martes, 8 de diciembre de 2009

COMPARTO UNA BUENA


Amigos todos: estoy muy contento porque la Fundación María Tsakos ha premiado con el segundo puesto de su concurso literario "Homero: realidad y leyenda" a un humilde relato mío que se llama "Ojo que mira horizontes". Se trata de un cuento que toma las figuras de Aquiles y Quirón y propone una suerte de nueva aproximación a aquellos tiempos heroicos. Me significa además recibir $15000 (¡¡¡sí, quince mil!!! ¡¡¡A estas alturas del año y por cuatro páginas!!! ¡¡¡Increíble!!!).
Bueno, eso... estoy contento y quería compartirlo con ustedes.

Saludos a todos/as.

¡¡¡Y arriba la Fundación María Tsakos!!!

cotidianas



DE NUEVO EN LA CONSTRUCCIÓN. Hace cosa de dos meses vino cierta autoridad municipal a nuestra cooperativa. Vino porque nosotros lo llamamos. Había una compañía constructora haciendo el cordón cuneta de barrios aledaños y queríamos saber si a nosotros también nos tocaba en esta etapa. Se nos explicó que la licitación, milagrosamente, no contemplaba nuestra cooperativa pero que había voluntad de hacerlo directamente por la intendencia y que la condición era que nosotros pusiéramos la mano de obra. Eso lo dijo esta autoridad pensando que, como tal vez le habría ocurrido en muchos barrios antes, le diríamos que no, que estábamos dispuestos a esperar. Pero le erró: le dijimos que sí, armamos cuadrillas de trabajo y ya vamos un mes de obra. Al cordón cuneta le falta sólo un tramo de cincuenta metros. Y esa de la imagen es la caruchita que queda después de un día a pala y balasto en la cooperativa…

BICHOS. Ayer fui de noche a darle la comida al Toto. Para eso debo salir por una puerta lateral, cruzar una pequeña explanada de ladrillo, un tejido y la parte exterior del patio. Cuando regresaba sentí un ruido importante debajo del alero que cubre la ventana de la cocina. Me asusté. Evidentemente se trataba de un bicho, y eso, donde vivimos, puede ser tanto una víbora como una comadreja. Además había un lindo olor a zorrillo en la vuelta. Recordé en el acto que no había comprado las pilas para la linterna. Fui hasta la casa de mi vecino Gabriel y tampoco tenía. Cococho, el mecánico del otro módulo, siempre comedido, una de las mejores personas que conozco, me prestó la suya pero Gabriel, intrigado, me la sacó de las manos. Si había algo que hubiera que matar, él se encargaría, en parte porque después eso le proveía de un cierto prestigio ante sus congéneres en asados domingueros. O al menos era una anécdota.
Pero ni prestigio ni anécdota. La causa del ruido había sido un sapo de enormes proporciones que se nos aquerenció en el fondo y no sabemos que hacer con él porque es volvedor como boomerang nuevo.

BICHOS II. Es de tarde. Después de las cuatro los niños juegan en la plazoleta de pastos crecidos y Santiago espera para bañarse con la nariz pegada al ventanal del frente, observando. De repente dos niños se separan del partido hacia el cordón cuneta recién terminado. Llaman a los otros que no demoran en acudir y ponerse a saltar y a tirarle piedras a algo. Entonces aparece John G. y dispersa el tumulto. Se agacha con un palo en una mano mientras con la otra sujeta un bicho que a primera vista me pareció un gato gordo y gris. Pero no era un gato gordo y gris. Era una mulita, de esas que dicen que hay que cazar de una forma muy singular.

domingo, 22 de noviembre de 2009

¿QUÉ HACE EL PERIODISMO CON LA REALIDAD?


Contratapa Primera Hora - 21/11/09



INTRO. Aclaro: no soy periodista. Apenas tengo cierta subjetividad y la increíble chance de poder dejarla planteada por escrito en una contratapa sabatina. Nada más. Y claro: eso no me hace periodista ni mucho menos. ¿O sí? Quiero creer que no.

¿QUÉ ES UN PERIODISTA? No puedo dar una definición académica porque desconozco tal definición, entre otras cosas porque no la hay. Desde la misma etimología de la palabra comienzan los contratiempos, pues todo deviene del vocablo “período”, relacionado entre otras cosas a los distintos ciclos o ritmos (vitales, lunares, circadianos, subjetivos u objetivos) que nos circundan. Atendiendo a estas consideraciones un periodista es alguien que “periodiza” un objeto, es decir, le hace cumplir un ciclo. En este caso, el objeto “periodizable” es nada más y nada menos que esa cosa amorfa, difusa e inefable que llamamos realidad. Se da entonces, como tantas veces en estas páginas, una relación sujeto (periodista) –objeto (realidad), que a su vez produce un objeto nuevo llamado información que, para seguir con la confusión (que a estas alturas es enorme), pasa a integrarse a la realidad y a veces es fuente de análisis y nueva información, por los siglos de los siglos. Esto último se ve claramente cuando un periodista, cualquiera, informa sobre informaciones que ya dieron otros, mencionando sus fuentes u obviándolas para que la cosa parezca original. Me detengo en estas cosas porque en estos tiempos de elecciones, el periodismo y su manera de dar la información política, económica o social, son elementos de primera importancia a tomar en cuenta. Pero también porque me preocupa mucho la intromisión de ciertos periodistas en la realidad, afectándola fuertemente, como es el caso de aquel camarógrafo y sus compañeros que aparentemente habrían sido agredidos por jugadores costarricenses la noche del miércoles.
Ante la ausencia de un sentido más académico, apelaré a mi sentido común. Parece ser que un periodista sería un mediador entre la realidad circundante y el hombre o la mujer. Se parte entonces de la necesidad de que alguien medie entre esas dos partes. A su vez volvamos a la idea de periodización y relacionemos una con otra: queda una idea de que la realidad cambia en perfectos ciclos de un día para los noticieros y los diarios, de dos días para periódicos de tal frecuencia, y semanales para los semanarios. Quiero llamar la atención de que esto es en sí falso y vacuo. O asumimos que la realidad cambia a cada instante (lo que hace penoso cualquier intento de periodizar nada, pues habría que hacerlo en tiempo real), o reflexionamos aún más y concluimos en que los cambios no son tan importantes ni significativos como para que a cada rato haya en la radio un flash informativo. La sensación que a uno le queda es la de una impresionante insignificancia frente al resto de las cosas del mundo. Es decir, pasan tantas cosas en tres horas (distancia usual entre un flash informativo y otro) que yo, que apenas fui al baño en ese tiempo, no merezco ser parte de esa realidad tan hiperdinámica.

INTROMISIÓN EN LA REALIDAD. En la política me preocupa básicamente la postura de algunos “periodistas” (muchos se colocan este título aunque ni siquiera sepan escribir o hablar correctamente, aunque hagan programas sin el más mínimo interés y con una falta de profesionalización tal que al final son una falta de respeto hacia el público obsecuente que todavía, por si fuera poco, no logra generar un criterio de selectividad crítico-estético, y así nos terminamos fumando horribles engendros del lenguaje y la estupidez pero, como consiguen auspiciantes…), decía, me preocupa por ejemplo un programa de emisión semanal conducido por cierto periodista cuyo nombre obviaré por respeto al lector. Todo, absolutamente todo en ese programa adolece de una consideración previa y fútil: el señor y la señora que nos están mirando son verdaderos imbéciles, así que tratémosles como tales, pues se lo merecen, porque si fueran inteligentes no estarían mirando esta barrabasada tendenciosa y barata, esta jeteada campechana e irrespetuosa. Este señor conductor, al despedir hace poco al señor Batlle (que fue convocado para hablar del caso Feldman), dijo algo así como: “…esta relación de respeto que hemos supido labrar…” ¡Sin palabras!
Pero lo más grave de este programa es la aberrante, libérrima y desbocada irrealidad que se refleja allí. Así se dieron a conocer encuestas en las que la diferencia entre el Partido Nacional y el Frente Amplio prácticamente no existía. La izquierda apenas llegaba al 43 %, cuando las otras encuestadoras le daban alrededor del 48 %, que fue lo que finalmente se confirmó en las urnas. Tras el error, uno esperaría que el “equipo periodístico” (las comillas son a propósito y relativizan los términos) dirigido por el señor aludido arriba pida las disculpas del caso. Eso no ocurrió, claro, porque si es extraño que los periodistas de verdad pidan disculpas, mucho más extraño es que los que no lo son lo hagan. O a lo mejor no fue un error sino la simple y peligrosa voluntad de querer influir en la realidad desde un lugar mediático de poder. Yo por mi parte, y como persona preocupada por los usos del lenguaje, le sugeriría a este conductor un curso acelerado de español en cualquier escuela.

¿Y SI NO HUBIÉRAMOS CLASIFICADO? El miércoles de noche escuché el segundo tiempo del partido de Uruguay en un ómnibus en el que venía de tomar exámenes. En determinado momento el relator repara en los líos que aparentemente se estaban dando entre los suplentes de Costa Rica y periodistas de la empresa dueña de los derechos de televización. El juego estuvo detenido varios minutos y llegó a correrse el rumor de que incluso podía suspenderse el partido, perder derechos ganados en la cancha, etc. Otros periodistas de la empresa en cuestión salieron inmediatamente a culpar de todo al director técnico del equipo visitante y a sacarse de sí toda responsabilidad, como si ellos nunca hubieran tenido ningún comportamiento provocativo. Los argumentos esgrimidos resultaron muy similares a los de aquella otra ocasión en Venezuela en la que les arrojaron de todo tras el festejo de un gol. Por supuesto que estos periodistas, que bien pudieron apartarse del lugar sin pena ni gloria en vez de contribuir a generar ellos noticias donde no las hay, ni en Venezuela cometieron errores, ni en Uruguay. Acá sólo se defendieron y allá sólo festejaron un gol…
¡Vamos!
¿¡No es demasiada casualidad!?

lunes, 16 de noviembre de 2009

EN LA SALA DE ESPERA




Estoy en la sala de espera para el médico. Mi eterna gastritis, la misma que me tiene desde hace cinco años sin probar una gota de alcohol (¡Oh dolor! ¡O dolor!) me convoca cada noventa días y acá estoy. Aunque esta vez es especial: me van a decir si tengo o no la helicobacter pylori… una bacteria estomacal estúpida y malcriada.
Parece que a la gente le gusta, mientras espera, mirar el canal 4 en el que aparece una serie espantosa con Luis Brandoni, pero un Luis Brandoni que no tiene nada que ver con el de otras actuaciones. Un Luis Brandoni de enlatado insoportable.
He visto varias personas llamativas en el correr de esta media hora. Para empezar, una niña con una gran venda en la cabeza y una red que se la sostiene. La niña está con su madre (o algo así) y mira despreocupada. Espera en el sector de los inyectables, o sea que en breve va a ser inoculada con alguna sustancia vía intravenosa o intramuscular. Esa tranquilidad me provoca el pensamiento que me obliga a tomar la laptop. Y el pensamiento es este: las mujeres soportan con mucho más entereza el dolor físico que el hombre. Esto no es necesariamente un guiño ni una postura de género ni nada. Es simplemente la realidad. En apariencia los hombres tenemos un físico más fuerte, pero, ¿a alguien se le ha ocurrido colocar en esa medición el tema de la aptitud para sobrellevar dolores?
En el consultorio de al lado atiende un cirujano muy famoso por sus aventuras amorosas. Un tipo bajo tirando a petisón, con un bigote totalmente desacomodado, panza cervecera, cutis entre rosado y gris, manos gordas…, en fin…, un escracho. Ha sido amante de muchas de las enfermeras que le asisten y también de alguna maestra que conozco. Su caso es de esos inexplicables que hacen pensar que todos tenemos una esperanza. Una adolescente de trece o catorce años espera con un vendaje en la mano y un circuito. Se mueve con mucha dificultad mientras camina por el pasillo. Le duele algo a la altura de la cadera y encorva su cuerpo de dolor mientras otra mujer, también una madre, imagino, la sostiene del brazo. Nunca pierde la sonrisa esta chica. Sufre, le duele y aún así sonríe. El cirujano famoso la recibe con un gesto bonachón (está fuera de su rango, quiero creer), como si en ella estuviera recibiendo un reconocimiento por un caso difícil. Ese hombre está feliz. La operación, que todavía duele, y duele mucho, fue un éxito.
Pasa delante de mí un trío de mujeres. Dos de ellas deben andar en la cincuentena. Apoyada en el hombro de la más alta viene una muchacha de lindo físico y piel blanca como la leche. Lleva unos lentes negros enormes y, en la cabeza, un gorro de hilo también negro que le tapa la calvicie de su tratamiento. Verla es ver algo más que lo que ya describí. Verla es ver otra cosa. Otra presencia. “¿Vos tenés mi cartera, mamá?”, pregunta… Verla es ver el dolor. El dolor de su cuerpo. El dolor de su madre. El futuro…
Madres. Hijas. Mujeres. ¿Por qué los hombres que vienen al médico no me llaman la atención? A lo mejor porque sé cuán cobarde podemos llegar a ser ante el más insignificante de los males. Una gastritis, por ejemplo.


