domingo, 18 de julio de 2010

PERÚ (II)


Dedicado a todos mis amigos bloggeros, particularmente a LAC, que ha estado cerca de mi familia estos días de mi ausencia: ¡gracias amigo!

Perú es una cosa grande. Todo es grande en Perú. No sabría definirlo mejor. Montañas enormes, laderas interminables, caminos largos y sinuosos, ríos caudalosos que bajan del deshielo. Todo es exceso en Perú, desborde de la naturaleza. Uno siente, como Pascal, que el hombre no es nada pero que a la vez es todo. Se empequeñece la percepción de uno mismo aunque en contraste se termine admirando al animal capaz de haber construido casas, poblados, ciudades y rutas a esa altura irrespirable aderezada con cierta proporción de pobreza material que podríamos catalogar de extrema.
El domingo llegamos a Ayacucho, en particular a su capital, Huamanga, una ciudad universitaria y totalmente movilizada por el tema cultural. Miramos la final del mundial (¡verdad que parece que fue hace más, mucho más de una semana!), comimos y salimos al hotel. Juan Manuel Ramírez, el escritor paraguayo autor de la novela El fondo de nadie (ya la veremos en el blog del club de catadores cuando pueda ponerme a escribir sobre eso) y quien les habla fuimos alojados en un hotel céntrico a dos cuadras de la plaza. Desde ese momento en adelante mis peripecias se resumieron a conseguir agua caliente para el mate y a tratar de calmar el potente dolor de cabeza que las nueve horas de viaje (salimos a las 4 de la mañana y llegamos a las 15) y la altura me habían provocado. De noche caminé por la ciudad con Miguel, encargado de un proyecto interesantísimo de lectura que trabaja con Ediciones Altazor (entre otras editoriales), tomamos un café y finalmente charlamos mucho sobre uno de los tópicos fundamentales de esos dos días en Huamanga: Sendero Luminoso y sus inicios justamente allí, en Ayacucho, particularmente en esa ciudad.
El lunes se incorporaron a la gira los escritores Ernesto Carlín de Perú, Claudia Apablaza de Chile, Jorge Enrique Lage de Cuba y el argentino Oliverio Coelho, autor de Borneo, la novela que estoy leyendo precisamente en estos momentos (porque cabe agregar que nos hemos impuesto la tarea de leernos). Resumiendo, en esos dos días fuimos a varios colegios, a la Universidad de la Educación de Huamanga, al Centro Cultural e incluso al teatro de la municipalidad, donde han tenido el desatino de nombrarnos Huéspedes de honor (tengo una medalla y un diploma que así lo certifican, los miro y me pellizco a ver si es cierto).
Uno de los puntos más significativos de nuestra aventura en esta ciudad fue el desayuno del día miércoles en la casa de un referente de la cultura quechua a quien prefiero no nombrar por ahora. Pues bien, fuimos y desayunamos junto a su esposa y a un amigo cuyo segundo apellido era Vallejo y de quien el inefable Willy del Pozo me hizo creer que era sobrino de César… en fin, volvimos a hablar de Sendero, conocimos de primera mano los movimientos iniciales (esto lo sabe todo el mundo, claro) y el desarrollo y la escalada, los fundamentos ideológicos del movimiento y su penetración en el campesinado y en las clases cultas. Después fuimos deleitados por dos huaynos ayacuchanos cantados allí mismo por la dueña de casa y salimos hacia Huantha.
Para ir a Huantha lo hicimos en el Altazor móvil (una linda y amplia camioneta donde viajamos horas, horas y más horas…). Llegamos y Miguel se convirtió en nuestro guía pues esta es su ciudad. Visitamos un colegio de mañana y volvimos a ese lugar en la tarde pero ya con un perfil de actividad más para público adulto. Huantha también se convirtió en una gran anfitriona.
Al otro día arrancamos la cosa con una novedad hermosísima que me llegó a través de un mensaje de Alejandra que decía así: Buenas noticias. Ganaste una mención en el concurso Banda Oriental. Ganó Leonardo D L. Pegué un grito en la camioneta y expliqué a Juan Manuel Ramírez (íbamos juntos a tomar el ómnibus hacia Huancayo) lo que significaba todo aquello y cómo me quedaba la sensación de que ciertas cosas del círculo van organizándose y cerrando de a poco. En referencia a esto, en cuanto tuve oportunidad entré a los blogs de IFDP y DGB y me encontré con el desarrollo de la novedad y con comentarios cuyo contenido tenía que ver con dos alegrías: primera: ganó Leo, pero segunda y fundamental: tenemos partido en Minas (gracias, obvio, a que ganó Leo).
Pero no todo lo que empieza bien sigue bien… Este día pasará a la historia como el día en el que sentí más miedo en mi vida. Ya una vez en este blog conté la historia de una canoa que se me dio vuelta a kilómetros de la isla más cercana en un lago canadiense y con adolescentes a mi cargo. Allí me asusté como nunca, pero esta vez la cosa fue aún más fea. Expliquemos: la ruta de Huantha a Huancayo bordea los Andes centrales, sube a más de 4000 metros y baja hasta los 3300. Es el único tramo no asfaltado de todo el recorrido por lo que se decidió que dos de nosotros fuéramos en ómnibus y aliviáramos así la camioneta. ¿Quiénes se ofrecen? Pedro y Juan Manuel. Juan Manuel me refiere unas historias muy, muy, muy interesantes para su novela larga (que ya lleva unas cuatrocientas páginas según le entendí) y después