lunes, 4 de mayo de 2009

LEYENDO CON EL ENEMIGO


Estoy leyendo una novela uruguaya HORRIBLE. Un mamotreto de doscientas páginas insoportable, espantoso. ¿Cómo una editorial puede jugarse a editar algo así? Los diálogos son para descostillarse de risa. El adjetivo inverosímil sería un elogio aplicado a estos personajes y estos sucesos. Pero no les diré el nombre. Sólo les diré que la acción transcurre en Montevideo y que se trata de algo así como una…, no, pobre, no digamos más nada. Dejemos en paz al/la autor/a y a la consabida editorial de llamativo nombre, seamos por una vez perfectos caballeros y abandonemos a su suerte a estas páginas innombrables.
Sólo esbozo una reflexión final en formato pregunta: ¿por qué diablos sigo leyéndola si no me gusta, no me atrapa, no me parece ni siquiera bien escrita? Creo que lo hago por puro morbo, para regodearme en el hecho de que, ahora sí, confirmado y requeteconfirmado, hay alguien en Uruguay que escribe mucho, pero mucho peor que yo, e igual lo/a publican. ¡Vamos arriba esa mediocridad!
Tengo un elogio para decir sobre el/la autor/a: tiene, inteligentemente, otra profesión, y aparentemente es bueno/a en ella, lo que nos asegura que no tiene todo el tiempo del mundo para escribir. Uf…
Por plantearlo en términos futbolístico-televisivos, terrible S P.

10 comentarios:

Fernanda Trías dijo...

Hola Pedro, la verdad es que no sé cómo hacés para seguir leyendo un libro muy malo hasta el final. Ya varias personas me han dicho lo mismo. Para mí son héroes; yo tengo una latencia máxima de 50 páginas.

¡No puedo creer que nos dejes con la intriga!

F

Damián González Bertolino dijo...

Está clarísimo porque:

1: Es de nuestra generación y
2: En realidad es más conocido por otra actividad en la que se destaca mucho...

¡¡¡¡DIEGO FORLÁN!!!!!

Pedro Peña dijo...

Fernanda y Damián: si es tanta la intriga, paso a pedir autorización para enviar nombre y título por interno.
Lo hago por un afán casi higiénico que me viene, una cosa preventiva, como una vacuna.

Saludos

Leonardo de León dijo...

Yo creo que sé quién es, pero le pido a Telemías que, por favor, también me envíe por interno la respuesta al enigma.
Un abrazo.

Ah, yo también soy de leer los libros malos hasta el final.

Un abrazo.

Unknown dijo...

Me sumo a los pedidos por interno.
Pero dejo unas preguntas: ¿Es cubano? ¿Es de este planeta?

Unknown dijo...

Yo sé quién es, yo sé quién es... Y, temo decirlo, también estoy leyendo algo así como una cosa que es lo más horripilante que he leído. No recuerdo nada peor. Creo que es peor, incluso, que lo que está leyendo Pedro. No va a hacer falta el uso de la comunicación interna, porque me parece que voy a escribir una reseña de esto en mi blog... yo soy kamikaze, me van a prender fuego la casa en cualquier momento.
Abrazos.

Jorge Abeel dijo...

No solo leemos obligados algo
También escribimos obligados
Quizás otro tanto, es que percibo eso en el mundo de los Blogs, y sobre todo en cuanto a los Comentarios
Quizás para una perpetua memoria de la cosa,
Como a cada Santo su vela, a cada uno según su gusto.
Suerte tu, que has encontrado a alguien que escriba peor,
Yo no he encontrado a nadie que escriba mejor que yo.
Quizás el responsable de esa novela tomó al pie de la letra: el verdadero arte oculta el arte.
Ojo con el lenguaje que es una tela de araña, y el arácnido tejedor nos sorbe el tiempo, si no podemos entre sus puntos y comas, quitarle su veneno, y también es antídoto en bajas dosis. En resumen: Hay que leer lo malo de ves en cuando, que es mucho más desafío que lo llevadero, y el premio no dicen que está en el sacrificio? Quién dice si esa novela un día, no es inspiración, un bote maltrecho que nos lleva a la isla de una creación. Sí, no puedo con este genio imperativo, mis excusas seculares. jorge

Damián González Bertolino dijo...

(George: oh, c'mon!...)

Fabián Muniz dijo...

Yo sólo escribo para decir que NO quiero el nombre por interno.
Es más, no se lo digas a nadie...
Así este posteo sirve para todos los libros malos que leamos.

Abrazo!
A.A

Unknown dijo...

No entendí.