PS: ¡No tengo la bacteria!!!!

sábado, 31 de octubre de 2009

OTROS CUATRO LIBROS


Después del encuentro desencuentro de escritores y demás entidades relacionadas a la palabra, tras el intercambio de libros fraterno, viene la despiadada lectura, tras la que cualquier posible atisbo de amistad puede fácilmente desmoronarse… Pero no... que prime la cordura...


EL CIELO IMPERFECTO, de William Johnston. El multipremiado escritor uruguayo nacido en 1967 deja aquí una especie de nouvelle sobre la infancia problematizada de un niño. La trama, casi inexistente (porque todo es mínimo, leve, subterráneo en el mejor de los casos), es una de esas tramas con familia disfuncional en tiempos de dictadura. Un par de personajes alumbran el camino entre tanta grisura: la escritora exitosa, por ejemplo. Y el niño, claro, que termina siendo una voz narrativa solvente. Recomiendo.

EL PRÓFUGO, de Alfonso Larrea. Bueno…, la verdad es que me gustó. Creo que la novela, que se hace tediosa en el medio, se guarda las energías para los dos o tres capítulos finales, cuando las dos historias paralelas por fin se encuentran y las explicaciones se suceden, aunque no de forma explícita, como si el lector fuera un nabo, sino con ciertas sutilezas que están muy bien. Se percibe una cosa muy onettiana, según me ha comentado alguien de confianza del autor. Recomiendo.

EL TERCER HOMBRE, de Graham Greene. Una hermosa novela del británico especialista en espías, tugurios y otras yerbas. Es un autor que me propongo explorar más a fondo. Por ahora sólo conozco la mencionada y otra que, increíblemente, se desarrolla en una provincia argentina y que leí en 1996 para mis exámenes finales de inglés y se llama The honorary consul. Las dos son estupendas, pero refiriéndome a El tercer... (cuya lectura debo a una fuerte insistencia de Rodolfo Santullo en una librería de Tristán Narvaja), se trata de un escritor, Martins, que llega a Viena invitado por un amigo (Lime) justo cuando ese amigo acaba de ser atropellado por un coche y se disponen a enterrarlo. De ahí en más, la novela es hermosamente buena, atrapante y divertida. Recomiendo con cierto fervor.

TODA SOMBRA ME ES GRATA, de Álvaro Ojeda. De lo mejor que he leído en poesía este año. Un libro que atrapa (cosa difícil de lograr para el género lírico) con imágenes notables y muchos recuerdos. El yo lírico tiende a un narrador protagonista en ocasiones y eso hace que el ritmo, pautado por el verbo, mantenga al lector tenso y expectante. Por si fuera poco, juegan aquí ideas y personajes históricos y míticos con gente de carne y hueso, niños, madres. Vivos y muertos que hacen poesía. Ha sido uno de mis mayores hallazgos recientes. Una cosa para agradecer al área de letras de la división cultura del ministerio de educación y cultura de la república oriental del Uruguay. Recomiendo con mucho, mucho fervor.

martes, 27 de octubre de 2009

LA INJUSTICIA Y LOS MIL PESOS MÁS RÁPIDOS DE LA HISTORIA


Domingo.
Elecciones.
Alejandra se va a trabajar a una mesa de votación. Es secretaria, así que le toca bailar con la más fea. Mis padres llegan a casa a las 6:45. Mi madre se desliza en la cama grande junto a Santiago y yo me voy en el auto con mi viejo a presentarme como primer suplente en una mesa rural. Recorremos treinta y dos quilómetros y conversamos. Las charlas mano a mano con mi viejo nunca fueron muy frecuentes. En algún momento de mi vida lo culpé por eso. Ya no. Tomamos por el camino de la costa (se llama así porque acompaña en paralelo al río San José) y pasamos por una serie de tambos de un mismo dueño.
-Mirá –me dice- estos tres tambos que estamos pasando son los de… (persona muy rica de San José, que además atiende otros múltiples rubros). Yo trabajé acá cuando vos tenías un año. ¿Sabías?
-No. No sabía nada.
-Me venía los lunes y me quedaba hasta el sábado. Me dieron un ranchito.
-Mirá…
-Si vos hasta viniste con tu madre varias veces.
-¿Y en qué?
-Te traía en bicicleta.
-¿Veinte quilómetros?
-Sí. Un poco más es en realidad.
Más adelante me mostró una construcción a dos aguas bien blanca y de techo de chapas de zinc.
-Ahí está el rancho.
-Bastante bien, ¿no?
-Sí. Ahora.

Llegamos a la escuela rural de Colonia Italia. Me bajo, me presento a los titulares, firmo un papel, firman ellos, no me precisan, salgo. Me acabo de ganar mil pesos, dicen. Y una charla con mi padre. Y además el placer de manejar un auto más nuevo que el Opel. Si antes me gustaba la democracia, ahora más.


20:30 h. Más menos.
Alguien dice que probablemente se anule la ley de caducidad. Yo para mí pienso: al fin. Me siento feliz. El pueblo ha decidido que la justicia vale la pena.
¡Qué bien la democracia!, me felicito.

22:40 h.
Confirman que la ley de caducidad sigue vigente. Mi primer pensamiento ante la confirmación: ¡por qué soy parte de un pueblo que sigue eligiendo que madres, padres e hijos no puedan ejercitar libremente el ejercicio del perdón! ¡Los obligan a perdonar que les hayan desaparecido un hijo, una madre o un padre!
Me caliento y ya no me consuelan los mil pesos ni la conversación con mi padre –a quien sí tengo y quien sí me tiene-, y me voy a dormir hecho un bicho.
Un gesto de Santiago en su cuna logra sacarme una tenue sonrisa que se me desdibuja cuando me lavo los dientes. El lunes amaneceré con la mandíbula trincada y los músculos de la cara hechos coyunda.

miércoles, 21 de octubre de 2009

LA MIRADA DEL QUE MIRA


Pupila
Miro en ella
Al dios que me mira

Hay algo en ese acto
En esa condescendencia
Descendencia del dios

Hay algo allá arriba
Pero acá abajo sí
Ahora sí
Hay algo
La evidencia para el apóstol
Que no creyó

Mi padre reza de noche.
¿Admitirá eso algún día,
a sus compinches ateos?
Hoy es feliz mi mirada
Y la mirada del dios
Que me mira.

sábado, 17 de octubre de 2009

UN ZZZUEÑO MUY BIZZZARRO, y otras cotidianas… (APOLOGÍA DE 31 MINUTOS)


1- El jueves de noche mientras estaba en la parada frente al liceo de Rincón de la Bolsa me encontré con una cuadrilla propagandística de Asamblea Popular. Uno de los que pegaban carteles se parecía muchísimo a un ex político de izquierda muy contestatario… En eso vi a uno de los presidenciables en un periodístico televisivo. El sábado en la madrugada soñé que habían matado a ese presidenciable. El que lo había matado era el ex político a quien se parecía el que pegaba carteles de Asamblea Popular en aquella parada. En realidad en el sueño lo único que vi fue al candidato a vice del partido afectado explicando que ahora sí, tras el magnicidio, ganaban por robo (esto lo ponía ciertamente feliz)… Una locura, admito…

2- Sábado de mañana. Liceo de Ismael Cortinas. Alguien ha conseguido un tablero de básquet. Hay que colgarlo y me ofrezco para hacerlo la semana entrante si me consiguen un taladro. En eso sale un profe de historia con quien, a fuerza de viajes en ómnibus, nos hemos hecho amigos. Le cuento que alguna vez jugué al básquet, que salí varias veces campeón en las juveniles de distintos cuadros de San José y que incluso una vez estuve en una preselección y en otra selección departamental (omití decirle, claro, cosas como que siempre había sido medio suplentón, siempre marcador y jamás nunca goleador de un partido..., ¿para qué decírselo?). Él, por su parte, me comenta que también jugaba (ahora no recuerdo el cuadro) y que una vez, en Montevideo, le tocó marcar a Capalbo durante unos minutos y que trances como ese no se los desea a nadie. Después dijo que marcar al Gonchi Caneiro le había resultado más accesible.

3- Esto de las cotidianas me lleva a pensar en el miércoles pasado. Miércoles 14. Me levanté a las seis de la mañana a desayunar pues tenía que lograr un ayuno de ocho horas para que, a las 15, me hicieran una nueva fibroscopía gástrica (trances como ese no se los deseo a nadie). Leí, cociné, cuidé a Santiago. A las once y media me acordé de 31 minutos y le mandé un mensaje a un amigo para que, si podía, los viera. ¿Qué es 31 minutos? Es un informativo chileno muy delirante conducido por títeres. Humor del mejor. Una cosa fenomenal a esa hora de la mañana. Mi amigo me mandó hoy sábado un mensaje contándome que los había visto y que le parecían “buenísimos”. Ahora sí me animo a recomendárselos a todos. También están en youtube. Destaco del programa las frecuentes apariciones del superhéroe Calcetín-Con-Rombos-Man, cuya imagen ilustra este post.

martes, 13 de octubre de 2009

DIARIO DE LECTURAS


En realidad me termina por resultar muy práctico registrar los libros leídos de esta manera. Además, siempre está la posibilidad de que otros hayan transitado por esas páginas antes, así que, a falta de alguna otra cuestión relevante, les dejo mi pequeño listado de lo que va de octubre.



PERSÉFONE, de Ramiro Sanchiz. La leí rápido, con fruición. Logra describir un mundo ignorado para este lego, y lo hace con precisión, con lirismo. Un poco moroso el final, es cierto, pero en una segunda lectura creo que es todo un efecto. Una novela rara sobre un mundo novedoso. Recomiendo.


PERRO COME PERRO, de Rodolfo Santullo. Un muy buen libro de cuentos con lindas historias de un hampa a la uruguaya o a la latinoamericana. Destaco el cuento "Perro come perro", que da título al conjunto. Priman la acción y la imagen. Si los Cohen fueran uruguayos harían una linda película con cada uno de estos relatos, y Santullo se haría millonario y tal vez pudiera tirarle unos mangos a este humilde escriba.