se duerme como un angelito justo cuando el camino se vuelve angostísimo y totalmente malo, pedregoso, peligroso. Yo no hago otra cosa que pensar en Alejandra y en Santiago y en el nuevo hijo o nueva hija que viene y me digo que esto no lo hago nunca, nunca, nunca más en mi vida. De repente (el asunto ya era grave de andar nomás a dos pasos de precipicios de dos mil metros y así tomar curvas, frenar, etc.) el ómnibus se para en una curva en U. Del otro lado venía un camión con zorra cargado de piedras y ya no podía retroceder para dejar lugar. Afortunadamente el encuentro no ocurrió a gran velocidad. Se bajaron los choferes, coordinaron una maniobra y de improviso el ómnibus echa para atrás en la curva y se coloca al borde, al borde borde, no a dos metros del borde, sino al borde del precipicio, para que el camión pase entre él y la montaña. Yo ya estaba nervioso, pero de a poco los otros pasajeros fueron levantándose a ver qué sucedía y cómo se resolvía todo aquello y empezaron a proferir quejas indignadas y a ejecutar movimientos de rechazo e incluso alguno se agarró la cabeza. Es decir, el asunto era peligroso incluso para ellos, que supuestamente estarían acostumbrados. Me senté en mi asiento y me puse a rezar mirando en el celular la foto de Ale y Santiago.
¡Dios! ¡Dios existe! (Aunque es fácil tener fe cuando uno tiene miedo…)
¡Gracias Dios!
Llegamos a las cuatro y media de la tarde a Huancayo. Nos llevaron a un Hotel en el que me tocó alojarme en el quinto piso. No es fácil subir hasta el quinto piso de un lugar cuando ya estás a 3300 metros sobre el nivel del mar. Pero me poseía una felicidad que hasta entonces sólo había experimentado aquella vez en el lago canadiense: ¡vivía!
Bueno, nuevas visitas a universidades, presentaciones de las novelas, etc.
Viernes: de Huancayo a Tarma, donde también fuimos declarados huéspedes ilustres (nuevas medallas, nuevos diplomas, nuevos pellizcones a ver si era verdad). La gente nos ha tratado de maravillas, en particular los jóvenes que, como las novelas no están a precios inaccesibles, suelen aparecer en cantidades importantes, después de cada presentación, con su ejemplar a conseguir autógrafos.
Sábado: de Tarma a Lima por la montaña (pero ya en ruta asfaltada y segura), donde me tocó hacer de copiloto (se estila, en Perú, que el acompañante vaya asesorando al conductor en sus decisiones sobre adelantar, frenar, etc.). Seis horas y pico de viaje con almuerzo incluido en un exclusivo club en los accesos a Lima y un hermoso embotellamiento que por suerte no nos demoró más que media hora.
En la tardecita nos fuimos a un lugar llamado Polvos Azules, una mezcla de feria y shopping en la que compré unas cuantas cositas que necesitaba y que estaban a muy buen precio. Entre ellas un pantalón deportivo de los baratos para jugar hoy domingo al fútbol contra unos escritores y allegados peruanos. Por suerte Lima está a nivel del mar. A propósito, el tema del fútbol se ha vivido con una intensidad importante aquí: todos hablan de Forlán y de la justicia de que se lo haya designado mejor jugador del mundial. Tengo que decir que eso me encanta.
Ahora la gira sigue hacia el norte. No vamos a subir ni medio metro (de eso ya me aseguré para poder escribir esto, no vaya a ser que Alejandra se preocupe…), todo va a ser al nivel del mar y sobre la costa del pacífico.
Cosas sueltas: hemos conformado un grupo hermoso y simpático. Nos llevamos muy bien y la gente nos mira como si fuéramos locos. Todos los acentos son diferentes (incluso el de Oliverio, que debería parecerse al mío, es bien distinto). Hemos conversado mucho sobre temas políticos, particularmente con Juan Manuel (es increíble cómo ha leído este muchacho y cómo reinterpreta la realidad política y social de su lugar) y con Jorge, que además debe soportar, en cada presentación, la pregunta obligada en referencia a la apertura o no de Cuba, etc., etc. Sobre lo literario, digamos que al parecer Claudia, Oliverio y Jorge transitan por caminos fantásticos, distópicos, caminos de la imposibilidad del ser, mientras que Juan Manuel y yo, en estas dos novelas breves, nos hemos planteado partir del realismo y plasmar, en el caso de Juan Manuel, un dolor existencial y, en el mío, una anécdota más o menos divertida. Parecerá raro lo que voy a decir, pero las novelas se venden muy bien en cada auditorio.
Por último quisiera dejar unas palabras sobre Willy del Pozo, el editor. Este hombre está loco. Su celular suena cada cinco minutos incluso en los momentos más incómodos que uno pueda imaginarse. Trabaja de forma incansable para la editorial, con una energía y una dedicación que ya le envidiaría cualquiera. Nos ha procurado todo lo que hemos necesitado y se ha preocupado constantemente de nuestra buena estadía. Eso sí: cuando discute sobre algo de lo que está convencido (por ejemplo sobre si el pisco es peruano o chileno) no parece haber oportunidad para su oponente ocasional. También menciono a Miguel Campos, Profesor de Letras y artífice de un buen proyecto de lectura familiar para los colegios que ya me gustaría copiar para mis alumnos de San José. Pero además gran tipo, sencillo, trabajador, amigo.
En fin, no aburro más: ¡un saludo a todos!

