martes, 8 de diciembre de 2009

cotidianas



DE NUEVO EN LA CONSTRUCCIÓN. Hace cosa de dos meses vino cierta autoridad municipal a nuestra cooperativa. Vino porque nosotros lo llamamos. Había una compañía constructora haciendo el cordón cuneta de barrios aledaños y queríamos saber si a nosotros también nos tocaba en esta etapa. Se nos explicó que la licitación, milagrosamente, no contemplaba nuestra cooperativa pero que había voluntad de hacerlo directamente por la intendencia y que la condición era que nosotros pusiéramos la mano de obra. Eso lo dijo esta autoridad pensando que, como tal vez le habría ocurrido en muchos barrios antes, le diríamos que no, que estábamos dispuestos a esperar. Pero le erró: le dijimos que sí, armamos cuadrillas de trabajo y ya vamos un mes de obra. Al cordón cuneta le falta sólo un tramo de cincuenta metros. Y esa de la imagen es la caruchita que queda después de un día a pala y balasto en la cooperativa…

BICHOS. Ayer fui de noche a darle la comida al Toto. Para eso debo salir por una puerta lateral, cruzar una pequeña explanada de ladrillo, un tejido y la parte exterior del patio. Cuando regresaba sentí un ruido importante debajo del alero que cubre la ventana de la cocina. Me asusté. Evidentemente se trataba de un bicho, y eso, donde vivimos, puede ser tanto una víbora como una comadreja. Además había un lindo olor a zorrillo en la vuelta. Recordé en el acto que no había comprado las pilas para la linterna. Fui hasta la casa de mi vecino Gabriel y tampoco tenía. Cococho, el mecánico del otro módulo, siempre comedido, una de las mejores personas que conozco, me prestó la suya pero Gabriel, intrigado, me la sacó de las manos. Si había algo que hubiera que matar, él se encargaría, en parte porque después eso le proveía de un cierto prestigio ante sus congéneres en asados domingueros. O al menos era una anécdota.
Pero ni prestigio ni anécdota. La causa del ruido había sido un sapo de enormes proporciones que se nos aquerenció en el fondo y no sabemos que hacer con él porque es volvedor como boomerang nuevo.

BICHOS II. Es de tarde. Después de las cuatro los niños juegan en la plazoleta de pastos crecidos y Santiago espera para bañarse con la nariz pegada al ventanal del frente, observando. De repente dos niños se separan del partido hacia el cordón cuneta recién terminado. Llaman a los otros que no demoran en acudir y ponerse a saltar y a tirarle piedras a algo. Entonces aparece John G. y dispersa el tumulto. Se agacha con un palo en una mano mientras con la otra sujeta un bicho que a primera vista me pareció un gato gordo y gris. Pero no era un gato gordo y gris. Era una mulita, de esas que dicen que hay que cazar de una forma muy singular.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Estábamos acampados en las proximidades de Aiguá, en torno a un fuego donde se hiciera el cordero. Varios de los integrantes del campamento salieron de recorrida nocturna al salto de agua que hay por ahí. Algunos quedamos ahí. Y recibimos la visita de un zorro que asustó a las mujeres segundos antes de ceder a su propio miedo e irse sin poder robar ningún resto de la parrilla.

Pedro Peña dijo...

En la casa de mis abuelos en Tranqueras Coloradas se escuchaba clarito esa especie de aullido sordo que tienen los zorros. Nos daba terrible miedo porque aparecía sólo de noche y era imposible ver al emisor.