PROCESIÓN, de Martín Bentancor. Muy entrenido. Muy bien logrado ese efecto criollista-siglo XXI, que demuestra que no hay tópicos perimidos para la buena literatura. Crítica constructiva: uno queda como enganchado, quiere más. A lo mejor habría estado bueno incluir algún otro relato, tal vez llegar a la decena. Cómprelo igual.


Y presidiendo todas las lecturas, ROJO Y NEGRO, de Stendhal. Una gran novela de esas de seiscientas páginas de letra chica que no son tan usuales en estos tiempos. Me faltan sesenta y mi amigo LAC amenaza con que son las mejores. Estoy disfrutando mucho, aunque como verán no es para nada una de esas que a uno le cuesta dejar. Ya veremos...

domingo, 4 de octubre de 2009

ARREGUI VISTO POR MAGGI: mucho más que escritores.







Después de un fin de semana muy lindo con Leo y Damián (se presentó en San José el Springer), y antes con Ramiro Sanchiz y Rodolfo Santullo (ciencia ficción y Perséfone), dedico a los amigos, a todos, esta entrevista que mis alumnos de Ismael Cortinas, cuarto año, le hicieran a Carlos Maggi sobre otro del 45: Mario Arregui. Uno puede tener diferencias notables con Maggi, claro, pero que la mueve, la mueve. A modo de intro digamos que la ruta 23, que pasa a cinco metros del liceo y lleva el nombre del escritor de Flores fue el disparador de la cosa. Los alumnos y el entrevistado, obviamente, estuvieron de acuerdo en difundir esta mini entrevista vía electrónica. Y yo siempre le agradeceré a Maggi su gesto, su compromiso y su disposición para dialogar de igual a igual con estos gurises.



Entrevista a Carlos Maggi sobre Mario Arregui:


¿CÓMO CONOCIÓ A MARIO ARREGUI?

En 1942, yo tenía veinte años y con Maneco Flores Mora (un compañero de clase desde primaria hasta sexto de secundaria, donde éramos alumnos) editábamos junto con Leopoldo Nóvoa (que después fue un pintor exitoso en París) una revista llamada APEX.
Sabíamos que en el café Metro, en la rinconada de la Plaza Libertad, había una barra de muchachos que como nosotros estaban en el quehacer literario y fuimos a pedirle una colaboración a uno de ellos, Carlos Denis Molina; un maragato poeta que escribió una preciosa novela titulada Lloverá siempre.
Denis Molina había ganado un premio con una obra de teatro titulada el El regreso de Ulises.
En esa barra encontramos a Mario Arregui, conocimos sus cuentos y sus opiniones y resultó ser un tipo formidable.

¿SE SIENTE USTED HOMENAJEADO AL SER RECONOCIDO POR PERTENECER A LA GENERACIÓN DEL 45?

Mi generación no fue homenajeada, fue una generación de lucha externa, contra el falso optimismo de nuestros mayores que veían iniciarse un gran estancamiento nacional y seguían viviendo como en los años de nuestro gran apogeo batllista.
Y al mismo tiempo, fue una generación de lucha interna. Reaccionamos contra los que se aplaudían sin que hubiera méritos para ello; y al mismo tiempo, reaccionamos contra nosotros mismos, tratándonos con el mayor rigor crítico.
Yo me atreví a publicar mi primer libro, Polvo enamorado en el año 52, cuando tenía 30 años. Ya había quemado muchos cuentos y una novela, El gorro verde, que había ganado el concurso literario del Centro de Estudiantes donde Paco Espínola era integrante del jurado; que fue así como lo conocí hacia 1943. Paco era un gran maestro en ese momento y tenía 42 años. Onetti era otro gran maestro y tenía 34. Era un tiempo bueno para la cultura.

¿QUÉ ES PARA USTED LA GENERACIÓN DEL 45 DESDE UNA PERSPECTIVA INTERNA, YA QUE FORMA PARTE DE LA MISMA?

Soy uno de ellos y nada más; un escritor porfiado; y un testigo cuyo mayor privilegio es durar muchos años en plena salud. Tuve amigos entrañables con los cuales compartí la preciosa vocación humanística y un trato personal de amistad, absolutamente insustituible.

¿QUÉ CUENTO DE ARREGUI LE GUSTA MÁS? ¿POR QUÉ?
No puedo elegir con seguridad, tal vez el más perfecto y desgarrador sea “Un cuento con un pozo”.

¿SE SIENTE IDENTIFICADO CON ALGUNO DE ELLOS? ¿CON CUÁL? ¿POR QUÉ?

No. No es “UN” cuento lo que me importa. Me siento identificado con Mario y su planteamiento moral de la literatura; y corresponde fielmente a su modo de ser.
Su modo de ser y su obra se parecen mucho. Era un hombre austero, responsable y duro, escribía temas que en el fondo cuentan un solo cuento: uno y su obligación de ser auténticamente uno mismo.

¿TIENE ALGUNA ANÉCDOTA DE LA GENERACIÓN DEL 45?

Siempre pasan cosas que después, vistas a la distancia, resultan un tanto ridículas y hacen sonreír. Una vez nos cruzamos con Emir Rodriguez Monegal que era muy ácido para criticar. Yo estaba furioso con él por lo que había escrito sobre Morosoli y sobre Felisberto Hernández. Lo saludé con un: ¿qué tal?; y después me arrepentí. Di vuelta, lo detuve y le dije: No voy a saludarte más. Cada vez que te saludo, miento. No me interesa que estés bien.

¿CUÁL ES SU MAYOR RECUERDO DE ARREGUI?

Era un tipo maravilloso. Un día discutimos en el Metro hasta las dos de la mañana y cuando nos levantamos de la mesa, nos fuimos juntos caminando por 18 de julio. El vivía en Mercedes y Olimar y yo en 18 y Ejido. Cuando llegamos frente a mi casa, le dije, bastante impaciente: ¿No se cómo podés seguir con eso?
Ni me acuerdo sobre qué versaba la polémica, pero me acuerdo muy bien de la respuesta de Mario. Dijo, sin apurarse: sigo con eso porque estoy equivocado.

¿QUÉ RELACIÓN TENÍA CON ÉL APARTE DE COMPARTIR IDEAS SOBRE LA LITERATURA? ¿FUERON BUENOS AMIGOS?

Nunca recibí una mala acción o una molestia que proviniera de Mario. Fuimos grandes amigos. Cuando dejamos de ir al café fue por razones de familia. Nos habíamos casado y teníamos hijos; él pasaba temporadas en la estancia; llegaba a Montevideo y nos encontrábamos como siempre.
Era una manera muy linda de confraternizar en todo, incluido en aquello que no coincidíamos. Mario era comunista, pero cuando Maneco iba a Flores en medio de una campaña electoral, Mario le conseguía el equipo, los altavoces del Partido Comunista para la amplificación de sus actos por el Partido Colorado.

¿RECUERDA ALGÚN HECHO IMPORTANTE QUE HAYAN VIVIDO JUNTOS?

La madre de Mario tuvo un accidente de tránsito, fue hospitalizada y falleció unas horas después. Cuando Mario pudo comunicarse con la estancia, supo que su padre y su hermano ya habían salido para Montevideo, sin conocer la noticia. Iban a llegar para encontrarse con un velorio armado en su casa.
Conseguimos un auto prestado después de muchas vueltas y cuando Mario fijó el lugar y el tiempo que nos quedaba para poder atajarlos, tuvimos que salir a cien por hora.
Mario no sabía manejar. Manejaba yo, porque había tenido una cachila; pero en realidad no sabía manejar ni tenía libreta; y menos con semejante Chevrolet a todo lo que daba (creo que era de la madre del Tola Invernizzi). Es un recuerdo viejo y está borroso, años 46 o 47. Solo tengo presentes las veces que estuve a punto de chocar.

viernes, 25 de septiembre de 2009

¡¡¡HOMOSEXUALES!!!


RECIENTEMENTE EN SAN JOSÉ SE HA PRODUCIDO UN PEQUEÑO Y DISGUSTANTE DEBATE SOBRE LOS HOMOSEXUALES Y LA EDUCACIÓN EN LOS COLEGIOS PRIVADOS. EN ESE CONTEXTO ESCRIBÍ ESTAS PALABRAS. A LOS LECTORES AMIGOS LES PIDO QUE SEPAN DISCULPAR ALGUNA OBVIEDAD LITERARIA. RECUERDEN QUE ESTO ES PARA MIS COLUMNAS DEL PRIMERA HORA, ES DECIR, PARA GENTE QUE TIENE LA BONDAD DE LEERME CON UN POCO MÁS DE INOCENCIA QUE USTEDES... ¡SALÚ!

(y si creen en Dios, rueguen para que no me echen del colegio...)


Por Pedro Peña


“En esta sociedad había, por cierto, excluidos, gente que no podía soportar esos límites. Porque esa sociedad resultaba sumamente apretada y aglutinante. Consecuencia: el individuo queda completamente englobado en una comunidad de la cual no puede apartarse. Y había personas que no soportaban este encierro y que decidían marcharse.
(…)
“El miedo al otro también era miedo al marginal.”
Georges Duby

RESPETO. Quisiera no incurrir en la falta de respeto hacia nadie. Por este motivo lo que haré será tratar el tema como si fuera un objeto de estudio. Las palabras del historiador francés Georges Duby que cité arriba pertenecen a uno de los mejores libros que pueden leerse sobre la Edad Media: Año 1000 – año 2000. Las huellas de nuestros miedos, cuya lectura recomiendo fervorosamente.
Y por cierto que estas palabras, aplicadas al contexto del año 1000, aún hoy mantienen su vigencia. En nuestra sociedad del siglo XXI muchos miedos nos aplastan, pero ninguno como el miedo al otro.
El otro no soy yo. Ese es básicamente el problema. Yo soy totalmente predecible, tomo determinaciones que siguen la lógica de mi vida y me amo mucho. El otro, en cambio, es alguien con el que juego una suerte de competencia, una partida de ajedrez a ver cuál de los dos se mueve mejor en el borgeano tablero de la vida. El otro siempre es diferente, y eso no debería estar mal. Pero cuando el otro es muy, muy diferente, ahí la cosa cambia. Y ese es uno de los puntos sobre los que basaré este somero análisis de la homosexualidad en nuestra vida cotidiana.
Parto del supuesto de que vivimos en una sociedad machista. La mujer, por ende, está casi siempre bajo el dominio del hombre y toca bajo su batuta en la mayoría de las familias. Desde un punto de vista físico-sexual, el hombre es quien “penetra”, “entra”, “invade” el mundo de la mujer. El cuerpo de la mujer es “penetrado”, “entrado”, “invadido”. Esto, claro, desde que el mundo es mundo y desde que el cuerpo de la mujer, en general, es considerado como objeto de pertenencia. El hombre “posee” una mujer, es decir, se adueña de ella y legisla para regular esa posesión.
Pero, ¿qué pasa cuando es un hombre el que se deja poseer por otro? Esa es probablemente una de las heridas más grandes que pueda recibir la hombría de todos los tiempos, y el sujeto que se transforme en objeto, que sea “penetrado”, “entrado”, “invadido” como una mujer, es usualmente visto como un ente de perversión, una manifestación de desorden en un mundo que, al existir un dios, tiende al orden. (Aquí conviene el recuerdo de aquella teoría de las mónadas de Leibniz ridiculizada de forma magistral por Voltaire en su Cándido: “Este es el mejor de los mundos posibles”.) (También conviene el recuerdo de esa voz afeminada con que Paco Espínola representaba al diablo cuando narraba oralmente su cuento “Rodríguez”.) Ese hombre, ese homosexual, es malo. No representa valores apropiados y su alma no puede ser salvada. ¿Por qué? Bueno, porque ha dispuesto de su cuerpo de una manera inusual, de una manera que atenta contra el status quo machista y dominante. A esa persona, automáticamente (y no es que la sociedad “piense” estas cosas cuando las hace) se le restringen los accesos y se le practican toda suerte de bromas y zancadillas. Hasta hace dos o tres años eran muy pocas las murgas que no presentaban un homosexual entre las atracciones de su couplet o de su humorada, y así hacíamos todos catarsis por esa horrenda cosa que nos parece un homosexual.
¿Y cuál ha sido su pecado? Pues bien, su pecado ha sido poseerse a sí mismos. Poseerse y decidir sobre su propia vida y no dejar que decidan la costumbre o las religiones del lugar (todas, y en esto son unánimes y más ecuménicas que nunca, todas las religiones condenan la homosexualidad).
Pero para la hombría hay un golpe aún más duro, y es la constatación de que hay mujeres que, aunque nos duela, no “reciben” placer en la relación sexual con un hombre. Algunas de esas mujeres, incluso, deciden no abstenerse de una vida placentera desde lo físico y encaran relaciones con otras mujeres. Se las conoce con el nombre de lesbianas, y son aún peor consideradas que los homosexuales hombres, pues prescinden totalmente del género masculino, lo que desde un punto de vista simbólico es un pecado difícil de perdonar en una sociedad, como ya se dijo, machista.

CONTROL DE LA SEXUALIDAD. Uno de los puntos clave de la vida del ser humano es su sexualidad. Como esbocé arriba, todas las religiones del mundo lo han entendido muy bien y por ende siempre han regulado los comportamientos sexuales de acuerdo a ciertos patrones más o menos similares: matrimonio, parejas estables, heterosexuales, etc. Aún así cada tanto surgen religiones cuyos preceptos cambian y se aggiornan o simplemente rompen con lo que era usual. Pienso en aquellos primeros mormones del siglo XIX obligados a recluirse en la entonces perdida ciudad de Utah, expulsados por los protestantes americanos debido a sus escandalosos episodios de poligamia, o en los monjes budistas de principios del siglo XX que, tras sincerarse con sus superiores, propiciaron la abolición del celibato en su religión.
El celibato debería analizarse también en la misma línea de las conductas sexuales que cuestionan la hombría de la sociedad machista. El célibe, a grandes rasgos, decide no practicar una actividad para la que ha sido naturalmente dotado. Si el lector de estas páginas cree en Dios (pues quien las escribe sí cree), digamos que el célibe ha decidido por sí mismo no utilizar algo que Dios le dio. O al menos decir que no lo utiliza y comprometerse en público a no utilizarlo. Pues bien, todos respetamos esa condición y la tenemos tan naturalizada en nuestra sociedad que no nos conmueve en lo más mínimo que haya personas que decidan de alguna manera anular la pulsión sexual. ¿Por qué estas personas, cuyo comportamiento ante la sexualidad es si se quiere tan inusual, tan singular, se convierten de pronto en jueces y censores de los comportamientos inusuales y singulares de otros? ¿No sería acaso correcto que la misma tolerancia que ellos reciben pudieran otorgarla? Monseñor Cotugno, que es la máxima jerarquía de la Iglesia Católica (y yo fui educado en el catolicismo y en los valores cristianos, que siempre defenderé), ¿qué podría responder a este respecto?

PREGUNTA. A las lesbianas les viene su nombre de la isla de Lesbos donde vivió la gran poeta Safo, figura principal del mundo clásico griego. Safo se enamoraba de otras mujeres y cantaba a la belleza de Afrodita. También Eurípides, el dramaturgo más transgresor de Atenas, era homosexual. Alejandro Magno (educado por el mismísimo Aristóteles), por supuesto, y miles de otros y otras (Simone de Beauvoir, Oscar Wilde, etc.) entre los que no puedo dejar de mencionar a Federico García Lorca, asesinado de forma muy simbólica durante la guerra civil española por facciosos pertenecientes a Franco (Franco, el mismo Franco de quien algún político uruguayo alguna vez ha hablado maravillas…). Si no hubieran existido estas fuerzas, ¿qué tipo de arte tendríamos?

domingo, 20 de septiembre de 2009

CUERVO Y OJO (sobre motivo de Poe y de W.B. Yeats)


El poeta en inglés que más me gusta debe ser William Butler Yeats…
Uno de sus poemas, “The two trees”, es el que más me gusta de todos los poemas que he leído en ese idioma. Hay seis versos allí de una excelencia plástica y rítmica que para los pelos de punta:

"There, through the broken branches, go

The ravens of unresting thought;

Flying, crying, to and fro,

Cruel claw and hungry throat,

Or else they stand and sniff the wind,

And shake their ragged wings; alas!"


"Allí, entre las ramas partidas, volando y gritando por doquier, van los cuervos del pensamiento constante, de crueles garras y garganta hambrienta; allí se paran y olfatean el viento y sacuden sus arruinadas alas, “¡alas!”…(Esta humilde traducción -que sólo pretende aproximarse al significado, nada más- es mía.)

En estos versos el yo lírico describe el árbol bajo el que su amada no debería cobijarse nunca. Pero a mí lo que me marcó desde el principio fue la imagen de esos cuervos del pensamiento constante, permanente, ese pensamiento que hierre y mata y no se va y no se va. Y claro que por aquí se respira un aire a Poe. No es de extrañar que Yeats haya tomado de allí el motivo para estas imágenes. En aquel entonces, año 2001 me sentí impelido a escribir un pequeño poema sobre otro cuervo y un ojo, que volví a encontrar, después de ocho años, hace dos días. Y acá va:



CUERVO Y OJO

I

grazna ese llanto de miseria
por sus amigos que volaron más allá
más lejos
tan lejos que bien vale un graznido

la envidia, dijo el padre del cuervo,
fue su madre
su madre que murió una vez
y volvió a nacer en luz

¡tanta luz que había en los bosques esos días!
nadie podía ver
aciagos tiempos para los búhos sabios
que escondidos en los matorrales
no podían asomar la cabeza

un día la envidia vino a renacer
y renació con ella la noche
la noche y la envidia
juntas en el bosque.

Sólo el cuervo es más negro.


II

será lo que necesites
cuando tus miedos
se te aparezcan
dijo el cuervo


III

noche oscura en el monte

más oscuro que la noche
el cuervo

el cuervo no surca la noche
es surcado por ella sin piedad
punto negro maloliente
de mala fama

en su pico un ojo redondo

un ojo que ha visto
un ojo que puede ver
la más cruenta belleza
toda junta

le cuenta su vida al cuervo
le relata esas visiones
de una vida que no entiende
de seres indefensos
miedos inmovilizantes

el cuervo escucha
y mientras vuela su mente es volada
las palabras del ojo que lo ha visto todo
le repugnan más que su propio aliento

en un árbol alto
el más alto
el cuervo se detiene desesperado
ruega al ojo que se calle
que no siga con lo mismo
que si sigue se lo come de una vez

el ojo le guiña el ojo
ya me has comido
le contesta.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

EL EMBUDO CREACIONISTA (dedicado a V. Huidobro)


El embudo, pobre
Desliza su plástico
Sobre la forma cónica
Cómica
Del agua, ay, ¡qué dolor!
El descenso de los fragores en tremolina
El fragor de los descensos en tremolina
Molina,
¿no lo vieron?
¿por qué habrían de verlo? ¿quién es para que lo vean?
¿para que no lo vean?
Molina encañonado en tubos de carrizo
Carrizo, Antonio.
Antonio, Gasalla.
Gas, allá.
Acá, no.
Así cuentan los creacionistas
Que creó Huidobro,
Huidobro, Fernández,
no Vicente.
No vigente.
No vi gente.
No te vi, gen,
Se disculpó el científico.

martes, 8 de septiembre de 2009

SIESTA Y NACIMIENTO


13:30

Se mece el tiempo en el aire
Nacido de un suspiro del agua

Tus ojos alas páginas cerrados
Cuerpo hechizo manto vida

Rulos amarillos sentidos tacto
Siesta padre calor frío afuera

Hormigas en los pies
Se mueve patea codea despierta nace

Nacemos: 15:30.

viernes, 4 de septiembre de 2009

MI ÚLTIMO SUEÑO


Amanecer del martes.

En determinado momento entro a una suerte de gimnasio con paredes de bloque de dos metros y medio. Creo que voy vestido como para ir al liceo, es decir, con cierta prolijidad. De repente veo un punto que aparece en el cielo y que rápidamente se agranda y se me viene encima desde arriba. En un árbol arrancado de cuajo que ha viajado a través del aire. No hay techo en ese gimnasio, lo que facilita la imaginación de que alguien está lanzando árboles desde cierta distancia hacia ese lugar, como si se tratara de un jugador de básquetbol que lanza a un aro. Instintivamente trato de esquivar el árbol pero no demoro mucho en darme cuenta de que eso no depende de mí. El árbol cae con gran estrépito a mis espaldas y me salvo. Enseguida vienen más objetos: algunos prismas enormes hechos de madera, otros de cristal. Todos caen cerca y se incrustan en la tierra. Yo mientras tanto camino hasta el final del gimnasio y abro una ventanilla que en el acto se transforma en una pequeña puerta. Del otro lado, con intenciones de entrar al lugar del que yo voy saliendo, aparecen un conocido profesor de matemáticas de San José (un hombre de no muy gran tamaño) y otra conocida profesora de inglés. Él está vestido impecable, como siempre. Ella usa campera negra.
-¿Ustedes mandaron esto? –les pregunto, aunque de alguna manera sé que sí, que fueron ellos.
Los dos me quedan mirando serios y ahí termina el sueño.

martes, 1 de septiembre de 2009

COMO EL URUGUAY...