8 comentarios:

Unknown dijo...

Envidia de la mala.

Leonardo de León dijo...

¡Pedroooo!
¡Qué lindo todo eso que estás viviendo! Leí el post con una sonrisa de oreja a oreja, salvo en la parte del camino angosto.
Disfrutalo. En Minas me contás todo.
¡¡¡Abrazo grande!!!

Ramiro Sanchiz dijo...

Que buenas experiencias!!! Y felicitaciones por la mención, pedro!
¿Qué tal la novela de Oliverio? Yo leí "Ida" y me gustó mucho; también un cuento en "El futuro no es nuestro".p

Pedro Peña dijo...

Gracias Leo y Ramiro: llevo en mi maletala novela de Oliverio, que es muy interesante,sobre todo desde el punto de vista del lenguaje y su estética. Te la paso pues creo que te va a gustar.

Nos vemos pronto!!!

Pedro Peña dijo...

Gracias Leo y Ramiro: llevo en mi maletala novela de Oliverio, que es muy interesante,sobre todo desde el punto de vista del lenguaje y su estética. Te la paso pues creo que te va a gustar.

Nos vemos pronto!!!

Fernanda Trías dijo...

Buenísima la crónica. Buenísimo todo lo que estás viviendo (menos lo del autobus). Me muero de ganas de conocer Perú, toda América Latina, en realidad. Y ahora que ya estoy en el sur para quedarme, me voy a dedicar a eso. Tu crónica me entusiasma y me da aun más ganas de conocer.
cariños, f

Pedro Peña dijo...

Fernanda: por cierto que el Perú es una cosa magnífica y la gente con la que hemos estado es fuera de serie. Me alegro que te haya entusiasmado y puedas hacerlo en breve.

saludos

Pedro Peña dijo...

Fernanda: recién veo los comentarios tuyos en la otra entrada. Ya te dejé contestación allí.

Saludos de nuevo