
Ritos de iniciación a la uruguaya
Debo tener un alma romántica de esas que se pasan viajando hacia lugares exóticos o añorando el tiempo pasado con tal de no estar en el presente. O al menos en determinados presentes, como ese que llega a través del canal 10 y me muestra a un muchacho de unos dieciséis años, totalmente borracho, que dice que acá en La Paloma no se puede creer la cantida´ de mujere´ que hay, vo´, impresionante, las mujere´, y mientras lo dice le sisea la lengua, o mejor dicho se le arrastra como una babosa pesada dentro de la boca.
No sé si lo que me causa más espanto es que ese muchacho puede ser mi hijo dentro de quince años (¿habrán hecho algo mal sus padres?), o que ese muchacho de seguro era yo a hace justo quince años. Creo que un ansia enorme de demostrar mi hombría me corría en aquel momento por las venas (que no por las neuronas, por cierto), y la forma era dominando la ingesta de cerveza (es decir, pareciendo un bebedor avezado) y hablando como si supiera de mujeres, como si las mujeres fueran un objeto de estudio o de propiedad.
A la vez me puse a pensar en cuál sería la razón para que pasaran esa nota en un informativo central. Enseguida recordé que el título de la nota era algo así como “Descontrol en las costas de Rocha”. Bárbaro… A pesar de lo que pueda pensarse, a pocos como a mí puede encontrar el descontrol para su defensa. A mí me gusta eso del “descontrol” (pienso en un recital de Manu Chao que fuimos a ver con Alejandra en el 2005, pienso en nuestra economía doméstica), pero tal vez sea de esos tipos que, en el medio de cierto acontecimiento, dicen “vamos a organizarnos”. O sea, relajo, pero con orden. O sea, que nadie muera, que a nadie se provoque, que no se abuse de nadie. Que haya lo que tenga que haber, pero que a nadie le resulte negativo.
Lo que yo percibí esa noche frente a las noticias es que nadie podía hacerse cargo de que lo negativo (un coma etílico, una sobredosis, un paro cardíaco, una agresión en barra, una violación) no sucediera. No había diversión colectiva (alcohol, drogas, sexo, o como quiera cada uno) sino algo que se me antojaba egoísta e inhumano. Inmediatamente saltó a mi cabeza eso de los ritos de iniciación. Claro, si se trata de eso, de última. Mientras los masai tienen que salir con dieciséis años a matar un león para subir al segundo grado como guerreros, en Uruguay los jóvenes tienen que hacer algo bastante menos, ¿cómo decirlo?..., jugado.
Debo tener un alma romántica de esas que se pasan viajando hacia lugares exóticos o añorando el tiempo pasado con tal de no estar en el presente. O al menos en determinados presentes, como ese que llega a través del canal 10 y me muestra a un muchacho de unos dieciséis años, totalmente borracho, que dice que acá en La Paloma no se puede creer la cantida´ de mujere´ que hay, vo´, impresionante, las mujere´, y mientras lo dice le sisea la lengua, o mejor dicho se le arrastra como una babosa pesada dentro de la boca.
No sé si lo que me causa más espanto es que ese muchacho puede ser mi hijo dentro de quince años (¿habrán hecho algo mal sus padres?), o que ese muchacho de seguro era yo a hace justo quince años. Creo que un ansia enorme de demostrar mi hombría me corría en aquel momento por las venas (que no por las neuronas, por cierto), y la forma era dominando la ingesta de cerveza (es decir, pareciendo un bebedor avezado) y hablando como si supiera de mujeres, como si las mujeres fueran un objeto de estudio o de propiedad.
A la vez me puse a pensar en cuál sería la razón para que pasaran esa nota en un informativo central. Enseguida recordé que el título de la nota era algo así como “Descontrol en las costas de Rocha”. Bárbaro… A pesar de lo que pueda pensarse, a pocos como a mí puede encontrar el descontrol para su defensa. A mí me gusta eso del “descontrol” (pienso en un recital de Manu Chao que fuimos a ver con Alejandra en el 2005, pienso en nuestra economía doméstica), pero tal vez sea de esos tipos que, en el medio de cierto acontecimiento, dicen “vamos a organizarnos”. O sea, relajo, pero con orden. O sea, que nadie muera, que a nadie se provoque, que no se abuse de nadie. Que haya lo que tenga que haber, pero que a nadie le resulte negativo.
Lo que yo percibí esa noche frente a las noticias es que nadie podía hacerse cargo de que lo negativo (un coma etílico, una sobredosis, un paro cardíaco, una agresión en barra, una violación) no sucediera. No había diversión colectiva (alcohol, drogas, sexo, o como quiera cada uno) sino algo que se me antojaba egoísta e inhumano. Inmediatamente saltó a mi cabeza eso de los ritos de iniciación. Claro, si se trata de eso, de última. Mientras los masai tienen que salir con dieciséis años a matar un león para subir al segundo grado como guerreros, en Uruguay los jóvenes tienen que hacer algo bastante menos, ¿cómo decirlo?..., jugado.