Hay un pequeño país en el que podrían vivir cómodamente treinta millones de personas. Viven tres, y algunos pasan hambre. Sin embargo este país tiene una alta opinión de sí mismo. En este país a una elevación de quinientos metros ya le dicen montaña.
A este país no lo mueven los grandes cataclismos universales de los terremotos o los maremotos o los huracanes. Lo mueve un cataclismo mayor: un parsimonioso equilibrio. Sobre ese cataclismo pastan mansamente veinticuatro millones de vacas, bueyes y algún que otro toro gordo, gordísimo, con tanta dificultad a la hora de la monta que es necesaria la inseminación artificial.
Una prueba de la riqueza lingüística de este país es la gran cantidad de palabras aplicadas, por ejemplo, al concepto de delincuente. Si el delincuente es pobre se le dice “pichi”. Si es de clase media se le llama “ladrón”. Si es de clase alta ya estamos hablando de alguien “con la ciudadanía suspendida”. En el improbable caso de que se les descubra y en el aún más improbable de que se les pruebe, van a parar (sobre todo los pichis) a un penal que lleva el nombre de “Libertad”, para mayor tortura psicológica de quienes allí ingresan.
No hay liberales en serio ni comunistas en serio. Los liberales más liberales, antes de perder votos le piden al Estado que salga a cubrir deuda o a financiarla. Los comunistas más comunistas, con tal de no perder votos, reciben con un asado el Presidente Bush. Aquí estamos otra vez frente al cataclismo del equilibrio.
A Venezuela no le molesta nuestra tibia izquierda. A EEUU no le importa un comino que representantes de nuestra derecha participen en las convenciones de sus dos partidos principales. Mejor, por supuesto, mientras se eviten los extremismos.
Hemos tenido guerras, claro, pero nadie las ha ganado. Sí se han ganado algunas batallas, como la de Las Piedras, que además de aludir al lugar en el que tuvo lugar alude a parte del armamento utilizado. Después vino una guerrita que los historiadores insisten en llamar Guerra Grande cuando sería mucho mejor nombre el de “Guerra Larga” y aún mucho más apropiado el de “Guerra Lenta”. Para ejemplificar lo del principio, ni vencidos ni vencedores. Y como nadie ganó, no es posible hacer una película con esa guerra, lo que al menos nos asegura que esos muertos, aunque no tantos como se hubiera querido, descansen en paz.
Y cuando estoy hablando de las guerras me salen al cruce toda esa pléyade de seres fluctuantes entre el heroísmo y el bandolerismo. El primero es aquel blandengue contrabandista. Nadie nunca le hizo un retrato. La imagen que todos nosotros tenemos de él sale de dos breves párrafos de Dámaso Antonio Larrañaga en cierta crónica de viaje. Sin embargo ahí está, imperturbable en Purificación, el mítico campamento que era, como su nombre lo indica, el lugar donde algunos cajetillas purgaban sus traiciones a un costo un poco alto, si se considera a la vida humana como algo importante. Todos los políticos de todos los partidos se adhieren a sus ideas, aunque ninguno quiera unirse a otras provincias de la Argentina y formar una federación, que era lo que él más quería.
Después viene un tal Frutos, cuya mayor muestra de pericia militar fue emborrachar a quinientos indios. Después uno de gallardo porte y admirable bigote: que sí, que no, que sí, que no, que voy, que vengo... Queda por nombrar a aquel libertador, cuyo mayor rasgo distintivo siempre fue su profunda convicción de que las patillas quedaban buenas. A todos ellos se les ha premiado con el nombre de un departamento o de un paraje. Menos al pobre del bigote elegante, claro (que sí, que no…).
Pero nuestras gloriosas huestes no se contentaron con la gloria interna, por así llamarla. Llegado el momento partieron al Paraguay y lo invadieron junto a brasileños y argentinos en una guerra un poco robada, un poco abusiva. Una especie de Real Madrid contra Cerrito pero con armas y en la segunda mitad del siglo XIX. Hoy los cuatro países “hermanos” conforman el inocuo MERCOSUR, que si bien sirve de poco, por lo menos previene una nueva guerra.
En aquellos tiempos gobernaba Venancio Flores, probablemente el peorcito ejemplar de nuestra historia lejana. Como corresponde, el departamento que le negamos al del bigote se lo dimos a Venancio, cuyo nombre de pila transmutó después en cierto jugador de fútbol cuya jugada más recordada fue la de tirar un limonazo a la pelota en ciertas eliminatorias ante la desazón del jugador chileno que pifió el tiro libre.
Fiel al paradigma del equilibrio, nuestro mayor escritor (así lo ha catalogado cierto director de cierta publicación cultural, lo cual nos impele a no dudar de ello) es un escritor “gris”, un escritor de la “grisura”. El instrumento musical en el que nos destacamos más no es el piano ni el violín ni el arpa (los paraguayos, esos a los que invadimos y a los que les ganamos, se cuentan entre los mejores arpistas del mundo) ni ninguno que implique complejidades innecesarias. Nuestro instrumento es el tambor. Nuestros intelectuales, nuestros artistas plásticos, nuestros filósofos, todos marchan al ritmo del candombe, manifestación musical para la que no es necesario ni siquiera saber lo que significa la palabra pentagrama.
Cuando al mundo le va mal, a este país le va bien. En 1930, apenas a unos meses de la crisis económica más importante del S. XX, construimos un estadio, organizamos y ganamos un mundial de fútbol. En 1950, cuando el mundo salía de la segunda guerra mundial y estaba por entrar en la de Corea y en la Fría, ganamos de nuevo. Hoy en día la mayor prueba de que la debacle económica mundial es maravillosamente grande es que a nosotros nos va mejor que nunca.

domingo, 30 de agosto de 2009

AGREGO LECTURAS AL REGISTRO


IVANHOE, de Sir Walter Scott (¡qué extraño queda el nombre de un escritor precedido del “Sir”!). Tengo que decir que es una linda historia. La conozco desde mi infancia, donde la encontré en una de esas versiones condensadas y de tapa dura donde muchos de nosotros/as comenzamos a leer. Le reconozco los valores literarios que se ve que tiene, pero creo que la disfruté más cuando yo era chico y la novela también.

EL REINO DE ESTE MUNDO, de Alejo Carpentier (a secas). Carpentier escribe neo barroco. Carpentier tiene unos cuentos tirando a nouvelles espectaculares: “El camino de Santiago" (historia de un romero que promete completar el tal camino de peregrinación y termina donde empezó, aunque siendo otro), “Los advertidos” (la historia de Amaliwak y su pueblo, la historia donde todos los diluvios míticos y sus personajes se encuentran), “Semejante a la noche” (el tema de la noche previa a la partida hacia una guerra), “Los fugitivos” (un esclavo y un perro que se escapan de una hacienda de esclavos). En El reino de este mundo nos encontramos con un prólogo célebre (el que pone en la conversación la cuestión de lo real maravilloso –realismo mágico- por primera vez) y una novela consumada. La historia de Ti Noel, un penoso esclavo haitiano amigo del brujo libertador Mckandal que deviene hombre libre y que vuelve a caer en la esclavitud en la época del rey negro Henri Christophe (muy liberador y todo este rey, cuando se dio cuenta de que no había quien trabajara, no dudó en volver a esclavizar a los propios negros que lo llevaron al poder). En el medio está el vudú luchando con el cristianismo, y no hay honestos. A Ti Noel uno puede comprenderlo, aunque no quererlo. Recomiendo mucho esta novela, que me confirma a Carpentier como mi latinoamericano favorito.

miércoles, 26 de agosto de 2009

DICCIONARIO DEL INÚTIL


Acomodado, adj. Que ha sido movido para estar más cómodo. En la mayoría de los países del mundo, que ha sido ascendido de puesto.
Adherente, n. Toalla higiénica femenina, llamada de esa forma debido a su característica pegajosa. En Uruguay el término se utiliza también para designar a los simpatizantes más pegajosos de una fuerza política. Por una suerte de compleja resemantización, a veces esta palabra deriva en “acomodado”.
Amigo, n. Persona que ha tenido la constancia de subir una montaña tan solo para encontrar un desengaño.
Asaltante, n. Individuo que pretende, empleando ciertos métodos violentos, que otro le entregue las pertenencias que ha ganado con el sudor de su frente. Es pertinente hacer la diferencia entre el asaltante común y el político. Los métodos de este último también son violentos, pero lo cobija la legislación sobre los fueros parlamentarios, que él mismo ha tenido la precaución de establecer.
Ataúd, n. Caja de madera donde se meten los envases vacíos de las almas.
Baal, mit. Principal divinidad de los babilonios, caldeos, fenicios y otros pueblos orientales, como el uruguayo, a quien solían sacrificársele terneros y bueyes. Tanto los babilonios como los fenicios y los caldeos dejaron estas prácticas en el transcurso de la historia. En Uruguay, para alegría del dios, se la realiza cada vez que aparece un brote de fiebre aftosa mediante el mecanismo del rifle sanitario.
Bagre, zool. Especie de pez muy frecuente en los ríos de América del Sur. Dícese también de aquella especie de mujer, muy frecuente también en los ríos del sur y que se parece al pez antes mencionado, sobre todo en el cuerpo y los bigotes.
Contragolpe, n. Efecto secundario producido por un golpe inicial. Forma deportiva de la que se valen todas las selecciones que juegan contra Uruguay para marcarle varios goles por partido. Nuestra selección, al parecer, desconoce su uso.
Coseno, n. Si bien este cronista no logra recordar con propiedad qué era eso del coseno, sí recuerda, cómo si fuera hoy, a su inseparable compañero denominado “seno”, y a las interminables bromas que tal asociación provocaba en sus tiempos de liceal adolescente. No debemos dejar de mencionar a la otra dupla, un tanto más aburrida, de tangente y cotangente.
Disputa, n. Nombre que se le da a la discusión que sucede entre dos hombres que han sido novios, a la misma vez, de cierta chica de costumbres libertinas. También: voz del spanglish que permite aludir a la señorita en cuestión mientras se la señala (this puta!!!).
Divorcio, n. Trámite legal que prosigue al del matrimonio de modo casi inevitable. Digamos que una cosa conduce a la otra, salvo honrosas excepciones. Dada esta definición, podríamos concluir que, para evitar los divorcios, haríamos bien en limitar los casamientos. Una forma menos radical y casi igualmente efectiva podría llegar a ser el habilitar el trámite del casamiento a parejas que vengan apadrinadas por sus hijos mayores de edad, quienes actuarían como testigos, siendo previamente sometidos a análisis de ADN.
Drama, n. Conflicto en el que nos tiene sumidos la vida real, donde todos somos actores, y la mayoría, al decir de Heine, actuamos bastante mal , y por ende cobramos muy poco.
Empirismo, n. fil. Doctrina filosófica que sostiene que todo el conocimiento humano deriva de la experiencia. La práctica y la rutina son las grandes protagonistas de esta tendencia filosófica. A tales efectos hemos de mencionar el caso del carpintero japonés Chow Ming tomado del libro de “Cuentos y Fábulas Orientales de hoy y siempre” de autor anónimo, que reproduciremos enseguida: “El sol relumbra en el horizonte y se oculta. Día tras día, los días pasan (en las fábulas japonesas abundan las redundancias).Uno de sus hijos va a ver a Chow Ming con preocupación. Padre, le dice, usted ha estado clavando clavos desde hace tres semanas, haciendo mucho ruido. Hoy nos hemos decidido a preguntarle por qué tanto afán. Es que quiero que esto quede bien, aunque sea lo único que haga en mi vida. Basta ya de hacer muebles, biombos y pagodas sin ton ni son y por el vulgar dinero. De ahora en más, lo único que haré es clavar clavos. Pero lo haré bien. Será perfecto, respondió el padre. Pero padre, interrumpió el hijo, todo el mundo sabe que la perfección no existe. Ni siquiera en eso de clavar clavos. Entonces, hijo mío, inventaré la perfección. La práctica y la rutina me ayudarán. La noticia de un carpintero dedicado a tales oficios pronto corrió por todo el imperio y rápidamente Chow Ming se hizo famoso. Su familia, a la que él seguía ajeno debido a su preocupación tan particular, decidió cobrar entrada a los turistas que venían a observar con admiración a este sen en el arte del martilleo, y de esa manera mantenerse en forma digna.” Todos fueron muy felices, menos el propio Chow Ming, que murió sin haber alcanzado nunca su tan ansiada perfección en el arte de clavar clavos, para el cual aplicaba un temprano empirismo. La moraleja que nos deja este cuento está fuera del alcance de comprensión de este humilde autor, o sea, queda a criterio de cada uno.
Fortuna, n. Deidad mitológica que repartía sin ton ni son los bienes y los males del mundo. La falta de profesionalismo y el consiguiente desgano demostrado por esta diosa son las explicaciones de por qué hoy en día unos tienen tanto y otros tan poco.
Fotón, n. fís. Esta palabra ostenta dos definiciones posibles: 1) partícula elemental de luz, sin carga eléctrica, que sale del átomo cuando este se desintegra, y 2) foto muy grande, o muy buena (¡Mirá que fotón, con la rambla de fondo!).
Gentío, n. Sinónimo de “China”.

sábado, 22 de agosto de 2009

FILOSOFÍA MENOS QUE BÁSICA...


