know you from another picture…
En ocasiones, en
vez de correr agarro la bicicleta. Entonces tengo que cuadruplicar el
kilometraje. Llego hasta el punto en que el camino dobla hacia el sur y avanzo
hasta que termina el bitumen. O sea, seis o siete kilómetros más.
Odio tener viento a favor hacia el sur,
mientras me alejo. Porque el viento a favor te da la sensación de que podés
llegar adonde quieras.
Pero después tenés que volver, querido amigo.
Con viento en contra.
Recuerdo un mediodía soleado con viento a
favor. Mi bicicleta es una Seagull china, toda de hierro y con frenos de
varilla. En reposo, es de las cosas más pesadas del mundo. Pero andando es otra
cosa. Se desliza fácilmente.
Ese día había resuelto avanzar un poco más
allá del bitumen. Cuando iba más o menos la mitad del camino que había planeado
pasé por un rancho. Una casa o un rancho. O ambas cosas. Había un transparente
justo frente a la entrada principal. Y del transparente colgaba, por su cuello,
un lagarto enorme.
Miré de nuevo para cerciorarme.
El animal estaba inmóvil. Seguramente el
dueño del rancho lo había dejado como advertencia para otros. Aunque no sé si
un lagarto puede razonar con la facilidad de aquel hombre.
Me vino miedo y me di vuelta.
I guess you
didn´t see it coming…
He tenido algunas malas sorpresas en el
camino.
Una vez le pasé por encima, a pocos
centímetros, a una serpiente enroscada. El animal pegó el salto en la dirección
contraria y quedó desplegada sobre la ruta. No era muy grande pero igualmente
impresionaba. Le saqué un par de fotos con mi anterior celular.
Otro día, en la cabecera de un pequeño puente
que hay pasando el segundo mojón, justo en la curva que desemboca en calle
Treinta y Tres, habían hecho una macumba. Allí estaban los restos amorfos de una
gallina, maíz, bolsas varias, velas derretidas y pegadas a la pequeña vereda
del puente. Un escenario ciertamente singular. Recuerdo que esa vez pensé en
por qué no volvía a correr en el parque, como el noventa y nueve por ciento de
las personas que corren en esta ciudad.
El parque es un ambiente mucho más civilizado.
Un lugar al que uno va y simplemente corre.
En el Camino de la Costa, en cambio, hay
muchas, muchísimas operaciones mentales aguardando. Acechando. Muchas imágenes.
Muchas especulaciones. Muchas preguntas.
The drift wood in
your eyes said nothing short of love for pain…
Una
gallina en un rito es algo extraño, pero algunos pueden tolerarlo.
Un
lagarto colgado del cogote, si es el lagarto que te come las gallinas, puede
pasar.
Pero
en el camino hay algunas cosas peores. Porque cada tanto, flotando en el curso
de agua que pasa debajo del puente, puede verse una bolsa de plastillera atada por
la boca. Son perros. Probablemente cachorros que alguien no quiere cuidar. Les
pegan con un palo en la cabeza, los meten a la bolsa y los arrojan. Y nadie los
saca del agua.
Intento hablar con Dios de nuevo. Sé que hay otro silencio esperándome
por algún lado, y lo quiero.
We used to read
the funny papers.
Siempre escucho a los Red Hot Chili Peppers
mientras corro o ando en bici.
Hubo una época para las otras bandas. Sobre
todo los Gun´s, que me acompañaron en aquellas corridas juveniles en pos de un esquivo
puesto entre los cinco titulares de los varios cuadros de básquetbol en los que
intenté jugar. También, mucho más tarde, habría lugar para U2, los Cranberries,
REM.
Pero desde hace ya varios años ningún álbum es
tan bueno para correr como el Stadium
Arcadium. Aunque el I´m with you
se la emparda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario