lunes, 30 de marzo de 2009

DESVARÍOS (en cinco sílabas)


Muy buena historia
la de la ausencia
de la memoria.

Muy mala fama
la de la joven
que va a la cama.

Muy mal destino
el del amigo
del desatino.

Hartos placeres
dan a los sabios
pocos saberes.

Muy cruel urgencia
la de aquel hombre
con su sentencia.

Ciega tortura
la de la muerte
cuando perdura.

Maldita y fea
es esta ausencia
de las ideas.

Si Dios me viera
rezando un día
no me perdiera.

Se va la suerte
y para colmo
viene la muerte.

No me hagan caso
alcen sus cosas
sigan su paso.

Que desvarío
cual caudaloso
sinuoso río.

jueves, 26 de marzo de 2009

EL ELEFANTE DE SARAMAGO


ERRORES QUE SON ACIERTOS



He pasado mis viajes a Ismael Cortinas acarreando libros. Además del de Quiroga y el de Akutagawa, que van siempre por la sencilla razón de que van a trabajar, por este trayecto también vinieron la Odisea, La vida es sueño, El pozo, El viaje del elefante y, últimamente, Pedro Páramo. A veces los agarro y leo un par de páginas. Otras veces, como hoy (miércoles), no puedo dejar de leer durante los sesenta quilómetros del viaje. Y a veces ni los toco. No puedo explicar esta discontinuidad, ni me interesa, por cierto.

Quisiera detenerme en uno solo de estos libros: el de Saramago. Mi primer pensamiento ante el título, inocente pensamiento, claro, fue "bueno, acá se viene un libro de memorias de un viejo; alguien que se considera tan viejo y tan grande como un elefante y que ahora, antes de morir, quiere dejar testimonio autobiográfico de su pasaje por este valle de lágrimas". Más o menos así fue lo que pensé.

Mi madre me regaló el libro el día de mi último examen y pospuse su lectura no sé por qué. Y posponiendo la lectura lo que pospuse fue el disfrute de una novela muy buena, escrita por un tipo que no tenía necesidad de escribir nada más porque ya lo había obtenido todo. En realidad la novela está plagada de esas distorsiones narrativas que algún teórico ha denominado digresiones (mucho político en la vuelta, cuando se va por las ramas, pide disculpas por su "di-s-gresión"...), y que no son otra cosa que la voz del narrador, la voz de Saramago mismo, que nos habla desde un presente de aviones y celulares sobre el viaje de un paquidermo en el siglo XVI desde Lisboa hasta Viena. El personaje principal, el cornaca que se ocupa de Solimán (que tal es el nombre del elefante), es una mezcla bien lograda de caballero y de pícaro. El elefante, que comparte con él la titularidad del relato, es una criatura inexplicable para un europeo de esos tiempos, y tal vez para cualquier hombre de cualquier edad que no sea cornaca, y a lo mejor también para los cornacas. El paso del elefante es un milagro que la Iglesia Católica utiliza a su favor en plena época de reformas y contrarreformas.

¿Tenía alguna necesidad Saramago de escribir esta novela tan arriesgada desde el punto de vista técnico, tan plagada de "errores" narrativos como por ejemplo el de juntar en un mismo párrafo al sobrino de Carlos V con la revolución francesa y la internet? En algún momento de la narración pensé "este tipo está loco; todo el mundo pendiente de lo que va a hacer (probablemente morirse), y él termina despachándose con esta cosa que no se sabe si te va a hacer reír o llorar..., así, impunemente..., calculo que si lo hiciéramos nosotros, los que aún somos considerados "jóvenes" nos echarían los galgos sin piedad, o tal vez nos los echaríamos nosotros mismos". Después pensé "sí, está loco, pero va al frente..., ¡y cómo me gustan los artistas que van al frente, que arriesgan su prestigio porque les importa tal vez poco, porque lo fundamental, en todo caso, es conmover!”

Eso: este libro conmueve. Lo que me parece de una absoluta primera necesidad en estos tiempos.

O sea, sí había necesidad de que Saramago escribiera su novela, por más que él no necesitara hacerlo para ser eso que es: probablemente el mejor escritor vivo.