DOBLE DISCURSO SOBRE EL PLACER

(otra vez de la columna en el Primera Hora)



BREVE MARCO TEÓRICO. La dualidad cartesiana mente-cuerpo, o, como la llamaría Vaz Ferreira, la falsa oposición mente-cuerpo, tuvo mucha importancia en la conformación de nuestra relación con el placer. Sólo quiero remitirme a aquella lejana concepción del mundo material (el mundo de los vivos) como un valle de lágrimas en el que se sufre con la esperanza de una eternidad mejor. Este pensamiento tuvo una raigambre muy fuerte en la Edad Media europea, donde los clérigos y las distintas castas sacerdotales promovieron comportamientos ascéticos y miserables entre sus fieles sin ser capaces ellos mismos de sustraerse al lujo del oro y la buena mesa con que adornaban sus templos y sus vientres. Y dejo aparte otros placeres de la carne que también solían frecuentar. Hablar del clero puede resultar, claro, una generalización injusta, como todas las generalizaciones. En la historia de la Iglesia, así como es probado que ha habido seres crueles y avarientos, también ha habido faros que alumbran desde la pobreza, como San Francisco o, saltando varios siglos, los teólogos de la liberación.
Pero lo cierto es que el ser humano tiende a considerar el placer como una carga en vez de como un goce. Hay cierto complejo de culpa en aquel que disfruta de los placeres carnales cuando en cada instancia de enseñanza a que ha sido sometido, el sufrimiento ha sido componente sine qua non. En nuestro tiempo, además, sucede que el placer está cien por ciento relacionado con el cuerpo, mientras que aquello de “goce intelectual” no es más que un atisbo de formulación teórica totalmente desestimulado por la cotidianeidad televisiva. Y es que no puede haber estímulo al “goce intelectual” si no hay intelecto.

LA FIESTA DEL CONRAD. Estoy mirando un informativo en la televisión… Aparece una mujer muy hermosa, tal vez una conocidísima modelo o cantante o actriz que yo, por suerte, no conozco. El periodista es casi tan estúpido como ella:
-¿Cómo estás viviendo esta fiesta en el Conrad?
-Ay… -(risas)-. En el Conrad todo puede pasar… Hasta te podés enamorar… -risas de nuevo y cruce de miradas y guiñadas con alguien que pasa por detrás de la cámara.
-¿Cómo viviste todo esto?
-Impresionante…, ¡viste lo que es esto!
Bueno…, así hablando de estas cosas tan inteligentes podrían estar hasta que los sorprendiera la muerte.
La fiesta del Conrad era una fiesta erótica o algo así. Muchas mujeres de figura perfectamente modelada usando la menor cantidad de ropa posible y realizando movimientos circulares seductores con sus caderas y sus piernas. Grandes tacos, grandes ausencias de tela, grandes bustos cubiertos por enormes agujeros. Una fiesta por demás exclusiva. ¡¡¡Así se divierten los grandes señores y las grandes señoras!!! La mujer pasa a ser un objeto de posesión y nunca un sujeto. El género masculino se reduce a una bola de instintos reprimidos, pues el objeto de su deseo camina y se contornea ahí adelante, a dos metros de él, pero a su lado está su mujer, a la que ya quiere ir a tirar desde el último piso del hotel cinco estrellas para quedarse con la modelo. En fin… Todo muy inteligente. Todo muy banal. Si hubiera viajes en el tiempo y fuera posible traernos a San Agustín, ¿qué diría de estos avances? Tal vez los comprendería, en el entendido de que él también fue pecador antes de ser santo.

EL PLACER DEL SEXO Y SU CONTROL. Vivimos permanentemente controlados. Miles de años de cristianismo han modelado incluso hasta nuestras leyes, al punto de que la institución social y legal del matrimonio ha pasado a ser una copia laica del sacramento religioso. Monjes y clérigos de diversas religiones, cuando quieren controlar algo, lo primero que controlan es la sexualidad de sus fieles. Incluso su propia sexualidad, a la que se sienten obligados a poner coto y que, usualmente, termina por desparramárseles de ese límite (o por generarles una culpa tan pesada como una montaña sagrada), porque la llamada de la especie es siempre más fuerte que cualquier control. Porque el ser humano teme morir, teme borrarse del mundo, y para eso necesita reproducirse, y si hubo un Dios, y claro que lo hubo, fue lo suficientemente inteligente para que la pulsión sexual fuera más fuerte que cualquier mecanismo de control.
Pero el control de la sexualidad por parte de la intelectualidad religiosa (cualquier religión, digo de nuevo) o de la filosofía me lo banco. Incluso me parece totalmente respetable que cada uno haga lo que quiera con lo que Dios le dio (¿y para qué se lo dio?). Pero cuando el control de la sexualidad y del placer lo hace el dinero, ahí la cosa cambia. Porque para esa fiesta del Conrad necesito dinero. Si no, no puedo ir. Ahora la economía global no sólo controla las tasas de natalidad de los países sino que también controla su acceso al placer. Bah…, estoy diciendo esto como si fuera nuevo y resulta que la prostitución parece ser el oficio más viejo del mundo.
El otro aspecto al que quiero referirme brevemente es al de los asistentes a esa fiesta. Había allí políticos destacados de las dos orillas, artistas destacados de las dos orillas, músicos y hasta algún escritor perdido. Ellos, que tienen los medios necesarios, acceden al placer de forma directa (y si les alcanza para pagar una noche de sexo con la/el modelo que les interese, todavía más directamente) mientras que nosotros, los que tenemos que salir al otro día a laburar como buen hijo de vecino, recibimos sólo el coletazo televisivo. Sexo, droga y rock ´n roll era antes. Ahora es plata, fama y sexo. Y los demás que la miren por tevé. Bien controladitos.

viernes, 21 de agosto de 2009

NACIMIENTOS DE LIBROS MUERTOS


A través de la intuición los que de una forma u otra estamos familiarizados con los libros sabemos cuando estamos transitando por territorio virgen, cuando somos los primeros lectores de una página que se imprimió hace cincuenta, ochenta, cien años, y que se escribió muchísimo antes. Y más si para leerla hemos tenido que despegarlas de las anteriores y de las siguientes debido a esos clásicos defectos en el guillotinado original. La sensación es una mezcla de amargura con ilusión: nadie había leído esas palabras porque esas palabras nos estaban esperando a nosotros. El goce de este descubrimiento se empaña con la conciencia de la desidia del mundo hacia lo escrito.
Todo esto viene a cuento de ciertos sucesos de los que he sido objeto y sujeto estos días. Para empezar, una compañera de trabajo de Alejandra le dijo que, tras la muerte de su madre, tenía una colección completa de clásicos que le habían quedado sólo para complicarla en cuestiones de espacio. La madre le había comprado a ella y a sus hermanos, cuando aún eran liceales, noventa libros de la colección Biblioteca Básica Universal del Centro Editor de América Latina. Alejandra le dijo que sí, que claro que me podían interesar, que claro que yo andaba en “eso de los libros”, y su amiga me los regaló. Están todos: Walter Scott, Dostoievski, poetas franceses, ingleses, Thackeray, Tolstoi, Víctor Hugo, Pushkin, Dickens, Melville, Flaubert, Balzac, Pérez Galdós, etc., etc. ¡¡¡Noventa libros de regalo!!! El único que alguien ya leyó es el Quijote. Para los otros, seré el primero (eso si alguien no me pide alguno prestado, porque están a la orden).
Tengo además, y por motivos laborales, un ejemplar de Noche de San Juan y otros cuentos, de Mario Arregui. Lo tomé prestado de una biblioteca liceal. Es de una primera edición de la mítica Editorial Número, correspondiente al año 1956. Nadie hasta que llegó a mis manos lo había leído. Lo mismo sucede (está sucediendo porque es el libro que estoy leyendo ahora) con Dante y La Divina Comedia de Ruben R. Arean, editado en 1954 por Ediciones Medina (rara editorial, ¿no?) al cual he tenido que despegarle las páginas unidas por el borde externo.
Otra joyita: tengo una primera edición del póstumo Rosario de Eros de Delmira Agustini. Cuando se los muestro a los gurises no pueden creer que ese libro tenga más años que sus abuelos, ochenta y pico.
Otro libro que revivió en mis manos fue el Landmarks on English Literature, de Ilit Grondahl, editado en 1930 y que conseguí hace años por diez pesos en una venta de garage de la biblioteca del Anglo.
Pero el libro viejo y sin uso más llamativo que tengo en mis modestos anaqueles es el Estudio compendiado de la literatura contemporánea (tomo V) de Samuel Blixen que data de 1894, editada por Juan J. Dornaleche. Aún alejada la incipiente crítica literaria uruguaya de los formalismos y estructuralismos y existencialismos de la crítica del Siglo XX, es posible encontrar apreciaciones por lo menos graciosas y bien hijas de su época (que un poco parafrasean al entonces endiosado Taine), como la siguiente: “Jorge Byron debió nacer llevando en sí el germen de terribles disposiciones hereditarias, que su educación agravó aún más.” Algo que bien podría decirse de muchos.

viernes, 14 de agosto de 2009

FILOSOFÍA DE ALMACÉN: deporte, violencia y catarsis


(El siguiente texto forma parte de mi columna semanal del Primera Hora en San José.)


Domingo. 11 a.m. estamos con familia extendida, cocinando y hablando de bueyes perdidos, como los viejos. Es que estamos todos más viejos. Santiago y su primo Andrés, que se llevan cinco meses, lo dejan en evidencia.
Daniel (padre de Andrés), que es un músico amateur bastante aventajado, deja la guitarra y dice:
-Che… ¿cómo habrá estado la pelea de Chris Namús?
-No sé –respondo-. Ni quiero saber.
Pero a lo mejor sí quiero, porque un minuto después estamos en el cuarto de la computadora en internet. Ya sabemos que la uruguaya perdió por nocaut y nos aprestamos a ver el episodio en el youtube.

