sábado, 9 de mayo de 2009

DESDE HACE UN AÑO, SANTIAGO…


Puedo creer o no creer en Dios. Elijo hacerlo o no hacerlo, al modo sartreano. Pero a mí el que me gusta es Pascal: conviene que Dios exista, así que entre que sí y que no, es mejor elegir que sí. Pascal: ni siquiera Descartes y esa absurda segunda proposición. Todo un rascacielos lógico de siglos sólo para admitir que la razón no puede con esa historia de Dios.
Una vez, no…, dos veces, sí, tuve muertes cercanas. De la primera se cuentan once años. De la segunda sólo dos. Muertes injustas de personas que no debían morir. No en un mundo en el que hay un dios. Un Dios. Recuerdo aquellos años como si hubieran sido parte de otra vida. Mía, cómo no, pero a la vez de otro. Me recuerdo peleado con cualquier idea trascendental o esotérico-mística. Siempre elaborando teorías acerca de la obvia creación de los dioses por parte de los hombres. Dioses a imagen y semejanza de nosotros, pobres criaturas que en cualquier momento morimos. Recuerdo haber aceptado la autoinvitación que dos mormones se hicieron a mi casa. Recuerdo haber estudiado todo acerca de los mormones y sus dudosos hábitos conyugales sólo para complicarlos con preguntas capciosas y razonamientos irrebatibles donde ni una pizca de fe era admitida. Recuerdo haberles hecho confesar que habían venido desde Estados Unidos porque así zafaban de cualquier amenaza de conscripción. Recuerdo que sentí placer al provocarles la confesión, que era la confesión de que Dios, ni siquiera en su versión de Utah, existía. Recuerdo, además, vanagloriarme delante de un amigo por tal hazaña.
Pero hace un año nació Santiago.
¿Quién puede explicarme esta profunda desazón en mi alma?
Hace un año nació Santiago y ahora sé que a pesar de mis ideas, a pesar de mi pétrea y encaprichada voluntad de negación, de los crímenes de la Iglesia, de las atrocidades denunciadas por Bartolomé de las Casas contra los indios americanos, a pesar de Sartre y su ojo estrábico (que un poco mira de soslayo hacia el cielo, por las dudas no le venga un rayo fulminante), a pesar, digo, de las muertes cercanas y lejanas, de los hijos de Lugo cuando era obispo, del pasado nazi de Benedicto, del pastor que vende jabón milagroso, hay un Dios. Y me lo encuentro todas las noches. Con cada uno de mis dedos rezo un Padre Nuestro, un Ave María, un Ángel de la Guarda, y dos oraciones que yo mismo me inventé, y me duermo tranquilo, pensando en el Santi, en lo mucho o en lo poco que lo vi ese día, en si dormimos juntos la siesta o no, en si está con gripe o sólo es moquillo.
No me importan ni Sagan, ni Voltaire, ni Nietzsche. Ni Mel Gibson y su espantosa película. Ni siquiera mis amigos ateos a quienes una vez me uní y ante quienes me excuso por mi imperdonable traición: creo en Dios.
Anacrónico, fuera de moda, esnob, políticamente incorrecto. No me importa: creo en Dios. Y no es por afectar rebeldía… Es sólo que no puedo hacer otra cosa.
Creo sinceramente en un estado de felicidad del ser humano que merece ser eterno.
Creo en eso desde hace un año.

8 comentarios:

Fernanda Trías dijo...

Feliz cumple, el Santiiiii!!

Cómo para no creer, con esa belleza en tu casa!

;-)


F

Unknown dijo...

Si creerás que le has puesto nombre de apóstol... Se felicita, se saluda, se adhiere.
Y me admiro de que hayas tenido algo que yo no tengo y que te permitió dejar entrar esa gente densa. Creo que en el rubro paciencia andás rebosante.

Damián González Bertolino dijo...

¡Feliz cumpleaños, Santiago!
Feliz día de la madre para Alejandra.
Felicidad al papá, porque sí nomás...

Ayer leí esto:
"La fe es una aptitud del espíritu. Es, de hecho, un talento: se tiene que nacer con ella.", Anton Chejov

Un abrazo.

Jorge Abeel dijo...

Si algo carece de capacidad
en este caso la humanidad
lo que hace es confundir el sentido
el sentido de la eternidad
el razonamiento humano no es idóneo
Y hay veces que el infinito nos trae luces mágicas, seres mágicos.
A nuestro ser, al alma, al hogar,
a todo nuestro vivir, pero allí afuera están los hombres que corrompen la verdad.
Muchos tienen novelas HORRIBLES,
MARMOTRETOS del vivir.
Y no solo fábricas levantan tóxicos
humos sobre el existir.
Ya sabes lo hacen tantas Sotanas
y otros que sin saberlo son Satanas
Duele la muerte, duele el accidente
porque el espíritu se confunde.
Se confunde con el materialismo inerte, solo me queda la esperanza, la fe, el Dios, que todo lo libere del miedo. Y de esta confusión que la ha creado el Humano. Dios no es razón, allí creo que está nuestro error. Un abrazo y feliz día. jorge.

Pedro Peña dijo...

A tod@s: gracias por pasar y dejar sus saludos al Santi. Recién leo los comentarios después de una largaaaaa jornada cumpleañera.

Gracias de nuevo por estar cerca.

Pedro Peña dijo...

Lunes, mediodía.
Ahora sí puedo agradecerles como se merecen. El santi pasó un cumple con muchísima gente amiga, se sacó muchas fotos y, al final, creo que terminó entendiendo que aquellas cincuenta o sesenta personas estaban allí por él. Eso lo sorprendió un poco, tal es el poder de convocatoria de un niño de un año. Estaban desde la mayor del clan (Tía Beba, ochenta largos) hasta un primo de ocho meses, que es el más chico. Hermoso de ver. Sobre todo para escritores que se regodeen en la observación de caracteres, como algunos de ustedes.
Ignacio: sobre el nombre de Santiago, sí: tiene que ver básicamente con el cuento de Carpentier "El camino de Santiago"· Lo elegimos por eso, ciertamente.

Saludos

Fabián Muniz dijo...

Felicidades a Santi, a vos y a tu señora.

Yo creo en Dios de una forma parecida a vos.
La historia de Dios tiene las mismas falencias, desde el punto de vista racionalista, que el Big Bang o la teoría evolutiva...

Así que, siempre, es cuestión de fe... Es creer en el caos y el azar o en el orden y la inteligencia superior.

Abrazo!
A.A

Leonardo de León dijo...

Uh... Llegué último... ¡La conciencia de la lora!
¡Un beso enorme al Santi y a sus papás! Estamos siempre...