viernes, 23 de julio de 2010

PERÚ III


I

Llega a su fin la segunda parte de la gira. Al momento de escribir estas líneas estoy en un hotel de Piura que se llama Melodi. Sí, con i latina. Este es el momento de todo viaje (al menos de todos mis viajes, que tampoco son tantos) en el que lo único que deseo es ir quemando etapas hacia mi regreso definitivo con Alejandra, el Santi, la panza, mi hermano, mis padres y mis amigos, mis alumnos y mis compañeros. No se interprete algo así como que he pasado mal. Nada que ver. Todo lo contrario. Tanto Harold como Willy han demostrado ser excelentes anfitriones, al igual que la familia de Willy, tanto en Ayacucho como en Lima. Las personas que hemos conocido nos han tratado de maravillas y para mejor la convivencia con mis compañeros de viaje ha estado muy bien. Lo único que me pasa es que ya van muchos días sin ver a lo que más me importa en la vida. Intento no obstante pasar el mejor rato posible y escribir cada poco las cosas que nos van sucediendo. Eso me es muy grato y realmente ayuda a acelerar.
Ya pasamos una noche aquí, en Melodi, y deberemos pasar otra ya que nuestro regreso a Lima se inicia mañana. Esperemos que esta noche no sea, para los otros huéspedes ocasionales del hotel, tan divertida y escandalosa como la anterior. Déjenme explicar que en Piura y al parecer en todo Perú, el hotel y el motel son la misma cosa. Anoche esto era un concierto de felicidad en otras piezas de los alrededores mientras a mí me tocaba ver un programa de fútbol de Quique Wolf sobre Marcelo Salas e Iván Zamorano. Hace un rato, en la mañana, todos intercambiamos comentarios y risas al respecto, en particular por cierta pareja que, según Juan Manuel Rodríguez Biedermann, habría iniciado una y otra vez el combate al grito de “papacito”, “papacito”. Cosas que quedarán en la memoria…

II

El primer encargado de esta segunda parte de la gira fue el editor adjunto Harold Alva, quien nos acompañó durante los primeros tres días. Como Harold no deseaba conducir (o no sabía, o no quería, o a lo mejor sentía que le va mejor de copiloto, vaya a saberse…), el lugar del chofer lo cumplió alguien de quien desafortunadamente no puedo dar el nombre, no porque él me lo prohibiera (por el contrario, me autorizó y me pidió que así lo hiciera) sino porque en realidad me da cierto pudor personal. Pero pongámosle al menos un sobrenombre: Cholito CP.
No conocimos a Cholito CP de la mejor manera, admitámoslo. El tipo llegó tarde a buscarnos por la casa de Willy. Más de una hora tarde. Desde que bajó de su propio coche ya se vio cómo rugía esa fiera. Saludó rápido, a las risas y en menos de lo que canta un gallo ya atravesábamos las afueras de Lima hablando de deudas, sexo, fidelidad y los cinco hijos que sus correspondientes amores le habían adjudicado. Todo en términos muy risueños, pícaros y a veces chabacanos. Cholito CP no tenía vergüenza ninguna en hablar por celular en voz alta en diálogos como este:
-Pos que ya te pagaré. No te preocupes. Tú hazlo.
-…
-Pos que la culpa la tiene este otro… sssuuu madre… que me ha hecho poner doscientos soles de mi bolsillo y ahorita no puedo pagarte.
-…
-Que ya no molestes, que voy saliendo de Lima y voy conduciendo y no puedo hablarte. Sssuuuu madre…

En determinado momento nos para un policía de tránsito que había visto que Cholito CP venía manejando mientras hablaba por celular. Nuestro conductor disimula muy groseramente y mientras abre la ventanilla ya va espetando:
-Mira que yo no estaba hablando por móvil. Si me quieres agarrar me agarras por otra cosa, pero yo no venía hablando. Naíta más lo tenía en la mano.
-Los papeles, señor…
-Que te digo que no venía hablando por el móvil, que has visto mal.
El policía tomó los papeles y se retiró hacia sus compañeros. Harold empalideció de miedo al ver que Cholito CP salía del auto impulsivamente. Todos nosotros, incrédulos, festejamos un poco y después Juan Manuel preguntó si habíamos visto el arma que llevaba Cholito en la guantera.
Chan…
Nos quedamos mirando. Cholito realizaba ademanes frente al policía como si fuera un padre amonestando a su hijo. Harold se revolvía intentando desarticular el enredo y, cuando finalmente subieron, a mí me tocó preguntar de forma directa si en el auto llevábamos un arma.
-Anda, pos que sí, cholito, que no te preocupes que tengo licencia.
Aún así, no me pregunten por qué Cholito CP, después de todos estos insucesos, nos ha resultado una de las personas más entrañables y queridas de toda la gira. Empezó raro, lo admito, pero al final todos quedamos con la sensación muy fuerte de que había sido un privilegio conocerlo y compartir con él tantos equívocos. Se robó un lugar en nuestros corazones y más de alguna participación como personaje en nuestras probables e improbables narraciones futuras.
¡Salud, hermano!
Finalmente aviso que dejo pendientes un par de cosillas tanto de Cholito CP como del poeta piurano Harold Alva, un tipo muy cómico, movedizo y gran imitador de políticos peruanos.
Será para la siguiente.

4 comentarios:

Paula Irupé Salmoiraghi dijo...

Qué buena experiencia. ¿Muy complicado de organizar? ¿Mucha guita? ¿Por qué no se hace más seguido?

Pedro Peña dijo...

Paula: bienvenida!!!
En respuesta creo que un poco de todo eso que mencionás: excelente experiencia, la organización fue buena y sí, se gastó mucha plata. El año que viene Ediciones Altazor la reedita con nuevos escritores jóvenes.

Paula Irupé Salmoiraghi dijo...

Qué bueno que se repita.

Harold Alva dijo...

Cholito CP ya está en el imaginario colectivo, Pedro. Eres un gran tipo, tremendo honor haber compartido viaje y presentaciones contigo. Un fuerte abrazo.