CATARSIS Y PULSIONES AGRESIVAS. Me da un poco de vergüenza admitir que no sentí lástima por lo que le estaba pasando a la boxeadora. La colombiana, una negra fortachona y reconcentrada (cero futuro en el espectáculo, eso sí) había desatado una maraña de golpes sobre el rostro angelical de nuestra púgil más famosa que ahora se debatía entre el desmayo y la desazón. El público hizo un silencio de luto, como si en vez del Palacio Peñarol se tratara del Maracaná hace cincuenta y nueve años.
Viendo todo aquello comienzo a pensar que alguien está loco y no soy yo. Muchas veces pienso en esto, aclaremos, pero en este caso particular mi convicción es acérrima: todos los que practican deportes como el boxeo, todos los que pegan y se hacen pegar en público y a veces frente a cámaras que transportarán las imágenes hasta millones de cerebros, bueno, esos tipos están locos. Y además son parte de un negocio. Y que quede claro lo siguiente: justifico y comparto la buena cosa que es practicar algún deporte relacionado con la defensa personal. Lo que no justifico es que ver a dos personas atacarse hasta la anulación esté bueno.
La pregunta que guíe nuestra reflexión debería ser: ¿por qué nos gusta el boxeo? ¿Por qué nos gusta ver que dos seres humanos se hagan daño con sus propias manos y después se saluden como si fueran caballeros de honor en la mesa redonda del Rey Arturo o damiselas ridículas y preciosas de las cortes de los últimos Luises? Para la respuesta conviene ir a la psicología. A una rústica psicología de almacén que le haga justicia a esta sección: ¡estamos haciendo catarsis! Es decir, cambiamos de estado una pulsión agresiva que está dentro de nosotros y la volcamos hacia un mundo entre simbólico y real representado por los combatientes de ocasión. Está claro que si a mí me gustara el boxeo no serviría para otra cosa que para hinchada. No sé lo que es pegarle a alguien más allá de aquellas escaramuzas escolares o liceales que todos acometimos. Aún así, a través de este fenómeno, me queda la posibilidad de participar aunque sea desde cierta lateralidad.
Para explicar de forma mínima esta posibilidad, digamos que la catarsis es un fenómeno que tanto puede darse en el deporte como en las artes y consiste en un sutil mecanismo de identificación entre los protagonistas de determinado antagonismo (las dos palabras vienen del gr. agón, “lucha”) y los espectadores. Un efecto de la catarsis se da, por ejemplo, cuando nosotros, que nunca fuimos asesinos ni se nos pasa por la cabeza tolerar la idea de la pena de muerte, sentimos un goce intensísimo cuando el personaje principal mata al malvado. En términos del deporte, la catarsis se da cuando nos identificamos con tal o cual equipo o tal o cual boxeador. Por eso, hace siete días, miles de personas quedaron calladas, porque esas miles de personas (¿tres mil?, ¿cuatro mil?) eran de alguna forma Chris Namús y creían en lo que ella representaba.
Ahora bien…, la que estaba allí para recibir los golpes era ella sola. Y no porque alguien se lo hubiera pedido. Lo más terrible es que ella quiso, de alguna manera, recibirlos. Y por supuesto que todos nosotros, también de una forma u otra, queríamos que los recibiera.

OTRA VEZ EL FÚTBOL. El boxeo o las competencias de taek-won-do (espero que se escriba así y no suscite mi ignorancia un castigo por demás inapropiado a mi status pacifista) llevan implícita la idea de la violencia. Todos los concurrentes a esos “espectáculos” saben que va a haber golpes, caídas, sangre e incluso muerte. Van justamente a ver eso, y como van de a miles, mi reproche hacia los avances de nuestra especie quiere ser recalcitrante. Pero cuando alguien va a presenciar un partido de fútbol, por más que el mecanismo de la catarsis sea bastante similar, espera ver cuestiones más estéticas, moñas, goles, caños, fintas, etc., relacionadas todas a una manifestación de la inteligencia corporal. Uno generalmente no espera encontrarse con golpes. He aquí sin embargo que en cuatro días dos equipos de fútbol uruguayos participaron de sendos juegos (juegos…) que, tras episodios de violencia explícita, no pudieron completarse.
Vayamos a Peñarol. Parece que un jugador del cuadro rival le deja la mano enganchada a un mediocampista aurinegro. Éste reacciona de forma bastante exagerada y arremete a golpes de puño contra el otro. Vienen los demás, se arma batahola y cada cual para su casa… En el caso de River Plate la cosa fue aún más lejos: un hincha del equipo contrario (Blooming de Bolivia) penetra en el campo de “juego” y le tira el cuerpo arriba a un jugador albirrojo.
En ambos casos lo que se desdibuja es el sistema de catarsis. En el caso del jugador de Peñarol que reacciona contra el otro, lo correcto, lo simbólicamente correcto, hubiera sido jugar mejor y a través de ese comportamiento vengar de forma simbólica la violencia recibida de forma real. En el caso del hincha, lo que sucedió es que dejó de sentirse representado por los integrantes del equipo de sus simpatías y entonces, no teniendo la posibilidad de esa catarsis simbólica, actuó irrumpiendo en el plano de la realidad.
Como se ve, cada vez andamos más cruzados.

lunes, 10 de agosto de 2009

RAZONES PARA LEER AL SPRINGER


Hace una semana terminé de leer El increíble Springer de Damián González Bertolino. Mediante este sencillo y emotivo acto la reúno junto a las obras del post precedente y añado una fuerte recomendación: hay que leer ese libro.
Razones para tal recomendación: 1) está muy bien escrito, 2) la acción predomina en general por sobre la expresión, 3) es una suerte de prolongación de un espeso universo narrativo ya existente (y aquí recuerdo a Valentín Trujillo, cuya narrativa no tiene nada que ver, y sin embargo tiene) (y no digo que ese universo narrativo ya exista en textos públicos, sino en un lugar más importante: en la cabeza del autor), 4) el aspecto descriptivo nunca es pesado y algunas descripciones pueden llegar a ser una belleza, 5) léanlo además para saber por qué, en breve, vamos a ver a DGB almorzando con Mirtha Legrand.

Y last but not least, a uno incluso le queda la sensación de que, tras la lectura de Threesomes, ha aprendido todo lo que necesita para entablar una conversación de golf con cualquier cajetilla. Y otra sensación también puede quedar: de cualquier triste ser humano, Morán por ejemplo, es posible escribir buena literatura.

Y además otra: ¡terminás de leerlo y te dan ganas de escribir! No es poca cosa para agradecerle a Damián.

viernes, 31 de julio de 2009

ÚLTIMAS LECTURAS (julio de 2009)





Más allá del planeta silencioso, de C.S. Lewis. Bueno por cierto, aunque no sé cómo se puede comparar a Lewis con Tolkien por más amigos, católicos y conservadores que hayan sido…

Rip Van Winkle y otras leyendas de la antigua Nueva York, de Washington Irving. En ediciones de la Banda Oriental dos por tres cae un gran, gran libro. Este es el caso. Muy entretenido y excelentemente bien escrito para los que nos gustan ciertas ambigüedades de la expresión que tienden a la ironía. Manhattoes (así se llamaban los territorios que hoy ocupa New York) supo ser una tierra de fantasmas y aparecidos, con varios piratas de río famosos y el jinete sin cabeza incluido.

Facundo Imperial y otros cuentos, de Javier de Viana. Me llamó mucho la atención. Sobre todo porque mis lecturas anteriores del autor no me habían agradado. Pero ahora me leí siete cuentos de un tirón y sin querer dejar.

La hija del capitán, de Aleksandr Pushkin. Por lejos la mejor lectura del mes. El comienzo es algo errante pero a medida que avanza la lectura es muy buena. Una cosa rara entre romanticismo y realismo muy bien hecha. Dan ganas de escribir así.
Dice justamente la hija del capitán hablando de los duelos a espada por amor: "¡Qué extravagantes son los hombres! Por una sola palabra, que posiblemente olvidan al cabo de una semana, son capaces de degollarse y de sacrificar, no solo su vida, sino también su conciencia y el bienestar de aquellos que…” No está mal para alguien como Pushkin, que murió a consecuencia de un duelo.

Poesía y correspondencia, de Delmira Agustini. Prologado por Idea Vilariño. La carta de Enrique Job Reyes, que yo había leído hace mucho tiempo, es realmente inquietante. ¿Qué habría pasado si Delmira la hubiera dado a leer a otra persona? ¿Qué hubiera pasado si…? No se puede vivir de esa forma, dicen.

martes, 28 de julio de 2009

RECUERDOS, ANÁLISIS Y PROYECCIÓN LITERARIA DE UN PARTIDO DE FÚTBOL


VENDIMOS CARA LA DERROTA…

Estos son los recuerdos de un partido de fútbol en Minas. Recuerdos tan desordenados como nuestro juego. Recuerdos que se van vaciando de contenido a medida que pasa el tiempo cronológico del partido. Atribuyo esto último a una deficiente irrigación cerebral. El asunto se soluciona con un poco de imaginación.


-Recuerdo 1: no llegaban Trujillo y Di Tullio y nos pusimos a jugar “por las tortas fritas”… Craso error nuestro. DGB se hizo el que no jugaba nada y se guardó el físico mientras Leo Cabrera y yo pergeñamos dos enormes jugadas que después, en el partido en serio, fuimos incapaces de repetir.

-Recuerdo 2: Santullo avisa que él, de jugador, es peor que un contrario. Que de golero se defiende. ¡Qué país generoso!, pienso yo.

-Recuerdo 3: llega Trujillo acompañado por un enorme monstruo cuadrado de apellido Di Tullio. Es poeta argentino, en apariencia, pero en realidad es uno de la reserva de Boca.

-Recuerdo 4: jugamos. El Leo Cabrera se manda flor de jugada con Gastón Brito. Una belleza irrepetible… e inútil, porque definen mal…

-Recuerdo 5: Leo De León está tirado en el medio de la cancha. Ignacio F de P le estira la pata probablemente para lesionarlo aún más…

-Recuerdo 6: movemos (o mueven ellos, no sé) e inmediatamente hay un gol. Recuerdo recurrente.

-Recuerdo 7: a mi frente tengo a Di Tullio. Un segundo después ya no. Giro mi cabeza hacia nuestro arco. Gol de DGB o de Trujillo tras pase del argentino.

-Recuerdo 8: ya no puedo más. Una tortuga renga corre más rápido que yo. Me afecta la altura de Minas. “Me voy arriba” digo. Es el lugar donde puedo hacer menos daño a mi cuadro.

-Recuerdo 9: la misma jugada de antes pero esta vez la ataja Santullo. Este recuerdo es muy fuerte. Santullo debe haber atajado unos veinte tiros de gol.

-Recuerdo 10: Leo De León sale de la cancha. Sentimos el peso de esto en lo psicológico. Metemos dos goles y andamos por empatar.

-Recuerdo 11: nos meten tres goles seguidos. Di Tullio siempre tiene que ver con el asunto. DGB y Trujillo no desentonan. Por la izquierda, Ignacio F de P, que en el match previo se lució, hace cosas incomprensibles con la pelota con el solo objetivo de marearnos.

-Recuerdo 12: estoy en el área rival. Por algún secreto mecanismo del destino, las parcas, Dios, el Diablo, la pelota llega a mis dominios. Hago un movimiento con el pie y me acomodo. Pateo de taco y gol… ¡Qué país generoso! Viendo la foto es posible recomponer mejor la jugada: el Archiduque me tapa el palo derecho, DGB me marca de frente y por detrás viene -adivinen quién… sí- Di Tullio. Eso tras resignificar la foto. Yo, por mi parte, no recuerdo que haya intervenido la razón en nada de esto. Festejo alzando un solo brazo. Hay que cuidar energías.

-Recuerdo 13: digo algo de la sangre, el huevo y las reservas morales (alguien hace un chiste lamentable: “sí, que entre O. J. Morales”)… Leonardo Cabrera, que fue nuestro mejor jugador a la par de Santullo, corre y recorre y mete goles, marca y sube cuando puede. Yo soy la teoría y él es la práctica.

-Recuerdo 14: 8 a 5… Ilevantable… Leonardo Cabrera, sin físico, sin ideas, puro corazón y amor propio, se arroja a los pies de Trujillo. Va a la pelota y se la saca. Con esa actitud nos muestra el camino. Trujillo se queja… ¡Esto es fóbal, vo´! ¡Esto no e´la redasión del ocservador, vo´!

-Recuerdo 15: gran jugada de Gastón Brito. Tira para adelante la pelota. Yo voy corriendo y estiro la pata. Gol. Me cuelgo de las redes empujado por DGB que no llegó al cierre.

