jueves, 17 de marzo de 2011

DIÁLOGOS CONMIGO MISMO SOBRE EL MUNDO


Japón: el problema comenzó con un fenómeno natural e impredecible, pero ahora el riesgo cierto es el de una catástrofe nuclear, y eso sólo ha podido ser porque el hombre ha hecho cosas que, a todas luces, no ha debido hacer. ¿A quién se le ocurre poner semejantes reactores nucleares en un lugar con tamañas afecciones naturales? Era sólo cuestión de tiempo para que pasara algo así. Sólo había que esperar que el terremoto fuera de la intensidad adecuada, o que el tsunami se decidiera a llegar, y si no hubiese sido un huracán o lo que fuere. Incluso el hombre, la guerra, los atentados. Si alguna potencia nuclear entrara en guerra con otra potencia nuclear, ¿qué cree usted, amigo Peña, que bombardearía primero? No se necesita ser Napoleón para dar esa respuesta: lo primero serían los reactores. Usted me dirá, claro, que ahora no hay mucha perspectiva de otra guerra de proporciones tan grandes como las de 1914 o 1939. Yo le respondería, querido amigo, que eso también es cuestión de tiempo.

Hay amargura y desazón en sus palabras, Peña. Hay desesperanza y desilusión…

Y me lo dice a mí… Ahora mismo tengo el corazón en la mano… mire esos dos hijos a los que intento criar para que vayan a ese mundo del que tengo tan pocas esperanzas… Siento mucho dolor. Porque los reactores nucleares que producen energía lo hacen para que haya más industria, más comercio, más consumo, más cosas, más…, más…, más… Al hombre le parece que todo es poco. Esa tragedia, esos muertos, esos hombres ingenieros que están en el reactor tratando de apagar las fugas… todo eso es producto de la misma lógica de siempre: no soy porque soy, soy porque consumo, soy porque tengo, soy porque me compro eso, porque alguien me ha hecho creer que necesito andar en un auto cada vez más rápido, tener una casa hipertecnologizada, vivir más de cien años, veranear en vaya a saber qué lujosa isla creada de la nada. Uf… Me han hecho creer que necesito reactores que algún día van a explotar y van a envenenar todas y cada una de las miserables cosas que he de comprarme de aquí en más.

Me parece que le va a costar salir hoy de este ánimo tan fúnebre.

¿Y qué quiere que haga, Peña? ¿El mundo se viene abajo y usted quiere que salga a tirar cohetes? Mire a mi hija dormidita en el coche… mire a mi hijo mirando sus dibujitos favoritos de dinosaurios… ¿qué quiere que haga, amigo?

4 comentarios:

Jorge Abeel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jorge Abeel dijo...

Había un señor que decía o pensaba como liberarse de ser hombre (es decir de todas sus circunstancias), porque lo humano es una marea que no tiene orillas, es un crustáceo de coraza siniestra, en mitad de la corriente, vive en esa libertad salvaje y engendra egoísmos y prepotencia en todo lo que adquiere y desea, la verdad la ha dejado en un pozo, lo que es mi conciencia no, me he replanteado si sentir lástima por los japoneses, o decirles que se coman sus Toyotas, y cuidado con las lástimas, y cuidado con el bien, que si no van donde deben ir es tan mal como el mismo demonio. Se menciona a los hijos, cuando era muy joven, charle con Dios, le dije que no quería hijos, porque un hijo mío no sería menos que uno suyo, si el suyo se lo llevó de esta peste, entonces tenía la libertad incuestionable de pedir, y ser responsable ante el universo de donde quería que un hijo mío viviera como se merece, sí deje de lado todas esas pavadas que piensa todo humano que quiere ser padre (que le voy a dar lo que yo no tuve, se parecerá a mi, etc etc, burradas humanas) pues bien, al ver a mi mujer llorar tantos años, volví a charlar con Dios, que quizás yo estaba equivocado, y que soy humano y no puedo tener pensamientos tan….(no sé como catalogarlos, pero se entiende que es un profundo amor no tan solo hacia un hijo, sino a todos los hijos, que nacen ángeles y nuestra herencia humana los transforma, en todo lo que tu mencionas), así que la charla fue que quería cambiar de decisión, y como mi conocimiento sobre la vida y la muerte son nulos, le pasaba la decisión nuevamente a ÉL, pues bien me fui treinta días a la playa, y mi señora está embarazada ( el diagnóstico que le habían dado clínicamente, trompas tapadas, ahora a la vista era equívoco o cierto, o milagro) claro, este relato se debe a que quizás exista una relación más allá de padre-hijo-mundo y que estamos desestimando por ignorancia o egocentrismos, que sería lo mismo. Si en su corazón estimado hay preocupación imagínese mi preocupación, no es menos que la vuestra. Así que lo único que deseo es que mi hijo pueda un día ver a Dios. Y si algún internauta cree que esto es íntimo y privado, es un imbécil, sí, pululan los científicos de la hipocresía y la falsedad, más allá de una central atómica, y no necesariamente llevan títulos, inclusive buscan las letras en el teclado, porque no saben dónde están. Estimado presiento que lo suyo son las aulas, y no la pesca, pero pásese por mi blog, a mirar la mojarrita que pesqué. Que Dios bendiga a sus hijos, estimado, y que siempre estén en buenos corazones, porque desde un presidente al último no son de confiar, y no hay desgracia humana más grande que la de saber, que cualquier humano puede ser, o llegar a ser un miserable, tengo el corazón en la boca, y me desalienta que la sociedad no cambiará en tiempo que la pueda ver. Y un palo para su gallinero, creo que los profesores y los curas, no están haciendo bien su trabajo, del presidente no hablo, que fue a ver a un torturador, y no a la familia de un almacenero muerto por escorias humanas, y me refiero a todas las familias que por estas causas están de luto. Saludos. jorge

Pedro Peña dijo...

Jorge, antes que nada me agradó que compartieras aquí la noticia de tu hijo. Te mando un fuerte abrazo y ¡qué felicidad!!!
Por otro lado, así como algunas veces hemos disentido, en esta te puedo asegurar que suscribo lo que decís. Yo también me he planteado lo de la lástima a los japoneses y por cierto que me ha generado más de una incomodidad existencial.
En definitiva, felicitaciones y estamos de acuerdo!!!
Abrazo!

Eduardo Pérez Vázquez dijo...

Mi madre estaba embarazada cuando la crisis de los misiles en 1962. Mi padre me contaba que, entre la preocupación por el mundo, por el destino de la Humanidad, siempre salía a flote el mismo pensamiento: cuánto demoraría la radiación en llegar a Uruguay, y cómo podía afectar al bebé en el primer trimestre de gestación.
Bueno, no hubo guerra nuclear y yo nací unos meses más tarde.
Nunca pensé hasta hoy que mi sentimiento antinuclear y antiguerrerista pudiera venir (también) de allí.
Perdón por hablar en primer persona.