-Recuerdo 16: pienso en mi hijo y en mi esposa y en que tengo que vivir. Vamos 8 a 7 pero nuestros últimos minutos han sido dignísimos. Alguien grita “¡Partido!” y todos, ni uno solo que se oponga, aceptamos el mandato. Nos hemos divertido mucho y sonreímos felices. Santullo y Di Tullio se llevan los aplausos. El Archiduque, justo es decirlo, atajó muy bien, pero Santullo… digámoslo así: sin ser maragato, fue el más maragato de todos…

-Recuerdo 17: Vemos a Bentancor. ¡Anotó todo! No…, muy fuerte…


PROYECCIÓN LITERARIA (después de todo, la idea era plantear una analogía entre una cosa y la otra, si mal no recuerdo...)

Archiduque: va a ser un gran escritor. Demostró que puede empezar de abajo sin pretensiones y hacerse responsable. No es un futuro promisorio. Es un presente más que atendible.

Ignacio Fernández de Palleja: un escritor con un futuro de difícil vaticinio. Como estoy leyendo cosas interesantes que ha escrito últimamente, creo que escribe mejor de lo que juega. Con todo respeto (ya me lo veo protestando estos conceptos, lacerado su amor propio, pero recuerden que él es más ciclista que futbolista, y en ese rubro seguramente nadie le es rival).

Valentín Trujillo: este va a llegar lejos. No sé si por escribir notable o por rodearse, codearse, con individuos que le aseguran el triunfo por una especie de ósmosis de talento. Para hablar claro, su gran jugada en el partido fue traer Di Tullio.

Ignacio Di Tullio: un gran tipo que tuvo la impertinencia de meternos cuatro goles. Como escritor le auguro un creciente prestigio y una humildad batalladora. Un gustazo conocerlo.

Damián González Bertolino: ¡ojo acá!, metió un par de goles, corrió la cancha, me parece que la carrera recién empieza y por lo que se ve con un golazo. Es, además, un astuto estratega (permítanme recordar que nos cansó antes del partido en serio).

Santullo: un escritor que se conoce a sí mismo y es consciente de sus puntos débiles. Un escritor pródigo en esfuerzos. Se lo van a disputar generaciones literarias de México y de Uruguay. Otro gustazo.

Leonardo De León: como puntero, un gran poeta. Un estilo decoroso, amable tanto con rivales como con compañeros, incapaz de una mala idea o una mala palabra y no por eso menos crítico que el resto. Cuando sabe que no puede más, no insiste. Eso es muy, muy inteligente en términos literarios. Estilo moroso en las canchas que se refleja en esa suerte de escritura lenta, retraída, en ocasiones muy buena (metió nuestro primer gol, por cierto).

Leonardo Cabrera: un todo terreno de las letras. Así como corre y marca y se proyecta y va al raspe, cuando escribe te emociona, te hace reír, te hace calentar y además él mismo se ríe, se emociona y se calienta. Quiere, además, que el equipo todo salga adelante, por lo que su asesoramiento técnico-narrativo no será nunca algo desdeñable.

Pedro Peña: (es difícil hablar de uno mismo) se ve que mi pasaje por la literatura tendrá sus bemoles. Pero todos han recordado esa definición de taquito que me valió una foto en el Observador que mostraré a mi hijo algún día. Sólo espero poder escribir una novela que le haga justicia. Algún día…

Martín Bentancor: un fuera de concurso. El único escritor sensato de todo el partido. En ti ciframos nuestras esperanzas críticas. Sabemos que nos podés dar buen color después de haber leído la entretenida y socarrona crónica de tan paupérrima experiencia deportiva.

viernes, 24 de julio de 2009

Y TODO LO DEMÁS...


BREVE INTRO

Hace varios años ya escribí un cuento de muy dudosa calidad (bueno..., en realidad más de uno..., bueno, en realidad muchos..., pero el que nos interesa es este del que voy a hablar, caramba). Ese cuento llevaba el mismo nombre de este post. En él se relataban las últimas horas de la Tierra tal como la conocemos, a punto de ser impactada por un asteroide de grandes dimensiones. La luna ya había sucumbido a causa de impactos “menores” (“menores” en cuanto a lo que nos iba a tocar a nosotros). Después me detenía en las peripecias de un par de personajes y terminábamos todos asistiendo a una especie de lectura colectiva en la montaña con el fin de que las ondas de sonido viajaran a través del espacio hasta encontrar una cultura, especie, etc., que pudiera recepcionarlas primero y entenderlas después.
El cuento, por cierto, no es muy bueno… Me habría gustado que lo fuera…
En una novela corta que escribí a principios de 2008, seudo negra, más bien tirando a gris, pero que algunos lectores y algunas lectoras han considerado al menos divertida y de rápida lectura, situada entre San José y Montevideo, uno de los personajes, un asesino de esos que se contratan llegado el caso, se plantea algo que sería más o menos así: "Sólo de un par de certezas puede hablarse en este tipo de negocios. Una es sencilla: siempre hay alguien más fuerte. El tema es tratar de no encontrarlo. Pero no depende de uno. (…)La otra certeza es la de que ya ha nacido el hombre que ha de retirarnos del negocio. Ya camina por las calles de alguna ciudad ese que disparará el tiro, enterrará el puñal o apretará la cuerda sobre nuestro cuello."

BREVE DESARROLLO

El otro día un astrónomo australiano amateur (un triple a, si bien se mira) descubrió un cometa del tamaño de nuestro planeta. Descubrió además que iba a impactar en Júpiter. Y bien: impactó. Ahora... ¿es posible que haya elementos del tamaño de la Tierra circulando por ahí sin que los hayamos visto? En otras palabras, ¿es lógico que un a. a. a. descubra esto y no los hipercientíficos de la NASA o los rusos o los japoneses… El asunto me llenó de inseguridades varias.
En este preciso instante es cuando vuelvo sobre mis escritos previos y veo que ambos logran plasmar mi desazón (aunque sea eso logran). En primer lugar, ya se envió la sonda que porta hacia el espacio exterior (exterior mismo, fuera del sistema solar) gran parte de la labor de pensamiento y de arte del ser humano con la esperanza de que la encuentre “alguien” y no termine sucumbiendo estrellada contra algún planeta hirviente, tras lo cual no quedaría de nosotros el más mínimo rastro. Chau humanidad, chau.
El otro punto es que los mismos científicos dicen que un choque con un elemento asteroidal (linda palabra que acabo de inventar) es inevitable. Es decir, en términos del personaje de mi novelita corta: “Ya ha nacido el asteroide que ha de retirarnos del negocio. Ya vuela por los cielos de algún sistema ese que impactará tarde o temprano con nuestro querido planeta…”
Sería una lástima que esto ocurriera en estas décadas, cuando todavía está en pañales eso de los viajes al espacio y las naves.
Ahora que lo veo, y pensando en la psicocrítica de Mauron, creo que mi mito sucinto, tanto en Eldor como en la novelita de San José, está signado por ese miedo, que es el miedo de la especie toda a desaparecer. Ese miedo que hace que nos reproduzcamos. Que hace que reproducirnos sea tan necesario como dulce.

domingo, 19 de julio de 2009

VIAJES DE MI OTRA VIDA


TRAVESÍAS

El viaje había empezado hacía tres horas en Winnipeg, Manitoba, donde subimos a bordo de los rapidísimos Greyhound (el del galguito igual al de la Onda uruguaya). Ahora estábamos en el Fish Market Dock de la pequeña ciudad de Kenora, uno de los lugares más encantadores de los que haya tenido noticias. Distraía mis ojos en The Blue Heron, una cabaña al borde del lago donde vendían arts & crafts hechos con hermosos materiales naturales. Todo aquello me daba la sensación de que estaba en otro mundo. Lejos habían quedado mi hermano, mi madre, mi padre, el Gordo y la Chicha, mis abuelos… Lejos había quedado mi final de práctica docente en el Anglo. Lejos mis jefes. Lejos alguien más. Lejos… Todos lejos.
Ahora tenía a George (su nombre original era Georges, pues venía de la parte francesa, lo que le daba vergüenza y había hecho que se cambiara el nombre recortándole la “s” final), a Matt, a Tim, a Jamaal, a Sonia, a Christa, a Mark, a Blue Jay, a Jared y a María, una acampante española que ha seguido de viaje por todo el mundo. También estaban Lucas, Jason B., Bryan, Kyle y Bruce y Phillippa. Íbamos de regreso al campamento después de dos días libres en Winnipeg que habían resultado un tanto cortos. Fumábamos apurados los últimos cigarros de esas dos semanas siguientes. La isla del Camp Stephens era una “non smoking island” atendiendo a cuestiones de riesgo de incendio y si nos veían en esas cuestiones de inmediato nos devolvían a nuestro lugar de origen, lo que para mí hubiera sido bastante engorroso dada la distancia.
Había dos formas de llegar a la isla. Una era en el M.S. Kenora, un buque que demoraba una hora. Otra era en lancha, demorando veinte minutos a toda velocidad por lugares a veces complicados como la Devil´s gap. En fin. Era domingo en la tarde y llegábamos al campamento. Tomábamos una cabaña con algunos otros y salíamos a las reuniones pertinentes de coordinación para al otro día recibir a los campers. En esas reuniones se jugaba nuestra suerte de las próximas dos semanas. A mí, supongo que por mi edad (tenía 23 cuando el promedio era veinte), siempre me ponían a trabajar con los adolescentes, y casi siempre con los complicados. A partir del lunes tenía dos días para, partiendo de un grupo de siete desconocidos, formar un equipo que lograra sobrevivir una travesía de cinco días en el lago. El jueves participábamos de una ceremonia colectiva, el viernes partíamos todos (diez grupos como el mío, más o menos), cumplíamos un recorrido (mapa y brújula de por medio) y volvíamos el miércoles de la semana siguiente, con varios kilos menos y llenos de cuentos. Entonces representábamos ante los otros las experiencias que nos habían sucedido, buenas y malas, y todos reíamos. Lo mejor, sin dudas, era volver a ver a mis compañeros y compañeras de trabajo. Si alguno había tenido problemas y no había llegado en tiempo y forma, se activaban mecanismos de búsqueda que particularmente en ese verano siempre habían sido efectivos. Ese miércoles todos participábamos de un juego que se llamaba “Everest challenge” y se hacía para los doscientos cincuenta acampantes a la vez. Era la cosa más exigente del mundo, pero nosotros, los que habíamos vuelto de la travesía, sólo jugábamos si estábamos bien físicamente. Yo jugué algunas veces y otras me lo perdí. Me acuerdo que la última de todas las travesías me deparó más cansancio que las otras cuatro juntas, pero igual tenía que jugar ese juego. Era mi última semana en el campamento y en Canadá. Ya me había acometido esa sensación de extrañar lo que aún no se ha perdido del todo.

CLUB DEL OSO POLAR

Cuando hay quince grados los canadienses no pueden más de calor. Si estábamos en el campamento, en las cabañas, alguien correspondientemente designado aparecía a las siete de la mañana a despertarnos. Salíamos del sobre de dormir y nos poníamos los shorts correspondientes y al swimming dock se ha dicho. Había que darse a esa hora una zambullida en el lago. Si uno lo hacía durante toda la estadía al final se ganaba un parche de miembro del Polar bear club. Yo tengo el mío, por supuesto, que mis buenas achuchadas me costó. A esa hora el agua del lago (un lago que en su invierno se vuelve hielo) era muy fría y no habría más de doce o trece grados en el aire. El cuerpo se termina acostumbrando.


EXTRAÑO

Extraño mucho todo eso. Extraño a toda esa gente que nunca más vi. De la que no sé si están vivos o muertos. Una en particular, Jill, podría estarlo. Tenía una enfermedad muy seria que, o no me la supieron explicar bien o la entendí muy mal. Me acuerdo que no podía comer ninguna cosa de color rojo.
Bueno…, decía que extraño.
Como extraño, escribo…